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Nacimos en Juan Fernández


Nacimos en Juan Fernández

POR MIGUEL LABORDE

JUEVES 8 DE SEPTIEMBRE DE 2011

       No es casualidad que sea Francia la nación que, en años recientes, asumió el estudio de la flora actual del archipiélago de Juan Fernández, muy alterada por indiferencia de Chile ante su originalidad.


        Cuando el filósofo Rousseau creó su teoría del buen salvaje, que el hombre es bueno en sí y en medio de la naturaleza, estaba pensando en estas islas. Cuando escribe su tratado sobre la buena educación, “El Emilio”, el protagonista sólo puede leer un libro antes de cumplir los 12 años, una y otra vez: Robinson Crusoe. Para aprender a depender de uno mismo, a no depender de nadie: para ser  un espíritu libre. Ser quien uno es.

       ¿No es para eso la educación, que viene de “sacar afuera”…?

       Ya podemos suponer qué libro tenía Rousseau, siempre, en su velador…



        Los niños ingleses, todos, leen  la obra de Daniel Defoe, “la primera novela inglesa” que, por lo demás, es el segundo libro más leído en la historia, luego de la Biblia.

        En la isla, Crusoe sólo tiene la Biblia. No se deprime, no se suicida, no maldice el alto cielo; cree en la Divina Providencia, y si su destino es que sea rescatado, así será. Su fe le da fuerzas.

        Aunque Marx se ríe de él, porque el dinero de nada le sirve, su capital, y tiene que ponerse a trabajar, la verdad es que el libro pasa por el centro de la cultura sajona; adaptarse al cambio, valor del trabajo, orgullo del mismo… “hágalo Ud. mismo”. Estados Unidos lo hereda, cada uno con su taller en el garaje, haciendo algo con sus manos, es un héroe imaginario. 

       Robinson Crusoe no piensa mucho. Ya es un hombre de acción.

        Hay otro mensaje; más cerca de la naturaleza es igual a más cerca de Dios. Hasta los cementerios sajones irán poblándose de árboles y pastos, la obra del Creador, alejándose de los mausoleos y sus mármoles.

       En medio de la naturaleza, para descansar en paz.

       Para Chile esa isla es también un lugar esencial. Ahí fueron desterrados los patriotas, ahí dieron a luz el proyecto de la nación chilena, a partir de una semilla llamada La hermandad de los dolores…


       ¿Nombre curioso? Puede ser. Pero noble también. Es porque se trataba de un proyecto “moral”. Seres humanos que se acercan unos a otros para colaborar juntos, socorrerse, apoyarse ante los dolores de la vida.

        Antes, con los reyes lejanos, se hablaba de “la felicidad de los vasallos”…. Es fácil unirse para eso, lo difícil es hacerse presente en la desgracia.

        En la patria libre, cada líder patriota tuvo a cargo un barrio de Santiago y lo recorría en las tardes, preguntando por los dolores de los ciudadanos.

        En Juan Fernández, entonces,  nació la nación chilena.

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