Artículo correspondiente al número 313 (18 de noviembre al 1 de diciembre de 2011 REVISTA CAPITAL)
Le gusta decir lo que piensa y así lo hace en sus columnas mensuales. El ejecutivo top del grupo Luksic no es sólo negocios y números. La política y los cambios sociales son parte importante de sus reflexiones. Ahí están los indignados, el conflicto estudiantil y la inminente alza impositiva. “Las empresas están para producir y no para resolver todos los problemas de la sociedad”. Así de directo. Por Carla Sánchez Mutis; fotos, Verónica Ortíz.
En las distintas ciudades del mundo que a Francisco Pérez Mackenna le ha tocado visitar este año, el comentario obligado sobre Chile han sido las protestas estudiantiles. “Piensan que este es un país con mucho desorden”, cuenta. Y claro que le preocupa pues, para el expositor de la próxima Enade, “la reputación es el principal activo que tiene nuestro país”.
Vive leyendo papers. Sigue a distintos economistas, como John Cochrane o Gary Becker. Revisa cuanta prensa escrita existe en el poco tiempo libre que tiene. Y las ideas que recoge las discute con sus alumnos de Finanzas de la UC, además de hacerlas públicas en sus columnas mensuales en el diario La Tercera.
Por esa aguda pluma han pasado temas como el conflicto estudiantil, la relación entre la mujer y el trabajo y la discusión sobre el ajuste o perfeccionamiento tributario –como ha preferido llamarlo el gobierno-, el que, por cierto, no comparte para nada. Tienes preguntas para todo y respuestas para casi todo. Es que dedica buena parte de su cabeza a la reflexión. Sabe de negocios, mucho. Y para los conflictos sociales, también tiene su diagnóstico: los costos del éxito.
-¿Cómo ve este fenómeno mundial de los indignados? ¿A qué se lo atribuye?
-A muchos factores, pero básicamente tiene que ver con el problema que les genera a las sociedades el éxito, que no se distribuye en forma pareja. A partir de la Segunda Guerra Mundial, el mundo ha vivido su mejor época en la historia de la humanidad, desde la invención de la agricultura. Y ese crecimiento económico, que es el éxito del capitalismo, deja rezagados en el camino. Hay un mayor dinamismo que también tiene que ver con la incorporación a la economía mundial de grandes poblaciones como China, India o las propias mujeres. El problema es que no todos están igual de capacitados, por lo que a algunos les cuesta mucho más encontrar trabajo. En ese ambiente, salen de perdedores, lo que hace que los tipos se pregunten: ¿me convienen estas reglas del juego? A lo mejor, no; por mucho que la sociedad en promedio gane. Hay varios historiadores económicos que predijeron este movimiento hace 30 o 40 años.
-Este descontento social ¿llegó para quedarse o lo ve como algo pasajero?
-Es un ciclo, un llamado al sistema a que no se olviden de ellos. Lo que hay que pensar es de qué manera se valida comunicacionalmente el progreso –porque también es un tema de imagen– y de qué forma se socorre mejor a quienes de todas maneras van a perder en esta pasada.
-¿Cree que falló el capitalismo?
-De ninguna manera. Lo que pasa es que las sociedades más complejas son complicadas, porque uno hace una transacción o establece una relación comercial con terceros y nunca más los ve; la distancia entre origen y el destino de un producto es enorme.Entonce, en ese mundo lo que rigen son los contratos. Y obviamente, los contratos son pedazos de papel con un montón de letras –alguna de ellas muy chiquititas– donde la desconfianza es mayor. Ese es un elemento que llegó para quedarse, porque las sociedades grandes, de 7 mil millones de habitantes, no pueden resolver sus problemas como lo hacían sus antepasados.
Vive leyendo papers. Sigue a distintos economistas, como John Cochrane o Gary Becker. Revisa cuanta prensa escrita existe en el poco tiempo libre que tiene. Y las ideas que recoge las discute con sus alumnos de Finanzas de la UC, además de hacerlas públicas en sus columnas mensuales en el diario La Tercera.
Por esa aguda pluma han pasado temas como el conflicto estudiantil, la relación entre la mujer y el trabajo y la discusión sobre el ajuste o perfeccionamiento tributario –como ha preferido llamarlo el gobierno-, el que, por cierto, no comparte para nada. Tienes preguntas para todo y respuestas para casi todo. Es que dedica buena parte de su cabeza a la reflexión. Sabe de negocios, mucho. Y para los conflictos sociales, también tiene su diagnóstico: los costos del éxito.
-¿Cómo ve este fenómeno mundial de los indignados? ¿A qué se lo atribuye?
-A muchos factores, pero básicamente tiene que ver con el problema que les genera a las sociedades el éxito, que no se distribuye en forma pareja. A partir de la Segunda Guerra Mundial, el mundo ha vivido su mejor época en la historia de la humanidad, desde la invención de la agricultura. Y ese crecimiento económico, que es el éxito del capitalismo, deja rezagados en el camino. Hay un mayor dinamismo que también tiene que ver con la incorporación a la economía mundial de grandes poblaciones como China, India o las propias mujeres. El problema es que no todos están igual de capacitados, por lo que a algunos les cuesta mucho más encontrar trabajo. En ese ambiente, salen de perdedores, lo que hace que los tipos se pregunten: ¿me convienen estas reglas del juego? A lo mejor, no; por mucho que la sociedad en promedio gane. Hay varios historiadores económicos que predijeron este movimiento hace 30 o 40 años.
-Este descontento social ¿llegó para quedarse o lo ve como algo pasajero?
-Es un ciclo, un llamado al sistema a que no se olviden de ellos. Lo que hay que pensar es de qué manera se valida comunicacionalmente el progreso –porque también es un tema de imagen– y de qué forma se socorre mejor a quienes de todas maneras van a perder en esta pasada.
-¿Cree que falló el capitalismo?
-De ninguna manera. Lo que pasa es que las sociedades más complejas son complicadas, porque uno hace una transacción o establece una relación comercial con terceros y nunca más los ve; la distancia entre origen y el destino de un producto es enorme.Entonce, en ese mundo lo que rigen son los contratos. Y obviamente, los contratos son pedazos de papel con un montón de letras –alguna de ellas muy chiquititas– donde la desconfianza es mayor. Ese es un elemento que llegó para quedarse, porque las sociedades grandes, de 7 mil millones de habitantes, no pueden resolver sus problemas como lo hacían sus antepasados.
“Vas a comprar una pasta de dientes y llevas la que más te conviene. No le pasas un premio al fabricante por el hecho de que hace obras sociales el domingo”. |
-¿Que haría usted para mejorar el capitalismo? ¿Cree, como dijo Richard Branson, fundador de Virgin, que al capitalismo le falta corazón?
-El capitalismo es un sistema a través del cual la gente se pone de acuerdo para hacer las cosas. Las personas son las que tienen que poner corazón en lo que hacen. Desde ese punto de vista, es importante darles espacio para que puedan desarrollar ese aspecto de su vida. A veces, los Estados dan poco lugar para que lo hagan.
-¿Ha sido ineficiente el Estado? ¿Cree que debería tener un rol más protagónico?
-El estado tiene que abrirle espacio a la gente para que a través de su libertad y de los incentivos hagan las labores sociales de manera más importante. En países como los nuestros, eso se hace poco. Hoy en la mañana escuché que el porcentaje de tiempo que dedican las personas de países como Chile a voluntariados es infinitamente más chico que en los países más desarrollados.
-Pero es curioso ver tanto descontento cuando hay más recursos que nunca en el país…
-Claro, hay recursos materiales, pero factores como el tiempo no han aumentado en un segundo, y eso no va a cambiar.
La justa desigualdad
-¿Qué responsabilidad les cabe a los empresarios en este escenario?
-Los empresarios no tienen la culpa; esto tiene que ver más con la globalización y con los cambios en los pesos relativos por los términos de intercambios, donde hay gente que ve que a unos les va muy bien –porque eso es lo que produce el sistema, dispersión–, y a otros, no tanto. Una parte de esa desigualdad es justa, otra es matemática. Uno no puede esperar que el patrimonio de una persona de 65 años, que ha ahorrado toda su vida, sea igual al de un tipo de 20 que todavía no produce. Cuando uno mira las estadísticas de distribución del ingreso, ese tipo de factores no se toma en cuenta. Las cosas materiales son importantes, pero no son lo único: están las oportunidades, la percepción de justicia y otros asuntos que son, a lo mejor, imaginarios, pero que al final de día se transforman en reales.
-Pero también están quienes sostienen que a los empresarios tienen responsabilidad, en el sentido de que no basta sólo con crear empleos…
-Al final del día, el emprendedor se mete dentro del sistema para crear un objetivo, y este no le permite desviarse. Cuando vas a comprar una pasta de dientes al supermercado, llevas la que más te conviene como consumidor, y no le pasas un premio al fabricante por el hecho de que hace obras sociales el domingo. Desde el punto de vista de la fábrica, el tipo está obligado a competir y a ser eficiente, porque si no logra serlo, los consumidores lo abandonan…
“Es una ilusión creer que a través de más impuestos se arreglan los problemas”. |
-Pero en Chile hay muchos empresarios que son más que eficientes…
-A lo que me refiero es que tú no tienes poder monopólico como para poder extraer rentas y dedicarlas a una cosa distinta que a lo mínimo. La mayoría de las veces, lo que tienes es la capacidad de generar suficientes ingresos para pagarles a tus factores –trabajo, capital, materias primas– y te queda poco por encima de eso. Las cosas se hacen con un objetivo que se persigue dentro de restricciones que son las de la buena conducta, ser una compañía socialmente responsable. Tú no puedes transformar a las empresas en una cosa distinta a lo que son. Ellas están para producir y no para resolver todos los problemas de la sociedad; esa es responsabilidad de las personas con los ingresos que reciban.
-Y por un tema ético, ¿no cree que los empresarios debieran hacer un esfuerzo mayor?
-No creo que los empresarios tengan mayor o menor responsabilidad que el resto de los ciudadanos. La responsabilidad de que Chile sea mejor es de todos los chilenos, no sólo de los empresarios, ni de los futbolistas, ni de los artistas, ni de los comunicadores.
El festín de satanizar
-Hablando del tema de los impuestos, al parecer el “perfeccionamiento” tributario ya es inminente. Queda claro que usted está en contra de eso.
-Es una mala idea el alza de los impuestos. Produce distorsiones y tieneun costo en el crecimiento. Pequeños efectos en las tasas de crecimiento, producto de querer recaudar más impuestos hoy, van a tener un tremendo impacto en los que vamos a terminar recaudando mañana. Por ejemplo, si tú afectas en un 1% la tasa de crecimiento del país, en 30 años más vas a tener un 30% menos de crecimiento. El crecimiento te genera ingresos, porque tener las mismas tasas cuando un país es más grande recauda más impuestos. Lo que deberíamos hacer es tratar de asegurar el crecimiento.
-¿Cómo?
-Con un montón de cosas. Desde luego darle espacio al sector privado, al emprendimiento, y los impuestos se lo quitan.
-¿Un alza de impuestos de todas formas afectará la inversión?
-No hay duda de eso; la pregunta es cuánto. La gente pone su plata en un proyecto con el ánimo de obtener un resultado; si alguien en el medio le cobra un peaje y éste crece, el resultado es más chico.
“Si el peaje (impuesto) para llegar de un lado a otro aumenta, la cantidad de viajes, que es el emprendimiento, va a disminuir”. |
-Pero con respecto a la media mundial, el impuesto a las empresas está bajo en Chile, ¿o no?
-No, eso no es así. Desde luego hay países importantes que tienen impuestos bajos también. En segundo lugar, el impuesto a las empresas no es el único que ellas pagan, están también el IVA, las patentes municipales, el impuesto que pagan las personas. Hay algo importante que entender: los impuestos no lo pagan las empresas, ellas son intermediarias. Las que pagan son las personas. Esta cuestión de que vamos a subir el impuesto a las empresas y eso no va a afectar a las personas no es así. Si las empresas tienen más impuestos, las pensiones van a ser más chicas, porque van a poder repartir menos utilidades y una buena parte de esas utilidades a través de las AFP llega a los pensionados. Si el peaje para llegar de un lado a otro aumenta, la cantidad de viajes, que es el emprendimiento, va a disminuir.
-¿No cree que es injusto -como ejemplificó Felipe Lamarca-, que un mendigo pague 19% de impuesto por un pan mientras que una empresa pague 17% (hoy 20%, por el terremoto)?
-No tiene nada que ver una cosa con la otra. Una cosa es el IVA y la otra el impuesto a la renta. La empresa, cuando compra pan también paga el 19%. Es comparar peras con manzanas.
-Pero la empresa tiene más recursos…
-Eso es una cosa curiosa; la pregunta es súper simple: ¿nos conviene o no como país tener más impuestos?
-¿Cree que un alza de impuestos no es necesaria o que generaría consecuencias peores?
-No es necesaria si fomentamos el crecimiento, porque con ello en el futuro va a crecer. Contra esos flujos futuros el país se puede endeudar. Lo importante es el crecimiento. Al aumentarle el costo a las empresas lo que está pidiendo el fisco es más dividendo; por tanto, hay menos recursos para financiar crecimiento.
-Y si es tan perjudicial como usted dice, ¿por qué el gobierno está analizando un alza de impuestos? ¿Es una medida populista?
-Es un tema discutible. Creo que hay una presión. Mira lo que pasó con el tema de los impuestos para ayudar con el terremoto: la primera afirmación fue que eran transitorios. ¿Por qué pensar que el impuesto que teníamos antes no era óptimo?
-Porque se necesitaba recaudar más plata…
-Claro, pero, ¿con qué nivel de estabilidad en el tiempo esa capacidad de recaudar más plata? ¿Cuál va a ser el impacto en el crecimiento? Si dices voy a cobrar más por una cosa extraordinaria durante dos años –algo con lo que yo tampoco estaba de acuerdo, y lo dije en su momento– se habría podido recurrir más agresivamente a las concesiones. Pero dejando eso de lado, hubo un diagnóstico a partir de una situación inicial. Ahora vienen las demandas sociales y decimos cobremos más impuestos, pero es una ilusión creer que a través de más impuestos se arreglan los problemas. Éstos se arreglan teniendo más recursos disponibles para la sociedad como un todo, y los impuestos producen una distorsión. ¿Qué pasaría si el impuesto fuera de 100%?
-No existirían empresas.
-Ese es el punto. Es fácil de establecer, yéndose a lo absurdo, que hay un impuesto que es óptimo. No es el 100%; porque no recaudarías nada; tampoco lo es el 0%, porque también recibes nada. Además, hay que mirar cómo afecta el alza de impuestos al crecimiento económico.
Hay que tener presente que, como país, no tenemos el monopolio de que los nuevos negocios se instalen acá. Un chileno con buenas ideas va instalar su proyecto acá en la medida en que le convenga. Me acuerdo cuando estudié afuera tenía compañeros de Perú, Bolivia, Brasil, Argentina... y los únicos que querían volver a Chile éramos nosotros. Bueno, en esa época Chile estaba abriendo los espacios de libertad a los empresarios, lo que hacía que hubiera buenas oportunidades de trabajo. Lo que quisiera ver es que eso siga y además, que seamos de atraer a extranjeros que hoy están con pocas oportunidades. Si los europeos están tan complicados, ¿no será este el momento en que deberíamos abrir nuestro mercado? ¿Por qué no?
-Entonces, quizás no es el minuto para subir los impuestos…
-Alemania tiene un impuesto a las empresas un poco más alto que el nuestro y tiene una eficiencia salvaje. Las carreteras, por ejemplo, son gratis. Los impuestos hay que verlos en el contexto de cómo afectan a las empresas, a las personas. Si tú percibes mucho del estado, una carga tributaria mayor te afecta menos. Aquí, por ejemplo, tenemos un costo de la energía muy alto y también una parte importante de la energía está gravada con impuestos. ¿Tenemos hoy día las capacidades o las hemos ido perdiendo? Esas son las preguntas que yo me haría para poder seguir siendo una economía pujante y la mejor de Latinoamérica.
“Hay una cosa que la gente supone, y es que todo lo que hace el estado está bien: el rey es infalible y el pueblo es el que tiene que demostrarle al rey que ha obrado bien. Yo más bien creo en lo contrario: así como el pueblo se equivoca, el estado también a veces abusa de su posición”. |
-Pero me imagino que todas estas cosas el ministro de Hacienda las sabe…
-Al principio se pensaba que a lo mejor sería necesario subir los impuestos por terremoto. Ahora estamos pensando en que era necesario subirlos permanentemente. Se ha ido cambiando de opinión en este tema. No he visto los fundamentos que prueben que esa es una buena idea en términos de cuál va a ser su impacto en el crecimiento.
Al subir los impuestos, se agranda el sector público y se achica el privado, en términos relativos. Hay una cosa que la gente supone: que todo lo que hace el Estado está bien y que el peso de la rueda está en los privados. El rey es infalible y el pueblo es el que tiene que demostrarle al rey que ha obrado bien. Yo más bien creo en lo contrario: así como el pueblo se equivoca, el Estado también a veces abusa de su posición.
-En este escenario, ¿en qué se ha equivocado el Estado?
-Eso de pensar en que no hay conflictos de interés por el lado del recaudador creo que es una ilusión. A veces el recaudador quiere hacerlo más allá de lo que la ley le permite. Esa es una disputa en la sociedad que está siempre presente en Chile, Europa, Estados Unidos y en todas partes. Esto de satanizar a los empresarios es un festín que se está dando la sociedad a raíz de la crisis subprime y de lo que está pasando, pero es muy negativo para todos. Al final del día todos somos empresarios, potenciales o actuales, desde el que tiene un pequeño gallinero y vende sus huevos hasta el más grande.
-Pero con esta crisis, el rol del Estado ha sido muy cuestionado, se ha criticado al Estado benefactor en Europa, no es que sólo se haya demonizado a los empresarios…
-Pero he visto más bien un cuestionamiento en la línea de decir no regularon lo suficiente. Siempre pasa: hoy día hay una crisis y hay que encontrar al culpable.
La leche en polvo de la UP y los abusos de la gratuidad |
-¿Cómo ha visto al gobierno en la crisis educacional? -No quiero meterme en eso. No tiene mucho sentido que aquellos que están en universidades sin fines de lucro -básicamente, las estatales- dejen de ir a clases para que el sistema cambie y para que se instaure algo que ellos ya tienen. Y que la protesta signifique perder un año de clases le hace mal a ellos y a las instituciones en que estudian. Comparto la actitud del gobierno: no podemos, por una presión puntual de unos pocos, llegar a un esquema, que no sería justo, de que todos vayan al colegio y a la universidad gratis. Por otro lado, la educación tiene el lado de la demanda, del que quiere estudiar. Se ha hablado mucho de la oferta, de que la calidad de la educación es mala, pero también es importante el rol de las familias y de los alumnos. -¿En qué sentido? -Es importante que ellos quieran estudiar y le pongan empeño en ir a clases. -¿Cree que si fuera gratis para el estudiante no habría ese incentivo? -Me acuerdo de que la leche en polvo que se regalaba en la época de la Unidad Popular se usaba para tizar canchas de fútbol. Cuando las cosas son gratis, en el sentido que las paga otro, obviamente se producen abusos. Y por lo demás, si voy a educarme y tener suficientes ingresos para pagar mis estudios después de haber terminado, ¿por qué no puedo comprometerme a pagarlo cuando termine? ¿Qué tiene de inmoral eso? -A lo mejor el problema es que esas tasas son demasiado altas… -Ese es otro tema. El que debiera financiar eso es el Estado, que es el que más gana con la educación. Cuando uno estudia, aumenta el capital humano y con ello sube las tasas de impuestos de las personas, y aquellas que ganan más pagan progresivamente más impuestos. Por lo tanto, si el Estado financia la educación está haciendo una inversión que va a cobrar vía impuestos después. Es decir, lo cobra dos veces: por el crédito y cuando paguen más impuesto a la renta. Es súper buen negocio para el Estado que la gente se eduque, porque le va a cobrar más impuestos después. -Porque ahora, los que ganan son los bancos… -Pero son créditos competitivos a tasas de mercado. Me preocupa esa corriente de pensamiento de que los empresarios son deshonestos en lo que hacen. Creo que no es así, es una cosa que el imaginario colectivo golpea una y otra vez para ver si se transforma en dogma. -Pero obviamente a la gente le molesta que las utilidades de las isapres crezcan en un 70%... -Ahí hay un ejemplo: las utilidades crecen un 70%, pero el mensaje que se recibe es que ganan un 70%. Si tienes una utilidad baja y creces muy poco, el porcentaje puede ser muy alto, porque un pequeño aumento de un número chico te da un tremendo porcentaje, pero eso no significa que estés ganando mucho. Lo que la gente llega a creer es que la rentabilidad sobre el capital es de 70%. -Pero, lógicamente, si la gente escucha que las utilidades crecieron en un 70%, inmediatamente se asocia con que no están perdiendo plata precisamente… -Están ganando más que el año pasado, pero la pregunta que sigue es ¿cuánto estaban ganando? Si yo subo de 1 peso a 2, la utilidad sube en un 100%, pero sigues ganando poco. Lo que hay que ver es cuál es el retorno sobre capital que tiene hoy en día y si hay libertad para entrar a esa industria. Ninguna sociedad moderna puede progresar persiguiendo a sus empresarios. |
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