O. Quiroga y R. Lüders: "...lejos de afectar a los sectores más acomodados, una mayor tributación sobre la renta empeorará aún más la situación de los sectores de menores ingresos..."
Existe consenso sobre la conveniencia de mejorar significativamente la calidad de la educación pública. El desacuerdo está en cómo obtener los recursos para lograrlo. Michelle Bachelet desea establecer nuevos tributos, que suman un 3% del PIB. Evelyn Matthei planea establecer las condiciones necesarias para un mayor crecimiento económico que mejoraría la recaudación. En el debate se tienden a repetir ciertas consignas equivocadas, dos de las cuales denunciamos a continuación.
Falacia 1: Los impuestos a las empresas no reducen la inversión. Se argumenta que si bien algunas de las medidas propuestas por Bachelet pueden desincentivar la inversión, otras actuarían en la dirección opuesta, sembrando así la duda sobre el impacto final en ella. La realidad es que cuando -neto- se aumentan los impuestos a las empresas, se confisca una parte adicional de los flujos futuros de los proyectos en evaluación, disminuyéndolos.
Además, quienes invirtieron bajo el marco tributario vigente verán que el Estado les quita otra parte de sus utilidades. Si perciben que esto se podría repetir, agregarán este riesgo a los normales de cualquier inversión y, en consecuencia, exigirán mayor rentabilidad a sus proyectos.
Estos dos efectos harán que muchos proyectos que se habrían ejecutado sin la modificación tributaria no se materializarán. Se reducirá la inversión y el crecimiento económico.
Falacia 2: Los impuestos a las empresas los pagan los ricos. Sea de nuestro gusto o no, las empresas de bienes transables, aquellas que producen bienes que compiten con similares importados, o son exportados, como la mayoría de los bienes agrícolas, mineros y manufacturados, defenderán su rentabilidad reduciendo personal y remuneraciones, dado que no podrán subir sus precios. Si no lo logran, descartarán nuevos proyectos de inversión, lo que también se traducirá en mayor desempleo y menores salarios.
El ajuste en las empresas productoras de bienes no transables, aquellos que no compiten con productos importados, como lo son los servicios, será de trayectoria distinta, pero fin similar. Estas empresas -que pueden subir sus precios- defenderán inicialmente su rentabilidad subiéndolos. Actuarán así como recaudadoras, siendo los consumidores los que pagarán buena parte del mayor impuesto. A mediano y largo plazo, sin embargo, los menores salarios en el mercado, consecuencia del ajuste descrito en el sector productor de bienes transables, reducirán los salarios en el sector no transable.
Así no cabe duda de que un alza de impuestos desplazará gasto privado, una parte del cual será inversión. Como consecuencia, el país crecerá menos. También es evidente que si esos tributos se desean recolectar mediante mayores impuestos a las empresas -considerando nuestra economía abierta a los flujos de capital-, recaerán mayormente sobre los trabajadores mediante menores salarios o empleo o mayores precios. Es decir, lejos de afectar a los sectores más acomodados, una mayor tributación sobre la renta empeorará aún más la situación de los sectores de menores ingresos.
¿Cómo financiar, entonces, el mayor gasto en educación? Ello se podría hacer impulsando el crecimiento económico, concentrando los recursos del Estado en actividades en donde su labor es insustituible o aumentando la eficiencia en la administración de los programas que ofrece el sector público. En ninguna área lo último es más obvio que en la social, en que el reemplazo de los cientos de programas sociales existentes por un simple impuesto sobre la renta negativo podría ahorrarle al fisco el equivalente de miles de millones de dólares anuales en gastos de administración innecesarios.
Osvaldo Quiroga
Ingeniero civil
Rolf Lüders
Doctor en Economía
Falacia 1: Los impuestos a las empresas no reducen la inversión. Se argumenta que si bien algunas de las medidas propuestas por Bachelet pueden desincentivar la inversión, otras actuarían en la dirección opuesta, sembrando así la duda sobre el impacto final en ella. La realidad es que cuando -neto- se aumentan los impuestos a las empresas, se confisca una parte adicional de los flujos futuros de los proyectos en evaluación, disminuyéndolos.
Además, quienes invirtieron bajo el marco tributario vigente verán que el Estado les quita otra parte de sus utilidades. Si perciben que esto se podría repetir, agregarán este riesgo a los normales de cualquier inversión y, en consecuencia, exigirán mayor rentabilidad a sus proyectos.
Estos dos efectos harán que muchos proyectos que se habrían ejecutado sin la modificación tributaria no se materializarán. Se reducirá la inversión y el crecimiento económico.
Falacia 2: Los impuestos a las empresas los pagan los ricos. Sea de nuestro gusto o no, las empresas de bienes transables, aquellas que producen bienes que compiten con similares importados, o son exportados, como la mayoría de los bienes agrícolas, mineros y manufacturados, defenderán su rentabilidad reduciendo personal y remuneraciones, dado que no podrán subir sus precios. Si no lo logran, descartarán nuevos proyectos de inversión, lo que también se traducirá en mayor desempleo y menores salarios.
El ajuste en las empresas productoras de bienes no transables, aquellos que no compiten con productos importados, como lo son los servicios, será de trayectoria distinta, pero fin similar. Estas empresas -que pueden subir sus precios- defenderán inicialmente su rentabilidad subiéndolos. Actuarán así como recaudadoras, siendo los consumidores los que pagarán buena parte del mayor impuesto. A mediano y largo plazo, sin embargo, los menores salarios en el mercado, consecuencia del ajuste descrito en el sector productor de bienes transables, reducirán los salarios en el sector no transable.
Así no cabe duda de que un alza de impuestos desplazará gasto privado, una parte del cual será inversión. Como consecuencia, el país crecerá menos. También es evidente que si esos tributos se desean recolectar mediante mayores impuestos a las empresas -considerando nuestra economía abierta a los flujos de capital-, recaerán mayormente sobre los trabajadores mediante menores salarios o empleo o mayores precios. Es decir, lejos de afectar a los sectores más acomodados, una mayor tributación sobre la renta empeorará aún más la situación de los sectores de menores ingresos.
¿Cómo financiar, entonces, el mayor gasto en educación? Ello se podría hacer impulsando el crecimiento económico, concentrando los recursos del Estado en actividades en donde su labor es insustituible o aumentando la eficiencia en la administración de los programas que ofrece el sector público. En ninguna área lo último es más obvio que en la social, en que el reemplazo de los cientos de programas sociales existentes por un simple impuesto sobre la renta negativo podría ahorrarle al fisco el equivalente de miles de millones de dólares anuales en gastos de administración innecesarios.
Osvaldo Quiroga
Ingeniero civil
Rolf Lüders
Doctor en Economía
Diario El Mercurio, jueves 29 de agosto de 2013
Señor Director:
Con interés he leído la columna de opinión de Rolf Lüders y Osvaldo Quiroga referente a los efectos que tendría un aumento de impuestos a las empresas sobre las inversiones de estas, los salarios reales y la competitividad de una economía abierta.
Al respecto quiero señalar que lo expresado es cierto para una economía abierta en general. Sin embargo, es menos válido para el caso chileno, dada la integración del sistema tributario nacional entre empresas y personas. En efecto, los impuestos que pagan las empresas son de retención a los impuestos finales que pagan las personas. Este no es el caso en EE.UU., lugar de donde provienen los modelos académicos para concluir lo señalado en la columna. El autor de esta hipótesis es Arnold Harberger, con quien personalmente cotejé este razonamiento.
Ahora bien, si combinamos un alza de impuesto de primera categoría con la eliminación del FUT, el análisis de Lüders y Quiroga cobra plena validez.
Paul Fontaine B.
Con interés he leído la columna de opinión de Rolf Lüders y Osvaldo Quiroga referente a los efectos que tendría un aumento de impuestos a las empresas sobre las inversiones de estas, los salarios reales y la competitividad de una economía abierta.
Al respecto quiero señalar que lo expresado es cierto para una economía abierta en general. Sin embargo, es menos válido para el caso chileno, dada la integración del sistema tributario nacional entre empresas y personas. En efecto, los impuestos que pagan las empresas son de retención a los impuestos finales que pagan las personas. Este no es el caso en EE.UU., lugar de donde provienen los modelos académicos para concluir lo señalado en la columna. El autor de esta hipótesis es Arnold Harberger, con quien personalmente cotejé este razonamiento.
Ahora bien, si combinamos un alza de impuesto de primera categoría con la eliminación del FUT, el análisis de Lüders y Quiroga cobra plena validez.
Paul Fontaine B.
Señor Director:
A los comentarios de Paul Fontaine solo puedo acotar que un "evaluador de proyectos bien entrenado" capturará en su análisis que cuando se suben los impuestos, como sea que se haga, el Estado confisca una parte mayor de los flujos futuros del inversionista.
Coincido con él en cuanto a que en el caso de la propuesta de Bachelet de subir el impuesto de primera categoría y eliminar el FUT, el razonamiento es indiscutible. Así, aun un "evaluador de proyectos junior" registrará la menor rentabilidad.
De este modo, todos los proyectos reevaluados tras el alza de impuestos mostrarán una rentabilidad significativamente menor, y muchos se descartarán por ser esta menor que la ofrecida en los mercados internacionales.
Es muy importante, y no discutido, que esos mayores impuestos, lejos de afectar a los sectores más acomodados, empeorarían la situación de las familias de menores ingresos, que pagarían mayores precios, tendrían menos opciones de empleo y recibirían menores remuneraciones por la menor demanda por trabajo.
Osvaldo Quiroga
A los comentarios de Paul Fontaine solo puedo acotar que un "evaluador de proyectos bien entrenado" capturará en su análisis que cuando se suben los impuestos, como sea que se haga, el Estado confisca una parte mayor de los flujos futuros del inversionista.
Coincido con él en cuanto a que en el caso de la propuesta de Bachelet de subir el impuesto de primera categoría y eliminar el FUT, el razonamiento es indiscutible. Así, aun un "evaluador de proyectos junior" registrará la menor rentabilidad.
De este modo, todos los proyectos reevaluados tras el alza de impuestos mostrarán una rentabilidad significativamente menor, y muchos se descartarán por ser esta menor que la ofrecida en los mercados internacionales.
Es muy importante, y no discutido, que esos mayores impuestos, lejos de afectar a los sectores más acomodados, empeorarían la situación de las familias de menores ingresos, que pagarían mayores precios, tendrían menos opciones de empleo y recibirían menores remuneraciones por la menor demanda por trabajo.
Osvaldo Quiroga
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