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Después de los Castro


"Salvador Allende aseguraba en 1966 que él era el Fidel Castro de Chile, solo que alcanzaría su meta por medios pacíficos. El eclipse de la Cuba revolucionaria ayudará a liberarnos de una carga onerosa de nuestro pasado..."


Washington, ¿ganó algo con las negociaciones que condujeron a la reanudación de relaciones con la Cuba de los Castro? Sí, un intangible que no es de desdeñar, que EE.UU. descomprime -en un palmo- las relaciones interamericanas y les resta un argumento plañidero a quienes responsabilizaban al bloqueo por todos los males de la isla. Desde otro ángulo, las sanciones complementaban un principio de la ideología castrista de que había que romper todos los lazos con el "imperialismo", ya que solo significa explotación. El embargo económico -el llamado "bloqueo"- no es tan fácil de levantar, ya que hay política interna de por medio, una legislación que no es del resorte de la Casa Blanca y los reclamos estadounidenses tienen alguna base de justicia. En otro vuelco más sensacional, el anuncio en 1971 del viaje de Nixon a Beijing, el éxito de la maniobra norteamericana era algo de suyo evidente. Para la administración Obama los frutos se verán en el mediano y largo plazo, amén de que las sanciones económicas, salvo casos muy dramáticos, siempre tienden a ser contraproducentes y carecer de legitimidad de fondo.

Por razones biológicas y políticas la atención se centrará ahora en lo que suceda en Cuba, con el inminente (ahora sí, en esta década) eclipse de los Castro. Su eros ideológico está desgastado al interior de Cuba. Uno de sus tantos signos evidentes se revela en que todos sus escritores connotados son amargos críticos del sistema desde una perspectiva que quizás podríamos llamar liberal en lo político. En 1959 Fidel Castro dijo que la revolución -cambio de la naturaleza humana- necesitaba de un enemigo; si carecía de él, perecía. Es la fase en la que se encuentra. Entremedio construyó un sistema caudillista aliado a una de las ideologías radicales del siglo XX y a una potencia militar que lo encarnaba, en ruptura total con su historia y con un sarcasmo: en el personalismo semejante a los Trujillo y a los Somoza, la Cuba de los Castro reprodujo algunos rasgos de larga data de la región, el Estado patrimonial, el país como encomienda de los dos hermanos; y los exiliados por su parte tuvieron un éxito destacado en lo político, económico y hasta cultural.

Aparte de la epopeya militar de Castro y los suyos, la revolución triunfó porque la Cuba social y cultural de mediados de siglo poseía más espesor que el tipo de política que soportaba; hubo un hastío y cólera de la sociedad cubana que le permitió a Castro establecer alianzas y encabezar a una gran mayoría. Después igual aplastó a sus aliados. Sin embargo, si estamos interesados en el bienestar del pueblo cubano y en el entendimiento continental, es importante que el actual aparato del Estado conserve su protagonismo en todo período de transición que pudiese haber, quizás incluyendo algunos elementos de su doctrina. De otro modo se crearía un vacío análogo a un "estado fallido", insinuado por Obama, con instituciones de fachada pero en la realidad un país sometido a las mafias (se exagera la medida en que la Cuba de los 1950 consistía en esto). Nada agradaría más a Castro senior , apasionado por la imagen histórica, post mortem , que este desenlace se produjera, ya que en la isla brotaría como reacción una utopía retrospectiva que, erróneamente creo, vería en la Cuba revolucionaria como su edad de oro, lo que hipotecaría su futuro.

Todo esto tiene simbolismo en Chile. Desde 1959 ambas historias se vincularon de manera dramática. Salvador Allende aseguraba en 1966 que él era el Fidel Castro de Chile, solo que alcanzaría su meta por medios pacíficos. El eclipse de la Cuba revolucionaria ayudará a liberarnos de una carga onerosa de nuestro pasado.

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