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A falta de morenas, ¡buenas son las rubias!


"No cuesta nada aumentar el gasto fiscal, pero reducirlo es difícil, porque transforma ciudadanos en clientes. El éxito de Chile está en la gradualidad y la moderación..."

Los chilenos nos enfrentamos a un problema que sería la envidia de todos los hombres del mundo, ¡tener que elegir entre 2 rubias!

Para efectos de mi tranquilidad marital, diré desde ya que a mí no me gustan las rubias, sin embargo, al resto de los hombres sí les gustan y, además, las mujeres las envidian y aunque no lo reconozcan, muchas quisieran ser rubias.

Me acuerdo que uno de mis primeros trabajos profesionales fue contratar una famosa blonda, figura indiscutida de la farándula ochentera, para que realizara unos comerciales de televisión. Mi cliente le pagó la millonada que ella cobraba porque, aunque usted no lo crea, el fenómeno de la desigualdad también lo viven las rubias; hay algunas que ganan mucho más que el resto. En este caso le pregunté a mi cliente si valía la pena pagarle esa cantidad para hacer comerciales de champú. Él me contestó: "espérate y verás, todas la mujeres de Chile quieren ser como ella -aunque no lo digan- mira las ventas como van a subir". Dicho y hecho, se lanzó la campaña y las ventas del champú disparadas. A pesar de mi conocida crítica a la desigualdad, ahí aprendí que no todas las rubias valen lo mismo, y que la remuneración de la gente está generalmente asociada a su productividad, porque a nadie le regalan la plata. Ella sabía lo que valía y cobraba por eso. También sabía, al igual que Peter Veneno, que la fama es "emífera" y que mientras dura hay que aprovecharla.

Los chilenos tenemos entonces un buen problema, elegir una de 2 rubias, una de origen francés y la otra alemán.

Debo confesar que si se tratara de amor, comida y romance, a los "demás hombres" les gustan las rubias de origen francés. La Brigitte Bardot sesentera permanece insuperada en el imaginario colectivo masculino, pero cuando se trata, de dirigir un país, gobernarlo, priorizar una agenda política, tomar decisiones complejas e impopulares y ordenar el gallinero en que se ha convertido Chile, yo estoy más bien inclinado por una rubia alemana. No en vano los franceses todavía no eligen una mujer para que los dirija y menos una rubia. De hecho a la única rubia que se atrevió a tratar de liderarlos "Juana de Arco" la quemaron. En cambio los varoniles teutones son dirigidos por una insigne rubia democratacristiana, que le gusta el capitalismo, le cargan los comunistas y le molesta profundamente que el resto de Europa quiera vivir la vida loca a costa de sus electores.

Nuestras rubias tienen un desafío importante, bajar las expectativas de la calle, creadas por la insensatez de algunos. Einstein decía que las mujeres pueden decidir ir con la muchedumbre en cuyo caso llegarán hasta donde la muchedumbre quiera, o avanzar solas, en cuyo caso ellas serán las dueñas de su propio destino. Ojalá escuchen al gran físico.

Mi recomendación para ellas es moderación y escuchar a las mayorías silenciosas. Háganle caso a los votantes no a los manifestantes. Es fácil subir impuestos, pero subir la recaudación supone mantener crecimiento económico y confianza en los contribuyentes. Se puede regalar la universidad, pero eso no asegura calidad, ni esfuerzo de los estudiantes. No cuesta nada aumentar el gasto fiscal pero reducirlo es difícil, porque transforma ciudadanos en clientes. El éxito de Chile está en la gradualidad, y la moderación. Cuando creímos que había atajos al desarrollo; que era mejor el atropello que el consenso; que la riqueza había que expropiarla y no crearla, terminamos mal. El desafío es restablecer el sentido de autoridad, fomentar la tolerancia y el respeto por y para el prójimo y sus bienes y recuperar la credibilidad de nuestras instituciones. Estos son temas mucho más relevantes y ambiciosos que los impuestos, la asamblea constituyente y la universidad gratuita. Atiendan a la experiencia de nuestros mayores, escuchen nuestra historia y atrévanse a ser distintas a los hombres. No en vano la rubia más famosa de todas: Marilyn Monroe, nos decía que las mujeres que sólo aspiran a ser iguales a los hombres tienen ambiciones modestas.

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