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Mundos opuestos: la fallida relación de Parra y España


Tarde, pero llega: en ocho días Parra recibe el Premio Cervantes, a 60 años de crear la antipoesía.
por Roberto Careaga    Diario La Tercera, sábado 14 de abril de 2012
Hecha de desencuentros y coqueteos fallidos, la relación de España con Nicanor Parra hoy atraviesa un momento insuperable: tras la edición de sus Obras completas y algo +, al alero de Galaxia Gutenberg, el autor de Poemas y antipoemas recibirá el próximo 23 de abril el Premio Miguel de Cervantes. Es el galardón más importante de la lengua española y, aunque ya está en las manos de Parra, llegó con retraso: "Debió haberlo ganado hace 25 años", dice Oscar Hahn, y se escucha el eco de palabras calcadas de Ignacio Echevarría, Niall Binns, Raúl Zurita y varios otros. El ex ministro de Cultura español César Antonio Molina sumó hace tres días: "Queda leerlo, que es lo que hay que hacer con los poetas fundamentalmente. Y a él muy pocos lo han leído".
Base indiscutida de la poesía contemporánea chilena, Parra tiene fans anglosajones del peso de Harold Bloom y, a inicios de los 90, su impacto en Latinoamérica se cristalizó al inaugurar el mexicano Premio Juan Rulfo. Con España, las cosas han ido lentas: "No lo han leído. Nunca lo entendieron", dice Zurita, quien hace 12 años estuvo en un seminario en Casa de América, en Madrid, dedicado a Parra y vio lo evidente: la antipoesía no prendía en la Madre Patria. El sarcástico humor parriano es problema, dice Binns, uno de los editores de las obras completas: "Desde Quevedo, la poesía española perdió la comicidad y vivió varios siglos bajo la solemnidad".
El tonto solemne
La fascinación por Francia aún no amainaba entre los escritores chilenos cuando a fines de los 40 Parra partió a Inglaterra, donde se desentendió de las clases en Oxford para leer a Eliot, Pound y Dylan Thomas. Volvió en 1951, con la materia prima de la antipoesía. Parra va en otra dirección, desanda el camino de Neruda y apunta al mundo anglosajón. Sospecha de los partidos políticos. Y en los años del boom, miró de reojo la Revolución Cubana y ni se le ocurre fijar residencia en Barcelona. Estrechó lazos con EE.UU.
Lector de Whitman y Shakespeare, Parra fue el anfitrión en Chile de los poetas Beat Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti, en 1960. Ese año la editorial de la librería City Light, San Francisco, publica una traducción al inglés de sus antipoemasEn el 66, Parra se declara admirador de los yippies norteamericanos ("son antipoetas en acción") y, al año siguiente, editorial New Directions lanza Poems & antipoems, con traducciones de Ginsberg y William Carlos Williams, entre otros. Luego vino la controvertida taza de té con Pat Nixon.
Recién en 1972 España se sube al carro: editorial Seix Barral publica el libro Antipoemas. Pero no tiene ni de lejos el efecto revolucionario que tiene en Chile y Latinoamérica. "Los poetas españoles en general no tienen mucha simpatía por el tipo de poesía que hace Parra. No se toman en serio el humor", dice Hahn. "La poesía española es muy provinciana, todavía no supera el siglo XIX", agrega Zurita. Mientras que Molina, el ex ministro de Cultura español, sostuvo el miércoles pasado en Casa de América: "Ese vínculo con la generación Beat y la literatura anglosajona apartó a Parra de nuestro ámbito".
Sucedió así: en 2003, cuando se suponía que el Reina Sofía ya habría popularizado a Parra en España, Jorge Edwards se sienta en el jurado del Premio Cervantes y postula al antipoeta: "Lo conocían muy poco y se optó por Gonzalo Rojas", recuerda el novelista, que dos años después volvió a insistir. Nada. Pero del otro lado, Parra rechazó una antología de su obra para editorial Tusquets, curada por el mismo Edwards.
El 2011, con Obras completas & algo + mediante, proyecto que en su origen fue impulsado por Roberto Bolaño, llegó el Cervantes para Parra: "Un milagro que se le haya concedido", dijo el poeta Luis Alberto de Cuenca, mientras que Hahn sospecha que España le dio el premio porque ya era inevitable. "A la poesía española le incomoda la ruptura antipoética", dice Binns, que encuentra eco en el crítico peruano Julio Ortega, quien adelanta un cambio: "Sospecho que los jóvenes poetas sintonizarán mejor con un lenguaje de la crisis como el que maneja Parra".
En la otra vereda, el autor de Obra gruesa no se ha quemado las pestañas por tocar la gloria en España. "Estoy en deuda con la Madre Patria", dijo cuando ganó el Reina Sofía, pero no viajó a recibir el premio. Cercanos dicen que atesora más el Honorary Fellow de la Universidad de Oxford. Hoy, el poeta trabaja en Las Cruces un posible discurso para que lo lea su nieto al recibir por él el Cervantes. Lleva varios meses trabajando, ha vuelto a El Quijotey a las novelas de caballerías. Aunque cuando se enteró del galardón, fiel a su estilo desconcertante, en medio de la broma y la absoluta seriedad, le dijo a un amigo estar feliz por "este premio pichiruchi".

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