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Cosecha de selección


"La selección, habrá que insistir, no es laboratorio de pruebas, de meros intentos 'a ver si alguien resulta'. Eso tiene sentido solo cuando el nivel es irreparablemente horrendo. Y hoy, por suerte, no es ese el caso..."


¿Fue bueno lo del viernes en Talcahuano? Muy bueno. No da para sacar conclusiones definitivas -para eso hay que esperar el partido de mañana ante Uruguay-, pero es obvio que la selección subió varios escalones en su rendimiento colectivo e individual, con el protagonismo de varios que habían quedado en deuda en los últimos amistosos. Algo que, no se confunda, no tiene que ver necesariamente con el rival de turno. No es una potencia Venezuela, pero tampoco un desecho futbolístico. Hace rato que aprendió a ponernos problemas, no es menos que Haití, Bolivia o Perú -los rivales anteriores- y construir un 5 a 0 hoy es tarea compleja frente a cualquier selección del mundo. Ergo: resultado meritorio y de escasa ocurrencia.

Pero lo mejor es que el equipo se vio cómodo y convencido, bien trabajado en lo que ya son sus definiciones habituales: protagonismo, presión, continuidad. Pero además tuvo mucha variedad ofensiva. ¿Valdivia? Fue clave. Bien mental y físicamente, involucrado, distinto, demostró de nuevo que es el gran mediocampista creativo del país (¿habrá que explicar una vez más, con manzanitas, que no ha sido ni será nunca un tercer delantero y que tampoco es esa la función que le da Sampaoli?) Otros dos que subieron mucho fueron Marcelo Díaz, más eficiente en su rol, con mayor continuidad, y Mauricio Isla, que volvió a ser el lateral de despliegue y desborde. Esta vez acompañado ya no de Sánchez, sino de Vargas -como en el Queens Park Rangers-, lo que fue una inteligente y exitosa modificación. Entre otras cosas porque esa variable, sumada a la presencia en la creación de Valdivia, permitieron ver a Sánchez donde más rinde y mejor se siente: como delantero, por una de las bandas y específicamente por la izquierda, desde donde puede hacer diagonales con mejor final.

Bueno también lo de Lichnovsky, la única novedad de la noche del viernes. Lo que, ojo, no es un error. Sería absurdo obligar a un recambio forzado cuando los que vienen abajo no están ni cerca, en convicción, madurez y talento, de quienes siguen siendo imprescindibles. Digo: hay que dejar de joder con el recambio por el recambio. Como lo reconocen ellos mismos, hoy no existe nadie, ninguno, ni en Chile ni afuera, capaz de desbancar a Bravo, Isla, Medel, Mena, Díaz, Aránguiz, Vidal, Valdivia, Sánchez o Vargas, la base dorada. Y tampoco, en rigor, a los de la fila 2: Pinilla, Jara, Herrera, Beausejour, Millar, Hernández, Carmona, Albornoz. La selección, habrá que insistir, no es laboratorio de pruebas, de meros intentos "a ver si alguien resulta". Eso tiene sentido solo cuando el nivel es irreparablemente horrendo. Y hoy, por suerte, no es ese el caso.

Es más: si llegan "nuevos nombres" antes de la Copa América lo más probable es que sean algunos ya suficientemente vistos, como Matías Fernández, o de mejor cartel que los que hoy están en la línea 2, como Zárate. Punto.

Basta con saber que, por ahora, todos los posibles están bajo permanente y efectivo seguimiento y que todos los que merecían una oportunidad la han tenido donde importa: en las prácticas. No ha faltado nadie. Más no tenemos tampoco. Pedir otra cosa es no entender donde está Chile en estos momentos: harto más arriba de lo esperado. Si se topó o no techo, se verá en junio. Mientras tanto no suena razonable pedir cambios o sorpresas cuando el que lleva la mano en el juego se ha equivocado tan poco en la cantidad y calidad de su pega. ¿Alcanza? Quizás no. Pero no será culpa, ni por casualidad, de no haber hecho el "recambio", que hoy más bien suena a suicidio e irresponsabilidad.

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