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Sin crecimiento no hay bienestar

Sencillamente, no podemos tener un país más justo sin inversión (No se debe poner en revisión simultáneamente “reglas económicas”, con un Estado omnipresente que resta espacio e impone criterios desasociados con el sentir y la propia libertad en los caminos hacia el bienestar.)‏



“Los gobiernos de Bachelet van encaminados a ser los períodos de menor crecimiento desde la vuelta a la democracia”.
Diario La Segunda 03/12/2014
No culpemos al mundo. EE.UU. el último semestre se ha expandido al mayor ritmo de la última década. Tanto Japón como China han tomado recientes medidas para acelerar su expansión y la Unión Europea está ligeramente en zona positiva y en extrema alerta, para adicionarle combustión. Sumado, el mundo estará, proyectado al 2015, creciendo a un decente 3,5%.
Chile no puede enrostrar al frente externo sus problemas. El cobre está en el rango de precio anual proyectado para el Presupuesto Nacional, la pesada factura del petróleo se ha diluido significativamente y las exportaciones, particularmente las no tradicionales, están con atractivos precios externos y altos retornos por la valorización del tipo de cambio. En consecuencia, nuestro menor crecimiento se relaciona con las variadas incertidumbres sembradas por el Gobierno en demasiadas esferas simultáneamente, acusado por todas las encuestas de opinión pública. Las pymes, que son más precarias, están arriesgando su línea de flotación, tanto por la reforma tributaria a medio vapor, como por la incierta reforma laboral. Porque el plebiscito diario de los votos monetarios de los consumidores está inhibido por la pérdida de poder adquisitivo por la alta inflación y el incierto horizonte de sus trabajos. Chile es el país de la OCDE con mayor diferencial negativa, tanto entre el PIB real y el potencial de futuro, con 2,1%.
Sencillamente, no podemos tener un país más justo sin inversión. Hay una condición y sensación de bloqueo entre deudor y acreedor: el primero teme endeudarse y los agentes financieros incrementan sus provisiones. Lo paradójico: el país cuenta con un amplio catastro de proyectos, los grupos empresariales exhiben una sólida posición financiera. La conclusión se desprende sola, ausencia de certidumbre.
Y lo más decidor: si uno compara los 40 indicadores económicos y sociales más relevantes entre el anterior gobierno de Bachelet y la administración de Piñera, este último la supera en los mismos 40 parámetros, ejercicio que se ha hecho público y no ha sido desmentido. Desde la creación de empleos, pasando por el ingreso de inversión extranjera y hasta la distribución del ingreso, convalida siempre el período que experimentó un mayor crecimiento.
El efecto en mayores: sinergias, inversiones, poder adquisitivito, competencia, clima económico, valorización de activos, pleno empleo, creciente recaudación fiscal. Todos tienen una mayor impronta, sólo con el crecimiento. Lo grave es que, al ritmo que vamos creciendo, incluyendo el 2015 es a menos de la mitad de la administración de Piñera. Esto nos conduce a una proyección de que los dos gobiernos de Bachelet van directamente encaminados a ser los períodos presidenciales de menor crecimiento desde la vuelta a la democracia.
Para superar este decaimiento es imperativo priorizar, en el fervor reformista, la calidad de la arquitectura de los proyectos. No se debe poner en revisión simultáneamente “reglas económicas”, con un Estado omnipresente que resta espacio e impone criterios desasociados con el sentir y la propia libertad en los caminos hacia el bienestar.

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