Sígame atentamente
por Ricardo Villaseca Najarian
Escrito en Décimo Grado
para el curso de Castellano
del Profesor José Simón
Saint George's College (1968).
Bien; por fin ha llegado.
Cierre esa puerta no sin antes
asegurarse que no hay nadie afuera.
Ahora se ve encerrado por la oscuridad.
Al ir girando su cabeza hacia mí,
ve vagamente tablones dispuestos
en forma oblonga y tapices roídos
apilados descuidadamente en una esquina.
Hay una negra oquedad
que parece aproximársele.
Es que usted está caminando...
¡Cuidado, que ahora hay escalones!
Tómese de mi mano
y sígame con confianza.
¿Siente mi mano muy helada?
Usted sabe que está
bajando lentamente,
pero a tropezones.
¡No! No trate de soltarse de mi mano.
No se atrase.
¡Qué de ecos en este negro pasillo!
Son sus pies que los provocan,
que luchan por mantenerse a mi ritmo.
¡Vamos, más rápido, más!
No se incline hacia adelante
en esa forma tan peligrosa.
¡Ah!
Siente ganas de gritar, de huir,
de soltarse de mi mano viscosa.
Ya no siente la escalera
y quiere agarrarse de algo,
pero mi mano se lo impide.
¡Usted advierte que cae,
cae infinitamente más y más rápido!
¡Qué hacer, ¿verdad?,
para conservar el equilibrio!
Se siente vacío;
la lengua se le va hacia atrás.
¿Quiere vomitar?
Miles de afiladas puntas
le golpean el pecho
y alientos que hieden
se acercan a su cara.
Usted transpira;
lucha por obtener el aire,
aire que huye de su boca.
¡Sus huesos crujen
y sus músculos se sacuden
dolorosamente!
Ya no da más;
siente que lo estiran.
¡Cuidado!
¿Dónde está?
¿Dónde, dónde está?
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