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Prohibido bailar...cumbia todo cambia....


Prohibido bailar
por Antonio Gil
Diario Las Últimas Noticias, jueves 22 de septiembre de 2011

Macondo y La piragua
interpretadas con incomparable gracia
por el venezolano 
afincado en Chile Luisín Landáez, 
así como La pollera colorá
cantada por Amparito Jiménez, 
dan inicio, allá por los mediados 
de los sesenta a lo que hoy, 
legítima y genuinamente, 
se conoce como "cumbia chilena", 
bastante distinta ésta
de su madre indiscutida, 
la cumbia colombiana.

La diferencia radica, 
según nos informamos,
en el uso de bronces y piano, 
como también por la introducción 
intensamente más veloz de las percusiones.

Se trata la cumbia chilena de un ritmo
que acompaña a nuestro pueblo en sus festejos
y es, por lejos, la música más bailada de Chile.

Aquí, entre los Andes y el Pacífico,
hasta las piedras se mueven
cuando suenan El caminante,
La gallina no o la reina indiscutida
de nuestras cumbias: El galeón español,
ese que llegó dejando una estela en el mar
soplado por los vientos de la Sonora Palacios
y la voz de Tommy Rey.

No puede considerarse foráneo un ritmo
que, como la ranchera o el corrido,
entusiasma, alegra y emociona
desde hace décadas a la gente
que lo adoptó como propio.

El pueblo siente la cumbia y la baila
con total libertad, porque todos 
somos libres de bailar lo que queramos.

¿O acaso la bella y querida cueca
la cantaban los pájaros cuando llegaron
nuestros abuelos los conquistadores?

Sin embargo, una arbitraria 
ordenanza municipal del alcalde de Ñuñoa,
Pedro Sabat, prohibió a los fonderos
de la comuna de Ñuñoa tocar cumbias
y cualquier otro tipo de música
que no fuera folklórica.

Más allá de la legitimidad popular de la cumbia,
de su arraigo, de su bien ganada chilenidad,
esta censura municipal tiene un tufillo
a viejo autoritarismo azumagado
y sienta un precedente inaceptable.

"La cumbia es una tradición en Chile
y la gente ha reaccionado malamente
cuando le explicamos que por orden municipal
no podemos colocarla. Incluso han llegado
a lanzarnos botellazos", explicó Nelson Morales,
propietario de un local con pista de baile
en Santiago, según leemos con honda vergüenza
en un medio internacional.

Prohibir, señor alcalde, es una costumbre
que creíamos relegada a un pasado
del cual parece usted sentir nostalgias.

¿O lo hace sentirse poderoso
emitir un edicto que deja a sus vecinos
imposibilitados de menear sus presas
como mejor les parezca?

Es triste, alcalde, este "liberalismo" sin liberales,
que parece ser el sello del Chile de hoy.

Viva y deje vivir.

Los chilenos exigimos ser tratados como adultos,
sin tíos ni abuelitos que prohíban esto o lo otro,
porque de eso, fíjese, ya tuvimos más que suficiente.

¿Va a prohibir mañana algún edil a los ayseninos
bailar su chamamé, de origen argentino?

Sea como sea, tenga por seguro, alcalde,
que no habrá ninguna piñufla ordenanza municipal
que le impida zarpar a El galeón español
en nuestras celebraciones.

Ningún edicto alcaldicio cambiará este porfiado hecho:
existe una cumbia chilena, tan válida como la cueca
o la tonada o el vals chilote, porque ocurre que
el mundo está vivo, se fusiona y se enriquece, 
libremente, en la tolerancia y en la diversidad.

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