Llegó marzo, aunque el glorioso día
pareciera desmentirlo completamente.
Como si la intensa luminosidad,
así como nuestro fuero interno
se negaran a reconocer la evidencia
de que el verano apronta su retirada inminente
y las grandes olas que viene principalmente
desde el oeste, aunque también desde el norte y el sur,
por aire mar y tierra, nos inundarán
y arrastrarán en su irrefrenable carrera,
a más tardar cuando concluya este fin de semana.
Mientras tanto, contemplo
los duraznos en el árbol,
las racimos colgando de la parra,
los frutos del nogal que silenciosamente maduran
y cómo va cambiando el color de los tomates
plantados en el huerto, y se van enrojeciendo
día a día, así como se luce
el amarillo intenso de la flor del zapallo.
Recuerdo la expresión de mi hijo menor, Benito,
quien cuando era un niño todavía pequeño
ya había inventado su propio calendario de estaciones
soltando frases como: «Los árboles con fruta se llaman verano».
El cerro Manquehue se yergue majestuoso,
enmarcado por el brillo de las hojas del pimiento
y las tonalidades verde amarillas de la cordilínea
que se asoman desde mi ventana
y la flor de la lantana espera
el regreso de los picaflores.
El verano siempre remitirá a mi infancia
-la luz de un estío mítico e interminable-
y también sus olores y sabores.
Ahora mismo estoy disfrutando
de unos exquisitos porotos granados
perfumados con una hoja de albahaca,
y de unas tunas cosechadas ayer
y guardadas desde entonces
en el refrigerador para el postre de hoy.
(Aunque para muchos la fruta no es postre,
esta vez no hay sustituto mejor).
Eso sí, me siento como esos condenados
a los que se le concede el último deseo
antes de que llega la fatídica hora de la ejecución
Y así como llegará
el casi inevitable efecto colateral
de los porotos granados,
marzo se nos aparece de pronto
como los cañones de Navarone,
aquella película de hace medio siglo,
con Gregory Peck, David Niven y Anthony Quinn,
galardonada por sus efectos especiales,
o como Tobruk, protagonizada
por Rock Hudson y George Peppard,
para anunciarnos que ya es hora
de que los comandos vuelvan al frente de batalla...
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