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Contra la pompa


Contra la pompa


"No un respirador mecánico; el hálito / sopla donde quiere y donde quiere se va / y marca un ritmo, y tiene consonancias /inasibles para la industria de la muerte / Ahí es donde no quiero estar", anota uno de los poemas de Señoras del buen morir, el primer poemario de Adriana Valdés. Valdés, quien ha sido una de las lectoras más sagaces de la literatura y el arte chileno de los últimos treinta años, escribe una colección de textos que juegan con el tema de la muerte. En el volumen, la ironía reemplaza a la melancolía, como si la glosa de la colección de puñados de gestos íntimos fuera suficiente para dejar en suspenso toda estridencia, sugiriendo que acá "sobre el prado aparece / muy tranquilo/ el cuervo /de Edgar Allan Poe". No es falsa aquella calma. El libro funciona como una colección de notas de trabajo sobre la ejecución a posteriori del duelo. O mejor dicho, la parodia de aquellas rutinas y ceremonias. Esa ausencia de solemnidad, vuelve al libro un objeto filoso e inesperado, como si la delicadeza de los versos fuera proporcional a su ferocidad. Señoras... completa Vistas parciales, ensayos sobre Enrique Lihn que Valdés publicó hace un par de años y cuyo costado más doloroso era aquel deslizamiento desde la crítica hacia la confesión. Por lo mismo, el libro está escrito contra aquel, ficcionando el intersticio de luz de unos párpados que se cierran, pero también ejecutando el sarcasmo sobre un legado que va a esfumarse, trazando una literatura que habita en el límite borroso entre la palabra y la nada. "Hay ya más gente conocida/ al otro lado que aquí", dice uno de los textos del libro, jugando con un humor melancólico que se cuela descreyendo del drama, evadiendo, ante todo, cualquier clase de pompa. "Soy más vieja ahora que casi todos mis amores/ aquellos / que tuvieron la felicidad de morir/ cuando aún no se caían de maduros / no eran todavía caricaturas de sí mismos".

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