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Por la oreja muere el pez

Por la oreja muere el pez
por Nicolás Luco
Diario El Mercurio, lunes 5 de septiembre de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/09/05/ciencia_y_tecnologia/mas/noticias/6D37BAE0-13E8-46AA-B906-C2CF5957E04A.htm?id={6D37BAE0-13E8-46AA-B906-C2CF5957E04A}

Unos amigos míos, ambos nadadores invernales en piscinas tibias,
pusieron en mis manos algo que los tenía muy felices: unos audífonos
impermeables con MP3 incorporado. "Era lo único que nos faltaba", me
dijo Felipe, "poder nadar escuchando música".
Yo imaginé al Tiburón Contreras que hace 30 años atravesó nadando el
estrecho de Gibraltar, lo habría pasado mejor escuchando tal vez el
long play "Ven a volar conmigo" con Sinatra.

No soy nadador, ¿cómo será nadar con música en los oídos? Tenía una
amiga que hacía nado sincronizado: habría aprovechado esos audífonos
impermeables; tal vez ahora ya sea tarde.

El nadador con audífonos no necesita tapones para que el agua no entre
a los oídos, otra ventaja. Pero no escucha el canto del agua.
¡Qué variedad de audífonos! Mi primera radio a pilas incluía uno que
se usaba en clases lateras.

Hoy en el metro una de cada cinco personas va enchufada, la mayoría
escuchando su música, algunos, con estruendo. A veces pololos escuchan
la misma canción, uno con el audífono "R" y el otro con el audífono
"L", bella imagen.

Los audífonos configuran mundos propios, aíslan del entorno duro,
ayudan a darle armonía al pulso, o vincularse a lo sublime. No son un
escape, porque igual uno tiene que estar atento y calcular las
estaciones de metro que faltan.

Los audífonos acercan a cursos, a conferencias, a libros leídos por sus autores.

Aprendemos a vivir con estas extensiones del cuerpo. Todavía cuesta no
reírse cuando una persona habla gesticulando, sola, caminando por la
vereda gracias a los "manos libres" del celular. Aunque uno no quiera,
escucha todo, porque los audífonos impiden regular el volumen de voz.
La intimidad se comparte. Él o ella, avanzando un mundo aparte, ignora
casi todo, con riesgo de chocar.
Conozco audífonos más aislantes aún: bloquean el ruido. Los viajeros
insomnes a bordo de aviones ruidosos fueron los primeros en
comprarlos. Estos aparatos generan una contraonda que anula el ruido.
Ahora sirven hasta para dormir con una pareja roncadora.
Mi papá era harto sordo y ya a los 50 años recurrió al audífono. Era
un aparato ostentoso, visible, que de repente se descontrolaba y daba
una nota aguda. Hoy, los sordos se enchufan en el oído unos tubitos
como moscas transparentes, imperceptibles. Adelanto que hace más
plausible el chiste del yerno que saluda a garabatos a su suegra
sorda, quien le informa, también a garabatos, que ahora se compró
audífonos.

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