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Quilapayún en Audi

Esa capacidad de moverse en las zonas grises de la vida pública sin caer en la ilegalidad, haciendo cosas de un viejo zorro de la política, pero presentándose como si no lo fuera; concentrado en el presente y haciendo lo que sabe hacer: trabajar y poner cara de póker...‏



"La estrategia de Velasco es muy astuta. Es un viejo político, y sin embargo se presenta como un renovador, un ser impoluto que no milita en los partidos, sino en un "movimiento..."



Mientras otros discuten en Santiago, Andrés Velasco está trabajando en regiones, donde nadie lo molesta. La idea que transmite es sencilla: "yo soy el centro", "mi inspiración es de centroizquierda", etc. Se trata de un "centro" amplio, compuesto básicamente por sectores liberales laicos (a los que él pertenece), pero que está dispuesto a recibir los votos de quien quiera dárselos, especialmente si vienen de la DC.

Su apuesta tiene un ingrediente climático: con su sectarismo e hiperactividad reformista, la Nueva Mayoría ha enrarecido el ambiente, de modo que la gente empieza a buscar algo distinto. Allí está él, con su sonrisa.

¿Es tan de centro como dice? La política económica que llevó a cabo mientras fue ministro de Hacienda no coincide con aquello que en otros países se entiende por centro. De hecho, fue más liberal que la de Rajoy, un derechista, o la de Merkel. Sus posturas sobre el aborto o el matrimonio homosexual son, por otro lado, bastante extremas y nada centristas. Pero el líder de Fuerza Pública nos ha convencido de que él es el centro.

Su estrategia es muy astuta. Es un viejo político, y sin embargo se presenta como un renovador, un ser impoluto que no milita en los partidos, sino en un "movimiento". Casualmente, recibió financiamiento de un conglomerado empresarial, pero lo suyo fueron unos seminarios de alto vuelo intelectual.

Esa capacidad de moverse en las zonas grises de la vida pública sin caer en la ilegalidad se observa en el nombre mismo de su movimiento: Fuerza Pública. Antes de 2013, esa denominación pertenecía a los organismos policiales, pero como es un nombre magnífico y la ley no prohíbe apropiárselo, él lo tomó para sí. No es ilegal, es solo un recurso propio de las zonas grises. Apoyó a Bachelet y un par de meses después se transformó en opositor. Realiza declaraciones de amor a la DC, pero no está claro qué rescata de ella. Hace cosas de un viejo zorro de la política, pero se presenta como si no lo fuera.

Para reforzar su buena imagen, se preocupa de atacar periódicamente a gente menos simpática, como Andrade y Quintana. En comparación con esas posturas extremas, la suya queda de inmediato en el centro. Además, da argumentos y habla de manera coherente, lo que no es habitual en el Chile de hoy.

Andrés Velasco cumple una importante función en la psicología política chilena. Él interpreta a dos públicos diferentes, pero que necesitan el mismo producto. De una parte, están esas clases medias emergentes que alguna vez fueron de izquierda y se sentirían incómodas votando por la derecha. Él les permite votar de acuerdo con sus nuevos intereses sin sentir que están traicionando lo que una vez creyeron ni reconocer que la derecha tenía razón.

De otra parte, están los sesenteros ABC1, que hace tiempo abandonaron el marxismo y hoy se visten en Brooks B rothers . Para ellos también resulta duro votar por la UDI o RN. Además, aunque ya no son marxistas, no les agrada asumir los rígidos cánones de la moral burguesa. El liberalismo moral de Velasco, más su estética de centroizquierda, les vienen como anillo al dedo para suprimir cualquier remordimiento de conciencia.

En el fondo, Velasco permite manejar un Audi mientras uno sigue escuchando a Quilapayún.

Además de los anteriores, hay en Chile un buen número de ejecutivos jóvenes sin mucha densidad cultural, para quienes Velasco es un príncipe azul. Esa gente tradicionalmente ha votado por la derecha y no son especialmente liberales en lo moral, pero como su horizonte termina en el PIB y el per cápita no tienen nada que oponer a las propuestas velasquistas.

En principio, el escenario es óptimo para él. La centroderecha está distraída en otras cosas y no ha prestado atención al trabajo de hormigas que el líder de la Fuerza Pública ha desplegado en regiones; Amplitud está esperando caer en sus brazos; la Nueva Mayoría está llena de tensiones, y todo hace pensar que los desencantados del Gobierno irán creciendo en los próximos años.

Con todo, a Velasco no le basta con los desilusionados de Bachelet y unos pocos votos de tecnócratas. Su apuesta solo tendrá éxito si logra quitar muchos votos a la DC, a RN y la UDI. Pero la DC ha experimentado un repunte y pasa por su mejor momento de los últimos años. Además, la centroderecha podrá ser miope en ocasiones, pero ciega no es. Se ha ido ordenando y pronto volverá a prestar atención a aquellas zonas de Chile donde Velasco trabaja hoy con toda libertad.

Velasco no tiene el futuro asegurado. Precisamente por eso se concentra en el presente y hace lo que sabe hacer: trabajar y poner cara de póker.

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