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Rafael Aldunate (Economista, ex Georgean) - El Sobreviviente‏





El sobreviviente

La tarde del 19 de diciembre el economista Rafael Aldunate cayó desde el piso 14 de un edificio en Presidente Riesco. No murió. El presidente de la comisión económica de RN, director de Parque Arauco e inspirador del Sernac Financiero -recién lanzado por el presidente Piñera- cuenta la historia de su recuperación por primera vez. 

© Mabel Maldonado
"No tengo recuerdos de ese día. Fue un blackout total. Según me explicaron los doctores lo que me pasó fue equivalente a haber estado amarrado a un tren y que una locomotora se estrellara contra él. Pero yo no sentí nada. No tuve angustia. Nunca supe de ese tren que se me venía encima y que me iba a atropellar.
Tuve una descompensación. Lo han dicho los médicos. No supe qué me pasó ni por qué me pasó. No hubo racionalidad para tomar las medidas de "ahora lo hago", o "cómo lo hago". Por eso no me siento tan culpable".
***
Después de eso estuve dopado cerca de 10 días. Fue por los dolores. ¿Mi diagnóstico? Los doctores hablan de fracturas múltiples, y los más afectados han sido mi pierna derecha y mi brazo izquierdo. Me hicieron varias operaciones y puntos en muchas heridas. No es algo mayor. Y ninguna de las lesiones ha sido un impedimento, tampoco he tenido secuelas irreversibles. No estoy inválido ni imposibilitado de moverme bajo ningún punto de vista. Reconozco que tuve mucha suerte: al día 40 me fui de la clínica. De ahí salí en silla de ruedas, pero bien, sin yesos. Me dijeron que ser deportista me favoreció, que tenía buenos huesos y músculos. Tampoco me quedaron lesiones neurológicas: no he perdido la vista, ni el apetito y no he tenido daños neurobiológicos. Eso no quita que la recuperación sea difícil. Es muy difícil y lenta.
Los tiempos biológicos son mucho más relevantes que los del reloj y superiores a los objetivos que yo me proponga. No se pueden apurar. Aquí la recuperación la da la psicología humana, eso cuesta, porque los economistas estamos acostumbrados a seguir ciertos cronogramas, a guiarnos por el logro, la meta, el objetivo. En este caso las cosas no funcionan así. Me he dado cuenta de que el decantamiento y la cicatrización tienen un tiempo físico y un tiempo psicológico. Sobre la parte física, es verdad que he quedado muy bien, que no tengo efectos irreversibles. Pero la recuperación de una rodilla, de una rótula y los malestares y secuelas producto de la caída generan un sacrificio. Tengo poca movilidad. No puedo manejar. Me muevo a todos lados en taxi. Doy la sensación de normalidad, pero hay muchas cosas que no lo son. Mira mi cama clínica, no puedo sacarme los calcetines solo, tengo un hombro dormido. Vivo con un enfermero.
***Hay una cosa muy importante que rescato de esto: uno no puede pasar por encima de los designios de Dios. Para mí que soy creyente, eso está por encima de las voluntades humanas. Dios quiso que yo estuviera sano, lo que trae responsabilidades, compromisos y agradecimiento".
"Mi entorno cercano ha permitido que mi aterrizaje al mundo normal sea rápido. Mi señora, por ejemplo, transformó el living en mi pieza, porque era el lugar más grande de la casa. Esos gestos ayudan a la rehabilitación. Porque en la recuperación hay mucho físico, pero también mucho de aquí (se toca la cabeza) y bastante de acá (se toca el pecho).
En este proceso hay tres etapas. La primera es física física, médica médica. Hay que reconstituirse y recuperar todos los órganos vitales y el orden mental. El segundo mes es de normalización, te vas alejando del mundo clínico y lentamente te vas incorporando al mundo real. Empiezas a darte cuenta de que el mundo sigue funcionando. Al tercer mes, me reintegré a varios directorios (lo es del SEP, Parque Arauco, EFE y GTD Manquehue, entre otros). En febrero comencé a participar por teléfono y en marzo lo hice físicamente.
Agradezco el recibimiento que me dieron. Me recibieron con aplausos. Fueron aplausos por mi espíritu, mi voluntad, por volver a la normalidad. En general en todos los directorios a los que he asistido he tenido un grado de receptividad humana más allá de lo protocolar, más allá de lo formal, una "wellcome" muy emotiva. Una de las empresas me recibió con carteles y tortas. Y eso que en las empresas rigen los números, las estadísticas. Ese gesto me ha demostrado que todos tenemos una ventana, un ámbito de la vida que queremos abrir, y que corresponde a los sentimientos. Una ventana que muchas veces está cerrada. Bloqueada. Era mi caso. Pero ya la abrí.
Soy una persona con más sentimientos. Así de sencillo. Me atrevo a decir "cómo estás tú". Y no responder "bien". He visto a muchos amigos con quienes no compartía más que en un matrimonio, en un bautizo o un funeral. Con ellos he tenido un diálogo, una conversación, una comunicación mucho más amplia que la que habría tenido antes. Cada uno se ha abierto, y hemos hablado más allá de la contingencia del fútbol y de Piñera. Me siento con las ganas, y con la permisividad de ir a unas 50 casas de amigos, tocar el timbre y quedarme a almorzar con ellos sin esperar una invitación de por medio. Rompí con esa pasividad que dan los años y por la cual te dejas de ver con tus amigos. Ya no quiero sólo relacionarme con ellos diciendo "oye bajó el Ipsa, bajó la acción". Se me ha abierto un nuevo espacio de conversación y de comunicación".
"Mucha gente cree que cuando a uno le pasa algo importante, va a haber un cambio de actitud. En mi caso no creo que sea así. Esto no es como la caída de San Pablo, quien se convirtió al cristianismo porque se cayó del caballo. Yo sigo con el mismo temperamento, el mismo carácter, las mismas reacciones frente a hechos puntuales porque hay que entender que yo ya soy una persona madura, constituida. Pero ahora veo las cosas con mayor perspectiva. Y lo más importante: uno valora más la vida, porque la estuve perdiendo. Voy a la cosa más sustancial, por ejemplo, yo valoro el caminar. Sueño con caminar. Sé que lo voy a lograr, es cosa de días. Antes andaba con muletas, después con dos bastones… desde hoy sólo ando con uno. Son cambios progresivos relevantes.
Yo sentí un campanazo, una señal, que tiene que ver con mi religión católica. En mi casa tengo un par de imágenes de Cristo al lado mío. Tengo también un psiquiatra cercano y dos o tres amigos que son guías espirituales y han venido a verme. Pero eso no significa que yo tenga un aura de Dios o esté envuelto en una nube especial ni que tenga un mensaje para entregar al mundo. Tampoco podría decir que hoy día miro el cielo y veo la figura de Dios, aunque mi grado de fe es mayor. Aun así, no me es fácil describir mi relación con la muerte.
de espíritu, se han puesto en el escenario de que también les puede pasar a ellos. Porque en Chile la cantidad de gente con depresión es altísima. Y mucho más allá de lo que la gente reconoce. Me ha tocado una enormidad de casos que me han contado cosas personales que yo jamás habría sospechado. Lo han hecho también para decirme que no me sienta yo tan mal por tener, a lo mejor, depresión, porque hoy se está entendiendo de mejor manera. Está aceptándose en términos sociales".

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