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Buenas intenciones, malas políticas


"Existen dudas fundadas de que el fin del lucro, copago y selección mejorará la calidad del sistema. Es tan evidente el punto que incluso la Presidenta reconoció que el popurrí no había sido 'su primer sentido'..."


El 2014 fue un año enredado. Las condiciones estaban dadas, las intenciones eran buenas, pero las resultantes políticas públicas no han estado a la altura de las circunstancias. Perdimos la oportunidad de mover de forma prudente y ordenada los cercos que limitan nuestro desarrollo.

Con un escaso debate técnico, criticada transversalmente y con un resultado final que se pondrá a prueba en los próximos meses, la reforma tributaria se transformó en el símbolo de la nueva forma de hacer política pública. Y el desliz nos salió caro. A pesar de las defensas iniciales, quedó claro que la experiencia impactó nuestra economía: el desplome de la inversión (sobre 6%) y el bajo crecimiento (1,7%) del 2014 no pueden ser explicados solo por factores externos.

Pero el 2015 ha comenzado con un potente candidato que amenaza desplazar al símbolo del año anterior. En educación, si bien los músicos son distintos, estos han demostrado una gran habilidad para componer la misma melodía. Buenas intenciones no están produciendo buenas propuestas. Existen dudas fundadas de que el fin del lucro, copago y selección mejorará la calidad del sistema. Es tan evidente el punto que incluso la Presidenta reconoció que el popurrí no había sido "su primer sentido".

A la transantiaguina percepción, hay que agregar los problemas de diseño. La muerte lenta de los liceos emblemáticos acordada esta semana por los senadores de la Nueva Mayoría es un buen ejemplo. El fin de la selección por mérito académico es equivalente a hacer un tratamiento de conducto, pero en la muela equivocada. La población ha respondido al innecesario dolor con un alto rechazo.

Pero hay más. El desencanto ante las propuestas también se explica por el equivocado diagnóstico original. Ilustro el punto con tres cifras. En el 2013, en las 22 comunas en donde la candidata Michelle Bachelet obtuvo sobre el 75% de los votos un 91% de las familias con niños en edad escolar (cuarto básico) consideró que su colegio era un buen lugar para aprender, 89% declaró que volvería a matricular a su hijo allí y 87% incluso lo recomendaría a familiares. Los altos porcentajes no solo explican la irritación de las familias ante cambios contraculturales -la experiencia de veinticinco años de progreso en democracia pesa-, sino que también informan de los potenciales costos políticos de la reforma.

Termino con una mención especial a un nuevo candidato. A pocos días de haber sido presentada, la reforma laboral ya genera dudas transversales. Fortalecer la negociación colectiva es una buena intención, pero encarecer el empleo es una mala política pública. ¿Quizás se mejore su diseño en el Congreso? Frío, frío. Eso sería tan probable como creer que el Viejito Pascuero nos traería la Casen durante el 2014.

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