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costalazos I I


Ya que recientemente estamos hablando de costalazos,
viene al caso traer a colación las lecciones
cómo superar un tropiezo estrepitoso 
que el genial Olea publicara hace poco
más de un año y, que posiblemente,
la mayoría que lo leyó haya ya olvidado:

Esta es un especie de contrapunto
a las instrucciones para subir una escalera
de Cortázar, es decir, una instructivo
para superar una estrepitosa caída por la misma vía,
pero en sentido inverso:

1. Antes de estrellarse en el piso
abra las manos y suelte lo que tenga en ellas.
Priorice los dientes.

2. Si el porrazo es en un lugar transitado,
no faltará quien se apiade de usted.
Sea noble y déjese ayudar.

Si el lugar es solitario, curiosamente 
la sensación de ser observado es mayor.

Sacúdase y recoja con mucha calma
lo que haya repartido por el suelo.

Chequee su peinado y nunca cojee,
aunque el dolor sea intenso.
Ya habrá tiempo de sufrir en privado.

Sonría y siga su camino con dignidad.

3. Importante: 
Nunca se reprenda a sí mismo en voz alta
y mucho menos ofenda a gritos 
al pastelón que lo hizo caer.

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En los años setenta, por esas 
cosas extrañas de la malla curricular,
terminé inscrito en un curso de Electrodinámica Clásica
dictado en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile
por el recordado Jorge Bellet.

Las clases se hacían en un edificio
que quedaba en el recinto de Macul
del antiguo Pedagógico.

Tal vez algo distraído todavía
después de presenciar
la magia desplegada
con singular elegancia
por el profesor Bellet,
en que quedaba expuesta
en todo su esplendor
aquella hermosa síntesis 
que logró Maxwell
en sus famosas ecuaciones,
con las que predijo nada menos
que las ondas electromagnéticas
-entre sus logros más notables-.

En ese estado me encontraba,
-de suspensión cavilante-, 
cuando súbitamente volví
a la realidad y tomé contacto
relativamente violento 
con la madre Tierra.

No recuerdo bien si tropecé o resbalé
en un descanso de  las escaleras
el hecho es que de improviso
me encontré volando por los aires,
convertido en proyectil
propulsado por un bolso cargado con libros,
que lideraba mi estrepitosa caída,
al cual sin querer me aferraba
incrementando las demoledoras consecuencias
de las leyes de gravitación de Newton
(para efectos de estos golpes,
las correcciones relativistas no son necesarias;
por lo demás no hay forma de relativizar
los machucones evidentes...) 

El hecho fue 
que experimenté
una caída aparatosa
en la que me desplacé
de tumbo en tumbo
golpeándome primero el mentón,
después los codos y  las rodillas
y no recuerdo qué más
hasta que mi carrera descendente
concluyó, después de breves instantes
que parecieron eternos, en el segundo piso
de una de las edificaciones del 'Piedragógico' 
sin mediar manifestación estudiantil
ni 'día del combatiente' alguno.

Los espectadores del incidente,
contemplaban estupefactos la escena,
y lo único que atiné fue a pararme
lo más dignamente posible
y llamar a la calma a los temerosos
que temían lo peor, asegurándoles
que no era necesario llevarme a la Posta.

Todo estos comentarios innecesarios,
tenían el propósito de complementar
los apuntes de este manual de estilo,
con consejos para superar tropiezos estrepitosos 
que en mi caso llegan con varias décadas de retraso.

Como ven, no apliqué el punto 1
del instructivo, con las penosas
consecuencias que acabo de describir.

[Por si alguien piensa que mi diente quebrado
lo conseguí en dicha memorable ocasión,
debo aclarar que dicha fractura dental
se produjo a comienzo de los años sesenta,
cuando todavía era niño, cuando tropecé
con la saliente de una baldosa, mientras
jugaba a resbalarme en la terraza ajedrezada
ubicada en el frontis de la casa de los 
inspirados arquitectos José Smith, padre e hijo, 
que albergaba las salas de primera y segunda preparatorias
del colegio Saint George's ubicado
en la avenida Pedro de Valdivia con Pocuro.
Pero eso es harina de otro costal(azo),
por lo que no vale la pena entrar en mayores detalles.]
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