"Bajé un libro de matemática, me lo recomendó un profesor amigo. Busco saber cómo fue que el emperador Carlos V impidió que sus soldados exaltados profanaran la tumba de Martín Lutero. Recorrer terrenos, estanterías. La realidad supera la zona de confort..."
No me sorprendas mucho, Jeff. Yo sé que te compraste el periódico Washington Post, que lo instalas directamente en la mesa del desayuno de Michelle y Barack Obama, y que eres un Hernán Cortés de los nuevos tiempos.
Eso acarrea cosas buenas y cosas malas, como lo saben las cadenas de libros que desaparecieron por obra y gracia de tu invento Amazon, la tienda para comprar libros, discos, revistas a distancia, y por el otro paso más, el "reader" Kindle, que me instala directamente "El Quijote" en mi cartapacio sin pagar flete ni aduana.
Yo sé que aportaste 2,5 millones de dólares a la campaña por el matrimonio homosexual en el estado de Washington. Estás metido en exploración espacial. Quizás le diste plata al Observatorio Europeo Austral. Leí que financiaste un reloj que funcionará por los próximos 10 mil años y dará el año, no la hora (hurra, la visión de laaaargo aliento).
Al personal del Washington Post le escribiste que "necesitaremos inventar, (...) necesitaremos experimentar".
Pero no me sorprendas demasiado.
Yo sé que me tienes identificado, que cada vez que me meto a tu Amazon me sugieres nuevos libros según mis intereses. Yo veo tus sugerencias y salto a otras islas, porque me gusta explorar.
Bajé un libro de matemática, me lo recomendó un profesor amigo. Busco saber cómo fue que el emperador Carlos V impidió que sus soldados exaltados profanaran la tumba de Martín Lutero. Recorrer terrenos, estanterías. La realidad supera la zona de confort.
Buena cosa ha sido que los editores del diario sigan contigo.
Tú dices: "Nos gusta ser pioneros, incluso meternos en callejuelas que terminan siendo ciegas. Claro que, de vez en cuando, una de esas callejuelas se abre a ser una amplia avenida". El Washington Post no es ninguna callejuela; tiene 135 años, casi tanto como "El Mercurio". Habrá un cambio en los próximos años, escribiste.
Debes estar bombardeado por recetas. Tú vienes sin mochilas, a inventar y probar.
Pero no nos dejes sin ese diario que uno toma y se sorprende. Una voz con timbre, una expansión más allá de lo que me interesa. Ponle máquinas de análisis de datos, redes sociales, más diseño, Flipboard, gráficos interactivos, comercio en línea, nueva gráfica con video, traductores, máquinas de resumir, quioscos físicos y quioscos virtuales, archivos consultables; construye puentes entre el papel y la internet, entre el contenido, el envase, el código de programación... Pero al final, una voz con timbre. Una gran estantería de la realidad que explorar y descubrir; más allá de mis intereses, más allá de los intereses de Michelle y Obama. Y más allá de tus intereses. Gracias, es todo.
Eso acarrea cosas buenas y cosas malas, como lo saben las cadenas de libros que desaparecieron por obra y gracia de tu invento Amazon, la tienda para comprar libros, discos, revistas a distancia, y por el otro paso más, el "reader" Kindle, que me instala directamente "El Quijote" en mi cartapacio sin pagar flete ni aduana.
Yo sé que aportaste 2,5 millones de dólares a la campaña por el matrimonio homosexual en el estado de Washington. Estás metido en exploración espacial. Quizás le diste plata al Observatorio Europeo Austral. Leí que financiaste un reloj que funcionará por los próximos 10 mil años y dará el año, no la hora (hurra, la visión de laaaargo aliento).
Al personal del Washington Post le escribiste que "necesitaremos inventar, (...) necesitaremos experimentar".
Pero no me sorprendas demasiado.
Yo sé que me tienes identificado, que cada vez que me meto a tu Amazon me sugieres nuevos libros según mis intereses. Yo veo tus sugerencias y salto a otras islas, porque me gusta explorar.
Bajé un libro de matemática, me lo recomendó un profesor amigo. Busco saber cómo fue que el emperador Carlos V impidió que sus soldados exaltados profanaran la tumba de Martín Lutero. Recorrer terrenos, estanterías. La realidad supera la zona de confort.
Buena cosa ha sido que los editores del diario sigan contigo.
Tú dices: "Nos gusta ser pioneros, incluso meternos en callejuelas que terminan siendo ciegas. Claro que, de vez en cuando, una de esas callejuelas se abre a ser una amplia avenida". El Washington Post no es ninguna callejuela; tiene 135 años, casi tanto como "El Mercurio". Habrá un cambio en los próximos años, escribiste.
Debes estar bombardeado por recetas. Tú vienes sin mochilas, a inventar y probar.
Pero no nos dejes sin ese diario que uno toma y se sorprende. Una voz con timbre, una expansión más allá de lo que me interesa. Ponle máquinas de análisis de datos, redes sociales, más diseño, Flipboard, gráficos interactivos, comercio en línea, nueva gráfica con video, traductores, máquinas de resumir, quioscos físicos y quioscos virtuales, archivos consultables; construye puentes entre el papel y la internet, entre el contenido, el envase, el código de programación... Pero al final, una voz con timbre. Una gran estantería de la realidad que explorar y descubrir; más allá de mis intereses, más allá de los intereses de Michelle y Obama. Y más allá de tus intereses. Gracias, es todo.
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