por Sergio Gilbert
Diario El Mercurio, Deportes, viernes 16 de marzo de 2012
No caben dudas de que existe una posición mayoritaria -por no decir aplastante como opinión- en cuanto a que el campeonato español (autodenominado "Liga de las Estrellas") es el que genera mayor interés a nivel mundial.
El torneo hispano, claro, seduce con sólo nombrar las grandes figuras que tiene, lo que obviamente genera el interés -y hasta el apasionamiento desbordado- en zonas que exceden los límites de España.
Es la exposición, de alguna manera, de la aldea global que describía la teoría del canadiense Marshall McLuhan, porque a la hora del inicio de los partidos del campeonato hispano, la interconexión mediática es instantánea ("el medio es el mensaje").
Un fenómeno social, se dirá.
Pero también la demostración palpable de una crisis.
Y es que la composición actual de la liga española, que tanto interés genera, se ha revestido de un pesado ropaje de pompa y boato que ha terminado por empezar a erosionar las raíces mismas del fútbol. Derechamente, a minimizar uno de sus fundamentos: la competencia.
Que la lucha por ser campeón sea sólo de dos (Barcelona y Real Madrid), y que también sea entre poquísimos la disputa por ser el mejor de la liga o el goleador (Lionel Messi y Cristiano Ronaldo), dan cuenta de manera clara y contundente que hoy la liga española ha reducido al mínimo la posibilidad de la incertidumbre.
Es cierto. El fútbol es, a la larga, lógico en sus resultados. Los mejores, los que tienen los planteles más brillantes y los entrenadores mejor preparados, siempre terminarán consolidándose en las posiciones de lucha. Pero aun con ellos deben haber eventualidades para que el fútbol sea fútbol.
Y en España, cada vez hay menos.
Aunque Bielsa haga una campaña tremenda con Athletic de Bilbao, aunque Pellegrini conforme un Málaga súper millonario, aunque Valencia o Atlético Madrid aumenten exponencialmente sus niveles de juego, todos saben -porque es cosa de ver la tabla de posiciones- que nadie podrá siquiera aspirar a inmiscuirse en la lucha madridista-catalana.
Es obvio que, por ahora, nadie piense ni menos se preocupe de este problema.
El negocio está fluyendo, los euros se están multiplicando, y todos parecen estar felices de vivir un gran espectáculo.
Hay filete en la mesa y hay que comérselo con ganas. Pero ojo. Hay signos de descomposición.
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