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El Estado como un botín en vez de un lugar donde desarrollar una genuina labor de servicio público...‏

JORGE ACOSTA, CONGRESO

Sistema electoral: un problema de justicia



Se aprobó en el Senado la idea de legislar sobre el nuevo sistema de elección parlamentaria que reemplace al tan criticado binominal.
La discusión central se ha condimentado con una serie de aspectos aledaños que pueden acompañar a un debate como este:financiamiento de la política, cuotas por sexo o pertenencia a pueblos originarios, rol de las primarias, etc.
Sin embargo, nuestros parlamentarios no deben perder el norte: lo principal es que el nuevo sistema electoral sea más justo que el actual.
En ese sentido, es difícil que se resuelvan los cuestionamientos ciudadanos a la política si se constata que la propuesta del Ejecutivo es una traje a la medida.
Cuesta entender qué criterio de imparcialidad usó el gobierno para dar más representación parlamentaria a Atacama (cinco escaños) que a Los Lagos norte cuatro escaños), a pesar de que este último cuenta con 70 mil electores más. Tal vez el sesgo se produjo porque la Nueva Mayoría dobló en ambos distritos de la Tercera Región y no así en la Décima Norte. Pero es cierto, esto sólo es una conjetura.
Ahora bien, de la misma manera es un poco inexplicable si se pretende implementar un sistema justo, que los tres distritos de la Cuarta Región, con 530 mil votantes (y dos doblajes oficialistas), suban su representación a siete parlamentarios, mientras que paraLas Condes y La Reina, con 600 mil electores (y con un doblaje histórico de la Alianza), se propongan tan sólo seis diputados.
Ejemplos como estos hay prácticamente en cada distrito propuesto.Lo cual es un problema, porque en un tema tan trascendental como la elección de los representantes del pueblo al Congreso, no puede existir ni un asomo de duda de que alguien quiera hacer trampa.
Para terminar con estos cuestionamientos fundados, lo ideal sería establecer una regla imparcial y que no dependa de la disposición arbitraria del Ejecutivo o el legislador incumbente. Algo así como el “mínimo común múltiplo” de representación parlamentaria por cantidad de electores. Con este sistema nos aseguramos de cumplir, al menos en la Cámara, la premisa democrática de “una persona, un voto”.
De la mano con esta discusión, está el debate sobre el número de parlamentarios.
Algunos plantean que es necesario aumentar la cantidad de diputados, pero nuevamente los datos muestran que pueden haber otras intenciones. Según estudios de Libertad y Desarrollo, la desproporción entre votos obtenidos y escaños conseguidos no cambiaría significativamente para ambas coaliciones si se compara el actual sistema con el proyecto propuesto. Incluso, la Nueva Mayoría se vería levemente beneficiada en porcentaje, pero ampliamente favorecida en número total de parlamentarios nuevos.
Sumado a todo lo anterior, se agrega el escaso interés político por limitar la reelección de los parlamentarios, lo que ratifica la sospecha de que esta legislación beneficiaría más a los representantes de algunos partidos que a la solidez de la democracia.
Si se aprueba la ley tal como está y se constata un aumento en el número de parlamentarios de cada conglomerado, pero no se evidencia una mejoría en la proporcionalidad de la representación, se seguirá contribuyendo con creces al desprestigio de la clase política.
No es difícil imaginar que los chilenos tendrán todo el derecho a pensar que algunos políticos ven al Estado como un botín en vez de un lugar donde desarrollar una genuina labor de servicio público.

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