La irrupción de un medio tecnológico
de fijación de los instantes de la vida
como la fotografía, permitió
literalmente dejar constancia
de la apariencia individual
de medio mundo.
El retrato en blanco y negro,
en especial, con el rostro humano
pasado por el baño del revelado,
sigue manteniendo al que lo observa
su condición enigmática,
como si fuera un planeta distante
del que escrutamos la luz.
Del trabajo fotográfico de
tres décadas de Julia Toro
reunidos en el libro Amor x Chile,
percibimos que sus retratos
corresponden a una indagación aguda
ejercida sobre el misterio del otro.
El retrato necesita
la pose ensayada y encontrada.
Es necesario,según ella,
diluir la máscara de la espontaneidad.
Quiere que sus modelos le ofrezcan
la cara que ponen en el espejo
antes de salir a una fiesta...
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Extracto adaptado de una columna
Extracto adaptado de una columna
reciente de Roberto Merino
publicado en Revista de Libros
del diario El Mercurio,
domingo 4 de agosto de 2013.
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