El ideal son gobiernos en que los políticos y los técnicos se complementen de modo que cada uno cumpla su labor.
por Rolf Lüders - Diario La Tercera 25/11/2011 - 04:00
RECIENTEMENTE, Grecia e Italia pasaron a ser liderados por los tecnócratas Lucas Papademos y Mario Monti, respectivamente, para un mejor gobierno. Ambos tienen estudios de posgrado en EE.UU., en las prestigiosas universidades de MIT y Yale, y sus carreras han sido de corte más bien técnico. En cambio en Chile el Presidente Piñera consideró oportuno, también para un mejor gobierno, incorporar a su gabinete a los políticos Andrés Allamand, Pablo Longueira y Evelyn Matthei. ¿Cómo explicar estos fenómenos en apariencia contradictorios y juzgar su conveniencia?
Jan Tinbergen, primer Nobel de Economía, en su libro pionero On the Theory of Economic Policy (1952) nos ayuda a entender los requisitos de una buena política pública. Los objetivos de la política en democracia deben representar los intereses de la población, y los instrumentos utilizados para lograr esos intereses deben ser los más eficaces para lograrlos. La única manera de saber lo último es conociendo la realidad sobre la que se actúa, cuya abstracción es el modelo, que en materia económica se puede expresar incluso algebraicamente.
A menudo los objetivos de una política pública son difíciles de precisar, dado que incluyen simultáneamente consideraciones de eficiencia (buen uso de los recursos) y distribución de beneficios. Por eso, si definimos a la actividad política como orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos, o alternativamente como el ejercicio del poder para la resolución de un conflicto de intereses, son los políticos los que mejor los pueden interpretar. En cambio, si se trata de escoger los instrumentos óptimos para lograr los objetivos deseados socialmente, el conocimiento técnico es esencial. A este nivel, las cosas no dependen de preferencias de unos y otros, sino que son estrictamente objetivas. Es decir, una buena política pública tenderá a ser aquella en que los objetivos son definidos políticamente, considerando los límites de lo factible y de lo compatible con otros objetivos, y los instrumentos son escogidos técnicamente.
Pues bien, los tecnócratas son por definición aquellas personas que al gobernar tienen una tendencia a hallar soluciones apegadas a la técnica o técnicamente eficaces por encima de otras consideraciones, ya sean ideológicas, políticas o sociales. Por ello, existe una tendencia a llamarlos en épocas difíciles o de crisis, como sucedió en el caso de Chile en 1973 o ahora en el caso de Europa. En cambio, en épocas normales o de bonanza, en que la existencia de recursos a distribuir genera los conflictos correspondientes, los gobiernos tienden a ser liderados por políticos.
El ideal en todo momento, son gobiernos en que los políticos y los técnicos se complementen de modo que cada uno cumpla, de acuerdo con lo descrito antes, la labor que le corresponda. Por ejemplo, el nombramiento del próximo consejero del Banco Central, institución cuyo objetivo ya ha sido definido políticamente en su ley constituyente, debe hacerse del modo que permita velar por la autonomía técnica de la institución y de evitar una politización indeseable.
Jan Tinbergen, primer Nobel de Economía, en su libro pionero On the Theory of Economic Policy (1952) nos ayuda a entender los requisitos de una buena política pública. Los objetivos de la política en democracia deben representar los intereses de la población, y los instrumentos utilizados para lograr esos intereses deben ser los más eficaces para lograrlos. La única manera de saber lo último es conociendo la realidad sobre la que se actúa, cuya abstracción es el modelo, que en materia económica se puede expresar incluso algebraicamente.
A menudo los objetivos de una política pública son difíciles de precisar, dado que incluyen simultáneamente consideraciones de eficiencia (buen uso de los recursos) y distribución de beneficios. Por eso, si definimos a la actividad política como orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos, o alternativamente como el ejercicio del poder para la resolución de un conflicto de intereses, son los políticos los que mejor los pueden interpretar. En cambio, si se trata de escoger los instrumentos óptimos para lograr los objetivos deseados socialmente, el conocimiento técnico es esencial. A este nivel, las cosas no dependen de preferencias de unos y otros, sino que son estrictamente objetivas. Es decir, una buena política pública tenderá a ser aquella en que los objetivos son definidos políticamente, considerando los límites de lo factible y de lo compatible con otros objetivos, y los instrumentos son escogidos técnicamente.
Pues bien, los tecnócratas son por definición aquellas personas que al gobernar tienen una tendencia a hallar soluciones apegadas a la técnica o técnicamente eficaces por encima de otras consideraciones, ya sean ideológicas, políticas o sociales. Por ello, existe una tendencia a llamarlos en épocas difíciles o de crisis, como sucedió en el caso de Chile en 1973 o ahora en el caso de Europa. En cambio, en épocas normales o de bonanza, en que la existencia de recursos a distribuir genera los conflictos correspondientes, los gobiernos tienden a ser liderados por políticos.
El ideal en todo momento, son gobiernos en que los políticos y los técnicos se complementen de modo que cada uno cumpla, de acuerdo con lo descrito antes, la labor que le corresponda. Por ejemplo, el nombramiento del próximo consejero del Banco Central, institución cuyo objetivo ya ha sido definido políticamente en su ley constituyente, debe hacerse del modo que permita velar por la autonomía técnica de la institución y de evitar una politización indeseable.
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