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El partido de la sangre

Sondear los usos del lenguaje en situaciones de conflicto; regresar a su utilización política, a sus ocasionales posibilidades redentoras, a su frecuente fracaso en el relato de la verdad...‏



JUAN MANUEL VIAL, lina meruane



Como se sabe, Chile es el país en donde reside la mayor comunidad palestina fuera del mundo árabe. Sin embargo, ya sea debido a la asimilación o a otras causas menos evidentes, el lector no está muy expuesto a lo que por conveniencia podríamos llamar un “relato personal” que trate la historia reciente de aquel pueblo. Esta carencia se ve ahora superada con el magnífico libro de la escritora y académica Lina Meruane, Volverse palestina, el cual consta de dos partes: la crónica de un viaje a las tierras ancestrales -algunas versiones anteriores fueron publicadas en diferentes medios- y un ensayo dedicado a la importancia del lenguaje en un lugar en que éste suele ser un arma más, y de grueso calibre, en el enfrentamiento entre israelíes y palestinos.

Ambas partes del libro son las caras de una misma moneda. Astutamente, la autora descubrió que el asunto quedaría trunco si es que sólo incluía el ángulo más visceral, que, en su caso, viene a ser la adhesión militante a la causa palestina”.

“Supe, a medida que avanzaba, que no bastaba con visitar el presente. Hacía falta regresar a los planteamientos del pasado y a las vicisitudes del lenguaje que sirvió para armar esta historia. Vi que era necesario sondear los usos del lenguaje en situaciones de conflicto. Regresar a su utilización política. A sus ocasionales posibilidades redentoras. A su frecuente fracaso en el relato de la verdad”.
Residente actual en un barrio de judíos ortodoxos de Nueva York, “mi calle cada vez más poblada por esa comunidad que se ha ido multiplicando a mi alrededor”, Meruane emprende un viaje que la lleva a Santiago, a la provincia chilena y luego a Israel y a los territorios ocupados (sus ancestros, árabes cristianos, como casi todos los que arribaron a Chile, emigraron de Beit Jala). La autora había recibido algunas señales que, de diferentes maneras y con distintas intensidades, la empujaban a emprender el reconocimiento de la tierra ancestral.
Pero son las conversaciones con su padre, hijo de emigrantes, las que acaban convenciéndola de que es necesario partir.
Meruane nos presenta postales llamativas y elocuentes de su viaje: la humillación vivida antes de abordar el vuelo de El-Al, la aerolínea hebrea; una escuelita irreal que educa a niños palestinos y judíos bajo idénticos estándares; el rayado en un muro de un asentamiento de colonos judíos ultra ortodoxos: “Árabes a la cámara de gas”; la constatación de que allá la vida diaria transcurre bajo la omnipresencia militar; la rareza de un lugar como Hebrón, en donde “hay apenas 500 colonos entre 250 mil palestinos”, pero los primeros “tienen todo el poder”. Tampoco podía faltar la imagen miliunanochesca de un mercado musulmán: “Y regateo con algún tendero que me duplica sin duda el precio de un cojín. Y bajo escaleras que destellan una belleza abigarrada y caótica, y me pierdo por templos y pasillos de piedra o de tela hasta que encuentro la luz de un cielo abierto y lo que veo me sobrecoge”.
Los abusos y las injusticias contra el pueblo palestino que la narradora destaca en la primera parte del libro, son tratados en la segunda sección a través de las voces de algunos intelectuales judíos famosos (Oz, Chomsky, Finkelstein), quienes, en mayor o menor grado, tienden a repudiar los procederes de la derecha israelí y de los colonos ultra ortodoxos. La compilación le resultará interesante a quien no esté bien informado sobre el tema. Pero el mayor mérito de esta obra no radica en la información que ofrece ni en la escritura correcta, sino en el hecho de que es un documento corajudo que revela que tomar partido puede ser a veces una necesidad biológica.

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