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Nada se pierde, todo se traspapela...‏ por A.C.



El título debiera ser 
Nada se pierde, todo se traspapela
(apelando a la primera y segunda
ley de la termodinámica:
la primera: la energía se conserva, nada se pierde;
la segunda: la entropía aumenta, el desorden crece
(hay más formas de ser desordenado que ordenado)...

Abrazo

R.







Me dispongo, de una vez por todas,
a hacer limpieza profunda de mi oficina
y para eso es necesario entrar a machete
y despejar la selva literario-científica,
con libros de espiritualidad y poesía; 
diccionarios y enciclopedias, etc.
esparcidas por doquier 
en profuso desorden y diversidad.

Comienzo a sacar los libros de las estanterías
repartidos en las cuatro paredes desde el techo al suelo;
un anacronismo absoluto en la era de los libros digitalizados,
los famosos e-Books y los lectores electrónicos como iPad o Kindle.

También hay un montón de ellos guardados en un disco externo,
escondido en medio de los papeles y libros dispersos
en todos los rincones ocupando prácticamente todo.

Si los libros fueran más livianos que el aire,
sin duda estarían copando prácticamente la totalidad de mi oficina
y por cierto todo lo quedara disponible de espacio virtual 
irían a parar a la nube o a la memoria de lo que sea.

De hecho, hay un destacado físico teórico
que optó por trabajar en otro lado
porque no podía abrir la puerta de su oficina
convertida no en un clóset, sino en un depósito
de papers y libros sin la menor clasificación.

Hay otro físico y cosmólogo connotado,
inventor del universo inflacionario,
cuya oficina fue considerada la más caótica,
no sé a ciencia cierta
si de toda la academia nortemericana,
pero seguro que de la Costa Este
(hay una foto en el que aparece conversando
por teléfono en medio de un caos absoluto,
papers, pizzas, teclados, carpetas repartidas
en el más perfecto desorden).

Cuando pasé frente a su oficina en el M.I.T.
a mediados de los años noventa,
estaba la puerta abierta,
se encontraba él en su interior
y las cosas permanecían todavía
en un nivel manejable.

El premio que se le concedió
por ser el más desordenado,
fue que dos secretarias
se encargarían de recuperar
dicha oficina y devolverla
a un nivel aceptable
para que un ser humano la ocupe.

No sé cuánto duró esa operación
ni tampoco el lapso de tiempo
en que se mantuvo después
en un nivel decente.

El hecho es que me encuentro
en un intermezzo de la tarea autopropuesta
hace mucho tiempo, finalmente en proceso
de concreción, y me lo he pasado
trasladando libros hasta la terraza en volado
junto a la piscina y, poco a poco se desnudan
las estanterías para florecer con libros dicha terraza.

Para hacer la tarea suave y la carga ligera,
me acuerdo del 'ora et labora' benedictino,
entonces este peregrinar es acompañado
de una letanía de padrenuestros, avemarías y glorias.

Me doy perfecta cuenta que no habrá vida
para leer bien una porción marginal de esto
(partiendo del supuesto, obviamente erróneo,  
de que no aparecerá en el intertando, 
nueva información de interés vía nuevos libros o internet).

Pareciera hora de quemar las naves,
y en lugar de hacer lo mismo con los libros,
desprenderse tranquilamente de ellos.

Los libros usados valen mucho
pero su precio es indistinguible de cero.
La eventual venta garage requiere
de inventarios y de una energía y tiempo
que no dispongo.

Más aún, habría que pagar a alguien 
para que se los llevara. (Como no hay cash,
tampoco creo que aguante como pago
las cuatro pilchas que tengo).

Igual hay que hacer algo.
No basta con querer compartir
en nuestra compleja sociedad,
hay que buscar el mecanismo adecuado
y no todas las instituciones facilitan la labor.

Imaginen partir en Transantiago a un lugar equis
con veinte libros por vez, y encontrar a la persona
que, en horario de oficina, esté dispuesta a recibirlos.

Probablemente va a pedir inventario,
certificado de sanitización,
que estén en impecable estado,
siempre y cuando haya un interesado
en estos volúmenes que ya no se usan.

Como una acción en esta dirección,
la semana pasada, al pasar frente a la edificación
en que funciona el Desafío Levantemos Chile
la institución fundada por Felipe Cubillos,
cuya sede recientemente inaugurada 
en el Club de Tenis El Alba 
de la Municipalidad de Las Condes,
se me ocurrió que sería una buena idea
donar un centenar de libros
que de a poco fui adquiriendo
por sus espléndidas ilustraciones
y la forma atractiva en que la
información es presentada;
sin ser textos de estudio
tenían ciertamente un valor pedagógico.

Así es que partimos con mi hija mayor
a llevárselos, porque parece ser 
la forma más directa y menos burocrática
de que lleguen lo más rápidamente
a niños de las escuelas del país.

No es tan fácil encontrar
el destinatario idóneo
de la mayoría del resto.
Ya veremos qué hacer.  Dios dirá.

Vuelvo a la tarea, en un momento 
pasa una pequeña lagartija esbelta,
un ejemplar de Liolaemus tenuis
que se desplaza entre las hileras 
de libros que serpentean
por el entorno de la piscina.

Por un momento se detiene a tomar sol 
entre los lomos de los impresos
-la gran mayoría en rústica-
y me recuerda que al salir de mi encierro
he pasado a convertirme 
en una lagartija de biblioteca...

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