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La mayor parte de las regulaciones tienden a proteger a las empresas existentes en desmedro de las posibilidades de las empresas emergentes...‏

JOSÉ RAMÓN VALENTE,

empresa

Capitalismo


“En países donde han existido partidos políticos relevantes de influencia marxista, los defensores del libre mercado han combinado fuerzas con los empresarios para hacer frente al socialismo marxista. En esos países, aun después de que las ideas marxistas han perdido fuerza, la identificación ideológica entre quienes son pro mercado y quienes son pro empresa permanece y es difícil de disociar” (Luigi Zingales. 2012 “A Capitalism for the People”).
El profesor Zingales hace la afirmación anterior probablemente influenciado por la experiencia de su natal Italia. A mí me parece que aplica extraordinariamente bien la realidad chilena. Basta con observar cómo la prensa recurre a la Sofofa o la CPC como referentes de la defensa del libre mercado, para concluir que hay una amalgama comunicacional entre quienes son pro empresa y quienes son pro mercado.
En vista de esta confusión, no es raro que como reacción a escándalos empresariales del tipo La Polar, se proponga cambiar el modelo de economía de mercado y que aquella destemplada propuesta encuentre soporte en la población. En países en los cuales la sociedad entiende la diferencia entre empresas y mercado, como EE.UU, escándalos empresariales como la gigantesca estafa de Bernard Madoff o la fraudulenta quiebra de Enron, no generan propuestas para abandonar el capitalismo y reemplazarlo por quien sabe qué. Aunque la sociedad sí exige que los responsables de dichos fraudes sean castigados.
La economía de mercado está lejos de ser un sistema para defender a las empresas. Es cierto que las empresas exitosas florecen en una economía de libre mercado, pero el mismo mercado es, a su vez, la mayor amenaza para su supervivencia. En una economía libre, las empresas están siendo desafiadas por nuevas ideas y emprendimientos. De manera que la pretensión de las empresas exitosas de maximizar las utilidades de sus negocios, se ve limitada y frustrada por la existencia de otras empresas que están al “aguaite” de cualquier oportunidad que les permita ofrecer productos y servicios mejores y más baratos a consumidores ávidos de recibir ofertas.
Es aquí donde los intereses de quienes son pro libre mercado, y quienes están a la cabeza de las empresas, pueden entrar en conflicto. Mientras los libremercadistas están preocupados de que exista el mayor número de nuevas ideas y emprendimientos que le pongan presión a las empresas existentes para innovar y reinventarse, los gerentes y dueños de dichas empresas sienten la tentación -a veces incontenible- de proteger lo que tienen creando todo tipo de barreras de entrada.
Una de las paradojas de la economía política es que quienes vociferan contra los vicios del capitalismo, son muchas veces los mismos que entregan a las empresas, a través de las regulaciones que proponen, privilegios que les permiten mantener su liderazgo sin tener que preocuparse de la competencia. Mi convicción es que la falta de competencia se combate con mayor competencia, no con mayor regulación. Aparentemente el profesor Zingales opina igual. “La mayor parte de las regulaciones tienden a proteger a las empresas existentes en desmedro de las posibilidades de las empresas emergentes” (Luigi Zingales 2012 “A capitalism for the People”).

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