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Nada en particular

Nada en particular
por Roberto Merino
Diario Las Últimas Noticias, lunes 26 de septiembre de 2011

Estos días de primavera me dejan sin habla.

Cuestión de clima, de temperatura atmosférica y corporal,
de tonalidades de cielo o de reacomodos biológicos, no sé,
el hecho es que reconozco en la tarde larga 
otras tardes similares de la niñez.

Casi diría que soy el mismo sujeto silencioso e incómodo,
ubicado junto a una mesa cerca de una ventana,
sintiendo que el tiempo se escapa por una grieta
que nadie se toma la molestia de reparar.

Escribo como antes hacía las tareas,
pensando en nada, aburriéndome
con las flores secas en unos jarros,
con los estantes de libros 
y los reflejos de sus vidrios,
con el pasto del jardín.
igual a sí mismo
y a todos los pastos del mundo.

No se trata de quitarle el bulto
a los temas políticos del presente.

Esta misma sensación de desmayo
la vivía el 73, después del golpe.

A pesar de las circunstancias
angustiantes de entonces,
siempre una normalidad pasmosa
se las arreglaba para colarse
en la cotidianidad.

Tardes de hora de once, somnolencia,
martillazos indiferentes en la distancia,
una moto que pasa, alguien prende una radio 
en la casa del lado y la apaga inmediatamente,
como si no hallara qué hacer.

Sé que para muchas personas
se están jugando hoy asuntos cruciales
y que se levantan cada mañana
con una carga de adrenalina
para encontrar que el mundo
en su despótico rumbo
contradice sus ideales.

Es más, hay en este sentido
un inmenso subentendido social.

La gente refuerza fragmentariamente
sus opiniones en Twitter todo el santo día,
y uno como que se fue quedando fuera
de esa gran comunidad.

Cuando las calles y los cafés
y los bares quedan vacíos,
no quiere decir que se haya cortado
la comunicación o la instantaneidad
que la sustituye.

Sólo algunos despistados salimos
buscando contacto humano
en directo, persona a persona.

No quisiera apoyar ni por un segundo
los argumentos de los antitecnológicos,
si es que quedan en alguna parte.

A mí me agrada intuir a mi alrededor
este bullicio de blackberries y tuiteos,
tal como me gusta, en la soledad,
irme quedando dormido con los gritos
y la música de una fiesta lejana.

Al contrario, el silencio me activa el insomnio
porque aparece un boquerón abierto en la conciencia.

Acaba de temblar, un sacudón rápido, casi un tiritón.

En la televisión pasan secuencias de enfrentamientos
de encapuchados y carabineros y más allá hay gente
que corre levantando el polvo en el Parque Almagro,
con el sol del poniente hilvanando en los árboles.

En el Liceo Lastarria el guanaco o el zorrillo
regó a los estudiantes con agua mezclada
con un químico blanco.

Unas noches atrás mostraban imágenes similares de 1985,
con el agregado de unos apaleos surtidos.

No recuerdo un año de la vida
en que no se hayan dado situaciones de este tipo.

En el tiempo de Frei Montalva
una lacrimógena del Grupo Móvil
mató a un regidor de San Miguel,
de apellido Opazo.

El funeral se convirtió en marcha
y la multitud gritaba con indignación:
"¡Frei, cretino, fascista y asesino!"
Y también: "¡Los gorilas del Estado
son los pacos desgraciados!"

Pero éste es sólo un alcance sin propósito.

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