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Familia y educación


Hablo a diario con alumnos universitarios. Otros académicos hacen lo propio en diversas entidades del tipo y hemos compartido impresiones. La condición con que ingresan la mayoría de los estudiantes desde hace años nos preocupa. Cargan con serias dificultades de conocimientos y expresión oral y escrita, básicas: ortografía, redacción, vocabulario y más. Les cuesta argumentar, analizar acorde con la edad. Sabemos que frecuentemente se culpa al colegio.

Sin embargo, lo que más preocupa son aspectos de personalidad. Experimentan algún tipo de trastorno de aprendizaje. Cierto déficit atencional, escasa autoexigencia y perseverancia, inhibición ante las evaluaciones y exposiciones, afectación grave frente a malos resultados. No organizan el tiempo y demuestran tedio al estudio sistemático. A veces se aíslan, les cuesta socializar. En fin, el grado de madurez intelectual y emocional con que llegan es bajo.

Hay casos que inquietan más, no son pocos. Dialogando, afloran sentimientos de frustración. No se sienten apreciados por su entorno, asumen que son incomprendidos, denotan baja autoestima, revelan problemas con la casa o dinámica familiar. Situaciones muy variadas. Las universidades tienen departamentos para atención especial a quien esté dispuesto a recibirla, pero el problema de fondo requiere otros esfuerzos. La familia es clave.

Desgraciadamente, todo indica que el concepto de familia y su composición tienden a cambiar. De partida, se ha fortalecido en Chile la familia monoparental, cuyo incremento se debe a las separaciones de hecho y legales. Otro concepto se refiere a convivencias afectivas con amistades, sin crear parentesco, o bien relaciones conyugales prolongadas no matrimoniales, o bien parejas homosexuales que buscan formar familia homoparental adoptando hijos.

A pesar de que la izquierda o progresismo se empeña por deconstruir la familia tradicional --disolverla conceptual y realmente, como ocurre en países europeos-, ella sigue considerándose la mejor instancia para formar a los hijos en aquello que les permitirá desarrollarse como buenos seres humanos. Institución infinitamente superior a una unidad económica, social o legal, como la definen. Es el lugar estable, que acoge cariñosamente, cuida, socializa, enseña a vivir responsablemente, aporta virtudes basales que sirven para toda la existencia, multiplicándose en sucesivas generaciones.

Los especialistas señalan que un factor que repercute negativamente en los hijos -reconociendo excepciones a la regla- es la disfuncionalidad de sus familias. Tienen mayores probabilidades de presentar problemas conductuales, emocionales, interpersonales, inestabilidad, ansiedad y mucho más. Por otra parte, los cientistas sociales sindican a la familia como la instancia, por excelencia, de mediación entre el individuo y la sociedad, para focalizar políticas públicas destinadas a mejorar condiciones socioeconómicas. Pero pareciera que el relativismo demoledor que guía a la izquierda y progresismo desprecia esta realidad objetiva, natural, necesaria; este derecho humano milenario.

No digo que la familia nuclear, indivisible, es la depositaria exclusiva de las virtudes formativas en favor de los hijos. Porque, sin ser un comportamiento corriente, hay personas que han rehecho su vida conyugal (hombre y mujer) manteniendo inalterable su preocupación por los hijos del anterior u otro matrimonio. Pero coincidirá conmigo en que hay escasa preocupación institucional y social por el tema. Hay políticas públicas que quieren implementarse --de tipo holandés, digamos-, orientadas a proteger una gama de "diversidades", pero nada destinado a fomentar el pilar de toda sociedad. ¡Qué contrasentido! El colegio más bien instruye; en la familia es donde nacen, crecen y se educan, para ser buenas personas, los ciudadanos del país.

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