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¿Condenada a repetir la historia a partir de diagnósticos equivocados?‏

AXEL BUCHHEISTER,/michelle bachelet gabinete ministros

Diagnóstico equivocado

La encuesta Adimark no hizo más que poner números a lo que estaba en el aire: la popularidad de la Presidenta Bachelet y su gobierno vienen cayendo sostenidamente. Tanto, que por primera vez la desaprobación de la Mandataria (47%) supera la percepción positiva (45%), siendo la situación del gobierno peor (51% vs. 42%). No está de más recordar que ese debilitamiento de la Presidenta no es distinto del que tuvo a igual fecha en su primer gobierno y que la aprobación entonces siguió cayendo, hasta que su gobierno fue “intervenido” por los partidos de su coalición. Nunca se ha reconocido que el verdadero mérito de la popularidad que después cobró Michelle Bachelet se debió más a éstos que a lo que hizo ella.
Era evidente que el sostenido rechazo a las dos reformas fundamentales del gobierno, tributaria y educacional, tenían que producir efecto en la adhesión. De hecho, en cuanto a la primera ha sido sorprendente, porque a pesar de haber sido aprobada hace ya un tiempo, y por un acuerdo transversal, según las encuestas no logra convencer a la gente.

Que la cosa estaba mal, lo insinuaba la reacción de la propia Mandataria en las últimas semanas, al refugiarse en su reacción clásica: victimizarse y eludir. Ahí está la tesis de la campaña del terror sobre la reforma educacional. Y ahora, ante la encuesta, la manida técnica del “cartillazo”, que consiste en endosar la culpa a los ministros: no trabajan lo suficiente y no comunican bien; tendrán que trabajar más y comunicar mejor”.
 
Aparte del hecho que a los ministros los nombró ella y es, por lo mismo, responsable, todo es un diagnóstico equivocado. Aquí no hay un problema de comunicación, tesis que envuelve un desprecio a la gente: no entienden las bondades de lo que se está haciendo. En realidad las personas comprenden perfectamente que van sufrir los efectos de más impuestos y, también, que se les quiere quitar la capacidad de decidir sobre la formación de sus hijos; y no les ha gustado. Ni tampoco la receta es trabajar más, cuando lo que se necesita es que trabajen menos, entendido esto como que dejen de darle vueltas a las tuercas de proyectos que despiertan rechazo, y presentar cada día nuevas iniciativas que agiten el ambiente y aumenten la incertidumbre.
Otro despropósito es dejarse pautear por la bancada estudiantil. No sólo porque está radicalizando una reforma impopular, sino porque ellos mismos se están volviendo impopulares. Una encuesta de la semana de la Universidad Diego Portales reflejó un amplio rechazo al desempeño de ese grupo (52,1% vs. 26,5% de aprobación); por su parte, la encuesta CEP de julio mostró una gran desaprobación (44% vs. 28%) a Camila Vallejo. Es probable que la intransigencia de estos jóvenes, que con soberbia descalifican a todos los que piensan distinto -la mayoría-, esté empezando a fastidiar a la gente.
Lo que falta es que la Presidenta asuma su rol y se decida a pagar costos, ordenando y frenando a los que quieren extremar todo. De lo contrario, seguirá viendo caer su popularidad y condenada a repetir la historia.

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