Comentario preliminar a los textos
que se leen en la Liturgia del Viernes Santo,
la Celebración de la Pasión del Señor
[La Liturgia Cotidiana - el elimento de cada día
Abril 2012 - Ciclo B - Tiempo de Pascua
San Pablo - Editorial, Librerías y Distribuidora
Santiago de Chile. www.sanpablochile.cl ]
Lección de Vida y Muerte
por P. Aderico Dolzani, ssp
Podemos dudar de muchas cosas,
pero no de que vamos a morir.
La muerte es lo más natural de la vida,
forma parte del hecho de vivir
y, al mismo tiempo, es el
gran enemigo que queremos vencer.
Es tan parte de nuestra naturaleza humana,
que Jesús, Dios hombre, si no moría,
no habría sido hombre hasta el final.
La muerte llega para todo el mundo,
por eso alguien dijo que es lo único
verdaderamente democrático:
nadie escapa y a todos nos llega por igual.
Cuando llega la muerte, ése es el momento
en que nos encontramos verdaderamente
impotentes y solos: nada pueden los amigos,
el dinero y la ciencia para evitarla.
Ése es el lado oscuro de la muerte,
que también Jesús pasó y el evangelio
nos transmite con el eco de un grito:
"Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?".
Pero la muerte también es el momento
en que toda la vida adquiere
definitivamente su sentido real
el mártir confirma con la muerte
su opción de vida, el héroe elige
todo o nada con su sacrificio supremo,
una madre o un padre se va en paz
porque ha dado la vida por sus hijos...
La muerte da sentido a la existencia, larga o corta.
En un instante, una luz intensa hace ver
que la vida vale tanto cuando se la dona.
Aparece la evidencia de la enseñanza evangélica:
quien da la vida es el único que gana la vida;
quien la pierde, la gana para siempre.
Jesús terminaba su vida terrena
dando la vida por nosotros.
Para eso había nacido.
Los sufrimientos habían sido tantos,
pero la paz de estar con su Padre Dios
era más fuerte que los dolores.
En el momento de su muerte,
nos hace entender
la razón de su existencia,
con la última oración de su vida:
"¡Todo está cumplido! ¡ Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu!".
Cristo pasa así de la comunión
con su Padre Dios en le tierra
a la comunión eterna.
Quiso enseñarnos el camino,
no sólo con las palabras,
sino con la realidad
de su vida y de su muerte.
Nos abrió las puertas
de la vida para siempre.
Cristo nada nos pide,
ni en la vida ni en la muerte,
que no podamos cumplir,
y nada nos promete,
en esta tierra ni en el cielo,
que él no haya vivido primero
y que no se vaya a cumplir.
"¡Todo ha sido cumplido!"
Amén
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