Podemos partir por soluciones pequeñas, escalables y de alto impacto, como la prohibición de bolsas plásticas y el incentivo económico para la reducción de residuos en el hogar.
por Julio Poblete -
LA PARALIZACION de los recolectores de basura estuvo a punto de convertirse en crisis sanitaria. Sin poder dimensionar su real gravedad, probablemente muy pocos aprovecharon de mirar con ojos críticos sus desechos acumulados en la vereda y pensar en tomar medidas para producir menos basura. Al igual que muchos problemas grandes de las metrópolis, el tema de la basura se puede atacar desde abajo, con pequeñas, pero muy efectivas medidas.
Datos del 2012 publicados en la prensa señalan que en el país se generan más de 6,5 millones de toneladas de residuos al año, y se recicla sólo el 10% de ellos. En promedio, cada chileno produce 384 kilos de basura al año, cifra muy por sobre el promedio de Latinoamérica y el Caribe, que sólo llega a 230 kilos por persona.
Las buenas prácticas en el manejo de la basura señalan que el problema se ataca reduciendo la generación de residuos y reciclando los residuos. En general, se habla del reciclaje, pero poco de la reducción. Les comento dos medidas implementadas en países desarrollados que permiten, justamente, atacar la generación de residuos desde la misma base ciudadana.
Recientemente, se ha aprobado en la ciudad de Los Angeles, Estados Unidos, la prohibición total del uso y entrega de bolsas plásticas en los comercios y supermercados, argumentando que ellas obstruyen los alcantarillados, vías acuáticas, matan fauna marina y contaminan el espacio público. Los angelinos utilizan algo así como dos billones de bolsas plásticas al año. El 90% de la basura que flota en los mares es plástica y esa cantidad de basura se duplica cada tres años y probablemente tardará unos 400 a 500 años es degradarse.
También en Estados Unidos, las ciudades de Chicago y Nueva York han ingresado proyectos similares para ser votados. Ya en el 2008, el mismo alcalde Bloomberg propuso sin éxito un impuesto especial de cinco centavos por bolsa plástica a cobrar en la cuenta de cada compra. Esto, que parece tan distante a nuestra realidad, no lo es. La comuna de Pucón, en la Región de La Araucanía, ha prohibido el uso de bolsas plásticas mediante la aprobación de una nueva ordenanza municipal. Es la única comuna en Chile que tiene este tipo de regulación. Un estudio del mismo municipio estimó que residentes y visitantes usaban 11,5 millones de bolsas plásticas al año.
Otro ejemplo notable es el de Suiza, que ataca la reducción de desechos en el mismo hogar. El sistema se basa en que la recolección de basura le cuesta a la persona en proporción a la cantidad de basura que genera. Las familias deben comprar estampillas de distintos valores y pegarlas según sea el tamaño de la bolsa de basura a recoger por el camión. A más basura, más grande la bolsa, más caro le cuesta. Las bolsas sin estampillas no son recogidas. ¡Perfectamente suizo y salomónico!
En vista de que muchos temas se nos están haciendo cuesta arriba y que nuestras políticas públicas tienden a quedarse en las megasoluciones, cuestión que hemos discutido en esta columna, partamos por soluciones pequeñas, escalables y de alto impacto. La prohibición de las bolsas plásticas y el incentivo económico para la reducción de residuos en el hogar serían grandes comienzos.
Datos del 2012 publicados en la prensa señalan que en el país se generan más de 6,5 millones de toneladas de residuos al año, y se recicla sólo el 10% de ellos. En promedio, cada chileno produce 384 kilos de basura al año, cifra muy por sobre el promedio de Latinoamérica y el Caribe, que sólo llega a 230 kilos por persona.
Las buenas prácticas en el manejo de la basura señalan que el problema se ataca reduciendo la generación de residuos y reciclando los residuos. En general, se habla del reciclaje, pero poco de la reducción. Les comento dos medidas implementadas en países desarrollados que permiten, justamente, atacar la generación de residuos desde la misma base ciudadana.
Recientemente, se ha aprobado en la ciudad de Los Angeles, Estados Unidos, la prohibición total del uso y entrega de bolsas plásticas en los comercios y supermercados, argumentando que ellas obstruyen los alcantarillados, vías acuáticas, matan fauna marina y contaminan el espacio público. Los angelinos utilizan algo así como dos billones de bolsas plásticas al año. El 90% de la basura que flota en los mares es plástica y esa cantidad de basura se duplica cada tres años y probablemente tardará unos 400 a 500 años es degradarse.
También en Estados Unidos, las ciudades de Chicago y Nueva York han ingresado proyectos similares para ser votados. Ya en el 2008, el mismo alcalde Bloomberg propuso sin éxito un impuesto especial de cinco centavos por bolsa plástica a cobrar en la cuenta de cada compra. Esto, que parece tan distante a nuestra realidad, no lo es. La comuna de Pucón, en la Región de La Araucanía, ha prohibido el uso de bolsas plásticas mediante la aprobación de una nueva ordenanza municipal. Es la única comuna en Chile que tiene este tipo de regulación. Un estudio del mismo municipio estimó que residentes y visitantes usaban 11,5 millones de bolsas plásticas al año.
Otro ejemplo notable es el de Suiza, que ataca la reducción de desechos en el mismo hogar. El sistema se basa en que la recolección de basura le cuesta a la persona en proporción a la cantidad de basura que genera. Las familias deben comprar estampillas de distintos valores y pegarlas según sea el tamaño de la bolsa de basura a recoger por el camión. A más basura, más grande la bolsa, más caro le cuesta. Las bolsas sin estampillas no son recogidas. ¡Perfectamente suizo y salomónico!
En vista de que muchos temas se nos están haciendo cuesta arriba y que nuestras políticas públicas tienden a quedarse en las megasoluciones, cuestión que hemos discutido en esta columna, partamos por soluciones pequeñas, escalables y de alto impacto. La prohibición de las bolsas plásticas y el incentivo económico para la reducción de residuos en el hogar serían grandes comienzos.
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