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Las ilusiones perdidas

Ernesto Ottone
Sábado 26 de Noviembre de 2011


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Así se titula una novela mayor de Honoré de Balzac, parte de la "Comedia Humana", que trata a través de la historia del joven Lucien de Rubenpré de cómo en ciertas ocasiones los sueños de juventud concluyen en un triste fracaso.
En política, los tiempos son más cortos que los de una vida y los fracasos reversibles. Sería por lo tanto injusto hablar de fracaso al referirse al actual gobierno, que se acerca a la mitad de su período, aun cuando muchas de sus ilusiones iniciales parecen estar al menos parcialmente perdidas, y costará mucho reanimarlas en lo que queda de esta administración.
Las ilusiones originarias que se expresaban en categóricas promesas nos hablaban del inicio de una nueva era que borraría una supuesta inepcia concertacionista a través de una nueva manera de gobernar impregnada de dinámica eficiencia, eficaces resultados y ausencia de disputas partidarias. Tales ilusiones comenzaron a desdibujarse a corto andar.
Es muy larga la lista de errores, torpezas y conflictos de intereses que comenzaron a llevarse con el viento a ministros, intendentes, embajadores, directores de servicios, para culminar, hace alrededor de dos semanas, con la renuncia de una señora que dirigía una oficina en La Moneda desde la cual se le deseó un ferviente éxito a un acto de homenaje a un delincuente condenado a más de 144 años de cárcel por crímenes contra los derechos humanos.
Otra ilusión, eje de la campaña electoral, era la de poner fin a la delincuencia, cuyo crecimiento se achacaba a los gobiernos remolones y garantistas de la Concertación. La mano dura del nuevo gobierno pondría fin en un santiamén a este azote. Sin embargo, ¡la vida es dura! La criminalidad ha aumentado.
Parecería, en consecuencia, que las cosas son más complejas en la sociedad contemporánea, la delincuencia también se globaliza y acentúa y la lucha contra ella -junto con la acción policial- tiene que ver más con la generación de un tejido social preventivo que con el ceño amenazador pero irrelevante de un ministro del Interior que busca desesperadamente a quién echarle la culpa, si a otros poderes del Estado o a las manifestaciones sociales de protesta.
Se nos dijo también que creceríamos al 6% anual. Hasta hoy las cuentas parecieran dar, como también para el resto de América del Sur, gracias principalmente a la actual coyuntura internacional de la región. Pero cuidado, esa coyuntura está cambiando, y es muy probable que esa promesa temeraria no pueda tenerse en pie. Resulta irreal pensar que, pese a la sólida construcción contracíclica construida en años anteriores, el crecimiento de nuestra economía no está influida por los avatares de la economía mundial. Es en esos momentos, con viento en contra, donde se prueba la fortaleza de la conducción económica.
El que las ilusiones estén un tanto extraviadas no significa que todo el balance es negativo. Ha sido precisamente cuando ha reinado un espíritu más abierto, sensible y cauto y se han buscado acuerdos amplios que se han obtenido avances y se han aprobado leyes de protección social cuya "letra chica" ha terminado por desaparecer a través del diálogo.
Ojalá predomine ese espíritu frente a problemas que están abiertos y la sociedad reclama con justicia. Tal como hemos señalado, se ha agotado un ciclo político con logros muy positivos, pero que hoy resultan insuficientes. La sociedad chilena de hoy aspira a bienes públicos más extensos y de mejor calidad en educación y salud, a mejores condiciones laborales y a una mayor protección del consumidor.
Responder a este nuevo ciclo político requiere un espíritu de negociación y pericia política hasta ahora exiguo, pero también voluntad de atravesar el umbral del desarrollo con una sociedad más igualitaria.
Si el Presidente abandonara su andar tan presuroso como errático y se decidiera a caminar en esa dirección, se podría aprobar en tiempos breves el cambio de un sistema electoral que resulta indefendible, y con más rapidez aun se podría poner en funcionamiento la inscripción automática que se demora de manera sospechosa y se podría avanzar en una reforma tributaria indispensable.
Asumir una orientación liberal, en el sentido político de la palabra, aquel capaz de conjugarse con la justicia social, lo alejaría seguramente de una parte de los suyos -que tan suyos tampoco son-, pero lo acercaría a la mayoría de los chilenos.
¿Tendrá el coraje, la convicción y la grandeza de hacerlo?

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