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Ad nauseam: cuando el reformismo se convierte en superstición progresista líbrenos de sectarios con poder..

ALFREDO JOCELYN-HOLT, 


bacheleth

Las figuras del año


Este año, que por suerte se nos va, fue de las reformas, lo cual no impide que en el 2015 no sigan siendo las principales protagonistas y estemos de nuevo en diciembre agradeciendo que se termine el año. Así, ad nauseam, hasta que de tanto languidecer mejoremos realmente las cosas y no sólo algunos se empeñen en “reformarlas” y otros resistan. En algún momento  tendremos que convertirnos en algo más serio que en una pura sociedad de debate, con normas de clausura, resultados concretos, y acuerdos sobre lo que hay que cambiar y qué no. Conste que sobre lo último no se ha dicho nada, por eso el debate ha sido de sordos.
El problema del reformismo es doble. No se ha planteado como mejoramiento continuo del sistema (Edmund Burke sostenía que hay que reformar para así conservar), sino que se ha propuesto desmantelar todo el sistema de raíz sin proponer nada a cambio salvo reformas + reformas + reformas “por hacer”; de ahí la sospecha de que se trate más bien de un propósito revolucionario, no de un cambio necesario. Burke afirmaba que únicamente en situaciones extremas era aconsejable repudiar el orden establecido de manera ilimitada. No es nuestro caso. Habrá muchas cosas por cambiar, pero ¿todo?; todo resulta disparatado, más aún si quienes pregonan el cambio ilimitado están en el gobierno.

Recordemos lo que decía  John Stuart Mill: no se puede hacer todo pero se puede controlar todo. Ergo, hay quienes nos resistimos, no a los cambios, sí a los cambios por los cambios, a los cambios a destajo, a favor de unos y a costa del resto que podemos ser no pocos. Dicho en simple: cuando el reformismo se convierte en superstición progresista líbrenos de sectarios con poder”.


El otro lado dudoso del reformismo actual es su origen: la Nueva Mayoría como osado affaire entre quienes sintieron que la vida se les iba en una coalición que ya no daba para más (la Concertación) en connubio adulterino con su nueva pareja más joven, “ondera” y excitante de los movimientos sociales, los comunistas haciendo de chaperones. Es decir, un espectáculo, primero callejero, luego “legitimado” a medias, como todo ahora último. Obvio decirlo, pero los ritmos de la nueva pareja no son acordes. Se notan demasiado las diferencias de edad. La antigua Concertación era púdica, ni promiscua ni atrevida, probablemente auto-reprimida. Los movimientos sociales, en cambio, son adolescentes, están por obstruir, irritar, provocar, epatar.
Permítanme un último alcance de Pierre Rosanvallon. Las fuerzas  que él llama negativas, “contrademocráticas”, fáciles de organizar, convocar, manifestarse, son más efectivas en oposición que cuando se convierten en gobierno o, siguiendo con la metáfora, en acuerdo de vida en común o “matrimonio” de conveniencia política. ¿Para toda la vida, hasta que la vida los separe, más de lo mismo el 2015? Pretender que lo que resulte de ello sea aceptable para todos es no entender que las sociedades valoran la regularidad y pierden la paciencia con los improvisadores.

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