Diario La Tercera, 5 de marzo de 2012
A different kind of truth
Por un lado Sting, Peter Gabriel, Bono, Thom Yorke, la clase de roquero ansioso por salvar al mundo, viejos europeos existencialistas y densos. En la vereda del frente, muertos de risa, Van Halen, californianos, hedonistas, con unos egos apenas contenidos en arenas y estadios, gringos 100% como un descapotable devora bencina. Los monarcas del rock fiestero capaz de infartar por chabacanos a toda la asistencia de una disco brit pop, regresan y ronronean vigorosos. Vuelven con la voz de David Lee Roth por primera vez desde 1984, cuando era una de las bandas más grandes y entretenidas de toda la Tierra bajo la espectacularidad de Eddie Van Halen, quizás el último héroe de la guitarra. (¿Y Holdsworth, Vai, Satriani, Henderson,...?)
El flojo single Tattoo fue solo un mal augurio injusto con el álbum. Aunque más de la mitad de las canciones proviene de maquetas de mediados de los 70, Van Halen retoma su historia en el punto en que se divorciaron con Lee Roth. El sonido clásico del grupo está perfectamente impreso y reforzado. La guitarra luce ampulosa, acrobática, delicada, todo a la vez. El golpe ágil de la batería de Alex Van Halen, quien mejor ha replicado la textura del mazazo de John Bonham, suena demoledor. Todos los recelos con Wolfgang Van Halen en el bajo, el hijo de 20 años de Eddie que reemplazó al histórico Michael Anthony, desvanecidos. Es un músico con los genes de una familia de virtuosos y así lo plasma en el disco, con piruetas y actitud. Y la voz del rubio cantante parece intacta, incluso más versátil, enhebrando esas armonías de playa y rock & roll junto a Eddie y ahora Wolfgang, encargado de cubrir el sello vocal de Michael Anthony, uno de los mejores ingredientes del conjunto.
Todo ese fondo redunda en canciones que cualquier fan de la etapa clásica podría adorar como She’s the woman, You and your blues, China town, Blood and fire y Bullethead. Luego hay otros temas más trabajados, oscuros y ambiciosos como As is y Honeybabysweetiedoll, donde el guitarrista despliega el sello por el que merece reverencias, y un corte como Big river, el único resabio de la etapa AOR con Sammy Hagar. A different kind of truth simboliza el retorno del rock como arma de gozo masivo con la noble pretensión de deslumbrar y entretener.
El flojo single Tattoo fue solo un mal augurio injusto con el álbum. Aunque más de la mitad de las canciones proviene de maquetas de mediados de los 70, Van Halen retoma su historia en el punto en que se divorciaron con Lee Roth. El sonido clásico del grupo está perfectamente impreso y reforzado. La guitarra luce ampulosa, acrobática, delicada, todo a la vez. El golpe ágil de la batería de Alex Van Halen, quien mejor ha replicado la textura del mazazo de John Bonham, suena demoledor. Todos los recelos con Wolfgang Van Halen en el bajo, el hijo de 20 años de Eddie que reemplazó al histórico Michael Anthony, desvanecidos. Es un músico con los genes de una familia de virtuosos y así lo plasma en el disco, con piruetas y actitud. Y la voz del rubio cantante parece intacta, incluso más versátil, enhebrando esas armonías de playa y rock & roll junto a Eddie y ahora Wolfgang, encargado de cubrir el sello vocal de Michael Anthony, uno de los mejores ingredientes del conjunto.
Todo ese fondo redunda en canciones que cualquier fan de la etapa clásica podría adorar como She’s the woman, You and your blues, China town, Blood and fire y Bullethead. Luego hay otros temas más trabajados, oscuros y ambiciosos como As is y Honeybabysweetiedoll, donde el guitarrista despliega el sello por el que merece reverencias, y un corte como Big river, el único resabio de la etapa AOR con Sammy Hagar. A different kind of truth simboliza el retorno del rock como arma de gozo masivo con la noble pretensión de deslumbrar y entretener.
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