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PORQUE ESCRIBÍ...


PORQUE ESCRIBÍ...

Como muchos de sus libros de poesía,
pienso, 'Diario de muerte' es una bitácora.
Registra un trayecto que esta vez
tiene una dimensión espacial distinta (...)
este libro es un registro 
de lo que sucede en un lugar,
y también una expedición exploratoria.
La 'poesía situada' de la que hablaba
en sus conversaciones con Pedro Lastra
se sitúa aquí en los paraje de la muerte.

De estos parajes quería escribir.
Quería obsesivamente escribir.
El cuaderno bien armado,
con título y portada,
con los poemas en un orden inicial
que respetamos al publicarlo,
se iba desarmando 
hasta ser una caja de papeles, 
de borradores, de fragmentos.

La letra elegante y clara
(reprodujimos dos poemas manuscritos
en la edición de 1989)
se iba volviendo vacilante
y a veces muy difícil de leer.

Hacia el final, sólo creía escribir.
Son esos sus originales más desgarradores:
las líneas sin letras, las alzas y bajas
de un lápiz que no alcanza a delinear caracteres.

Estando en cama, 
perdía tantas veces el lápiz
que terminó por pedir que 
se lo amarráramos a la muñeca. 

Hacía el gesto de escribir hasta la desesperación:
hasta pedirme que le tomara dictado.
Pero cuando esto sucedió,
dictaba dos versos y luego perdía el hilo,
para cerrar los ojos, cansadísimo, frustrado,
sabiendo que no había llegado a hacer un poema.

Una mañana, cerca del final, 
la enfermera llamó a mi oficina (...)
quería que lo vistieran:
estaba desesperado por eso: 
quería salir. Le dije a ella 
que no lo contrariara y partí a verlo.

Estaba parado al lado de una mesa.
Tenía puesto un traje que le colgaba,
camisa, calcetines, zapatos.
Había enflaquecido muchísimo.

De la muñeca colgaba su lápiz.
Y, con los ojos muy abiertos,
se le veía desorientado
-había hecho el gesto de levantarse,
y luego, como al querer dictar los poemas
que no alcanzaba a escribir,
había perdido el impulso.

Si no hubiéramos estado 
en un tercer piso sin ascensor,
tal vez habría podido llevado 
en auto algunas cuadras.
Pero allí sólo pudo tenderse otra vez,
vestido, mirando hacia arriba.

Parado ahí cuando llegué,
con ese traje y esos ojos, pensé después,
parecía el reportero de la muerte.
.
Se había levantado para trabajar...

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Enrique Lihn: vistas parciales
Adriana Valdés
Colección Contrapunto
Editorial Palinodia (Santiago de Chile, 2008)

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