Diario La Segunda, Jueves 29 de Agosto de 2013
Y llegamos a la partida de la carrera presidencial,
con nada menos que 9 candidatos
que dicen saber qué es lo mejor para el país.
En Chile hay unos 14 partidos,
un par más en formación
e innumerables movimientos
que les gustaría gobernar.
Para mí esta inédita situación es expresión
de una enorme crisis de sentido nacional,
equivalente en lo societal a la crisis de la mitad de la vida.
Se parece a la crisis de los 40 años,
cuando en general los cimientos
familiares y económicos se han formado
y hay “un algo” que parece faltar en la vida.
El bienestar económico no parece ser suficiente,
aunque ciertamente necesario ya que nadie lo quiere dejar.
Esta crisis de sentido en Chile se manifiesta
por las propuestas de los candidatos.
Bachelet mira el sentido deseado,
sólo desde la perspectiva de la sociedad,
de lo colectivo, y quiere un cambio
de su organización
bajo un estado rector poderoso
con una nueva Constitución que defina ese sentido.
Cree en el discurso y las comunicaciones,
y que la carga se arregla en el camino,
el Estado justo es el único camino.
Matthei mira el sentido de la sociedad
dentro de la flecha de la historia de la civilización
cada vez más eficiente y tecnológica,
con un gran paraguas espiritual,
en que cada cual tiene que hacer
esa búsqueda dentro del marco general.
Es la idea abstracta de la libertad,
que es la gran aspiración humana primordial.
ME-O, para mí, es básicamente
un existencialista moderno,
que cree en una sociedad intelectualizada
que busca su destino colectivo
en el discurso autorreferente del ser humano,
y cargada de emociones de arte y de cultura.
Sfeir busca el sentido
en el reencuentro con la madre naturaleza,
y casi al servicio de ésta.
Tiene además una mirada espiritual de anclaje oriental,
donde existe la divinidad, pero no un creador personificado.
Propone política con espiritualidad.
Israel es un intelectual pragmático, racional, tolerante,
que postula la descentralización e identidad regional o local
como motor del progreso tanto colectivo como social.
Un cambio de escala en el equilibrio de lo colectivo y personal.
Roxana es básicamente una exitosa activista
de los que ella considera marginados
y reivindica una nueva forma de total igualdad,
casi una versión moderna de la lucha de clases.
Claude es un revolucionario urbano,
un poco adolescente aun en su pensar,
que cree en los cambios radicales instantáneos
y en el asambleísmo como base de la organización;
un borrón y cuenta nueva.
Parisi es un tecnócrata moderno,
que cree en la estricta racionalidad económica
como gran motor de la sociedad.
Es un llanero solitario de la política.
Jocelyn-Holt, otro llanero solitario,
es un soñador moderno
que cree en una sociedad mejor
combinando la razón, lo colectivo,
y lo espiritual personal, pero sin un modelo claro.
En una primera mirada, podemos dividir el grupo
entre los tolerantes y los fundamentalistas,
esos que ven la sociedad de manera polar,
es decir buenos y malos, no diferentes.
Entre los absolutistas está
Claude, Roxana, yo creo que Sfeir.
Los otros muestran diversos grados de tolerancia.
Los más tolerantes diría yo son Parisi, Jocelyn-Holt, e Israel.
En un espacio intermedio están Bachelet, Matthei, ME-O.
Bachelet tiene asociada la intolerancia del PC y el PS,
y Matthei el anclaje conservador de la UDI
que las limitan en su campo de acción.
ME-O, el arquetipo del puer eterno,
tiene aun la volatilidad
y voluntarismo de la inmadurez,
pero que afortunadamente
se arregla sola con el tiempo.
A mi juicio, nuestro país
requiere encontrar una nueva relación
entre lo individual y lo colectivo.
La solución no es ni todo estatal,
ni todo individual,
como se caricaturiza en nuestra política.
Lo estatal debe cuidar sólo lo colectivo,
lo común, las reglas de convivencia
y de lo estratégico a nivel de la historia,
pero no reemplaza nunca
a la necesaria responsabilidad personal
y el esfuerzo en su propio destino,
a la búsqueda de la propia identidad y singularidad.
La democracia anclada en el emprendimiento
y búsqueda personal es el modelo que mejor parece
satisfacer la búsqueda de ese equilibrio,
que varía de sociedad a sociedad.
Lo único que no nos sirve
son los fundamentalismos
que tratan de que todos sean como ellos,
que se sienten dueños de la verdad
y que se muestran
como salvadores mesiánicos de la sociedad.
El desvalido requiere asistencia del colectivo,
pero sólo hasta poder hacerse cargo de su propia vida,
de su propio sentido, y su propio destino.
El camino debe ser guiado por la equidad, por la justicia.
Pero eso no es lo mismo que la igualdad
que es sólo un caso de equidad.
También es “justo”
el premio al esfuerzo y al rendimiento,
y también es justo en muchos casos
repartir de acuerdo a la necesidad.
La combinación adecuada
de estos criterios es la clave,
cosa que ningún candidato
ha abordado sistemáticamente.
Los candidatos “chicos” quedarán en el camino
y veremos si realmente son democráticos o eran fundamentalistas.
Las finalistas serán dos mujeres, Matthei y Bachelet,
y yo espero que gane aquella que mejor combina
lo personal y colectivo con
el adecuado respeto de ambas posiciones.
Y esa, bueno, ya sabemos quién es.
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