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La responsabilidad última la tienen las economías descarriadas...‏



Opinión ¿Cuánto importa Argentina?
por Juan Andrés Fontaine
Diario El Mercurio, Domingo 22 de Abril de 2012 
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/04/22/cuanto-importa-argentina.asp


Juan-Andres-Fontaine.jpgCon calma ha sido tomada en Chile la expropiación de YPF. Pese a la creencia general de que Argentina es hace ya tiempo caso perdido, su situación puede tener entre nosotros repercusiones importantes.
No se trata tan sólo de la riesgosa inversión de Enap en la provincia del Chubut, la concesión del bien llamado pozo "Cañón Perdido". Desde ya, Argentina es un socio gravitante en nuestro comercio exterior y turismo. Además, acoge 26 por ciento de las inversiones chilenas en el exterior. Con razón, el mercado ha castigado bonos y acciones de empresas con inversiones al otro lado de la cordillera. Falta de crédito externo, y agotado ya el impulso que le dio la bonanza mundial, la economía argentina tiene mal pronóstico. La expropiación no hará sino ahuyentar los ca- pitales y agravar la crisis de balanza de pagos en ciernes.
La saga argentina, como la nuestra de 40 años atrás, comienza con el repudio a las ganancias empresariales y la exacerbación de la desigualdad como bandera política; sigue con el desenfreno del gasto público, la repartija del botín al son de los gritos y las pedradas de los piqueteros, y el financiamiento de todo ello con una creciente carga tributaria, emisión monetaria e inflación. Las consecuencias sobre la marcha de la economía son fáciles de prever. Carentes de confianza y abrumadas por impuestos y controles de precios, las empresas cesan sus inversiones de reposición o ampliación de capacidad instalada, explotan al máximo sus recursos naturales, rebajan la calidad de servicio, contraen todo el endeudamiento posible y distribuyen a sus propietarios nacionales o extranjeros todas las utilidades disponibles. Cuando sobreviene la expropiación, es fácil enrostrarles haber abusado de la buena fe de la ciudadanía, pero la responsabilidad última la tiene una política económica descarriada.
Las repercusiones de la determinación de la Casa Rosada nos han de importar más allá de sus efectos directos. Por la personalidad de nuestros vecinos, su vitalidad cultural y su riqueza material, todavía ejercen considerable influencia sobre la imagen de la región entera.
Por cierto, Chile cuenta con merecida buena reputación. Pero no faltará quien observe que recién ha alcanzado, junto a Argentina, la cabeza de la región en cuanto a desarrollo, sitial del que goza desde hace décadas la vecina nación hermana. En su caso, es desde esa espectable posición de donde se apreciaron más nítidamente los encantos de la prosperidad y se desataron las impaciencias y los apetitos. Salieron a la calle los grupos de presión, flaquearon las rodillas de gobiernos débiles y surgieron caudillos que prometieron superar las estrecheces y desigualdades en un dos por tres.
Aunque nos separan las empinadas cumbres de los Andes, a ojos extranjeros -como evidencia el comentado artículo de The Economist -, los chilenos no estamos del todo libres del riesgo de coger el virus populista.

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