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Catedrales


Nuestra Catedral no tiene un jorobado que la defienda. Ello quedó claro cuando una turba más peligrosa que la de los villanos de París irrumpió en plena misa en honor al apóstol Santiago y procedió a rayar muros y altares, a destruir confesionarios, a proferir blasfemias y cometer sacrilegios. Y todo por el derecho a matar inocentes...


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Es bien notable la defensa que hace Quasimodo de la Catedral de Notre-Dame, cuanto todos los villanos de "La Corte de los Milagros" deciden atacarla para rescatar a Esmeralda. Eso el jorobado no lo sabe, y por eso la protege tan denodadamente: piedras y palos caen desde las alturas, incluso plomo fundido por las bocas de las gárgolas. El desastre abajo es tremendo, aunque Quasimodo cumple a medias su cometido: los villanos no logran entrar y Miranda se escapa igual. Más tarde será ahorcada y, bueno, el resto de la novela de Víctor Hugo es conocido.

Nuestra Catedral no tiene un jorobado que la defienda. Ello quedó claro cuando una turba más peligrosa que la de los villanos de París irrumpió en plena misa en honor al apóstol Santiago y procedió a rayar muros y altares, a destruir confesionarios, a proferir blasfemias y cometer sacrilegios. Y todo por el derecho a matar inocentes.

Es el mundo al revés, ya lo vengo diciendo hace rato... Pero por eso mismo es que nuestra Catedral debería tener un Quasimodo que la defienda, que viva entre sus techos y toque las campanas, que sea amigo de las palomas y avise al deán cada vez que haya un peligro.

Tía Waverly me dice que escribo puras leseras. Pero yo estoy convencido de que un jorobado le vendría de perillas a nuestra Catedral. Tal vez alguna abortista podría cambiar de opinión y abandonar su retoño en las puertas de la iglesia, y así repetimos la historia...

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