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El show del asco por Leonardo Sanhueza




Diario Las Últimas Noticias
Martes 3 de Abril de 2012

Son ya un clásico del periodismo
las noticias relacionadas
con las asquerosidades
que de cuando en cuando
asoman en la industria
de la alimentación, hotelería
u otros rubros a los que se les exige 
cierta pulcritud sanitaria.

Uno podría llenar un almanaque
con esas repugnancias noticiosas
que se han ido depositando
en la memoria durante décadas.

Ratones en botellas de cerveza,
helados con coliformes fecales,
empanadas de pino con uñas,
corchetes en el relleno de caramelos,
clavos en cajas de cereales,
pollos lavados con cloro,
cucarachas en escabeche,
marraquetas con virutillas, etcétera:
todas esas porquerías 
que encajan a la perfección 
entre el noticiario de lo insólito
y la denuncia ciudadana,
logrando una milagrosa armonía
entre la presunta vocación social
del periodismo y un show tipo «jackass»
de ceñudos cazadores de plagas,
gérmenes y toda clase de cochinadas.

Lo novedoso es la progresiva importancia
que ha ido cobrando ese ámbito de noticia.

Hasta hace no mucho, ese tipo de hechos
estaba arrinconado en las notas breves de los diarios
y en las cápsulas televisivas de la realidad curiosa,
junto a los inventores, los hoyos de las calles,
los gatos de dos cabezas o la guagua de seis kilos.

Ahora no sólo se ha encumbrado
hasta la cúspide de los intereses periodísticos,
con reportajes en horario estelar 
y escandalera múltiple, sino que también 
ha subido algunos peldaños en la escala del poder, convirtiéndose en un arma capaz 
de reventar un negocio de papas fritas
o como lo vimos hace poco, detonar
una bomba racimo entre las moscas
y los quesos podridos de una pizzería.

Estos paladines al parecer pretenden
desnudar la verdad y atender
al llamado de la indignación ciudadana,
sin escatimar recursos
en la búsqueda de bichos,
manos cochinas y alimañas infectas
que acechen nuestra salubridad.

Es muy curioso ese espíritu investigativo.
La otra vez, uno de esos equipos periodísticos
llegaba a dar saltos de entusiasmo justiciero
al ir de motel en motel a la caza 
del semen derramado, usando aparatos
dignos de la Brigada de Homicidios
para detectar el último rastro
de actividad sexual, 
como si los clientes de esos lugares 
no tuvieran ojos o esperaran, 
por cinco lucas la hora,
un servicio de sábanas clínicas
y ausencia garantizada de bichitos intersticiales.

Toda esta obviedad del periodismo sanitario
debería bastar para situarlo en el plano
de los espectáculos de la telerrealidad,
pero lo cierto es que se lo considera,
cada vez más, lo más serio de lo serio
en materia de información.

En ninguno de esos reportajes
se pone el foco, por ejemplo,
en la débil red de fiscalización
o en la utilidad de las normas municipales
o en la transparencia de los permisos correspondientes.

No, el foco está en la rata de la panadería
o en las uñas negras de la cocinera.

Es decir, el foco está en la diversión infantil
que producen las asquerosidades,
esa diversión chistosa disfrazada de indignación.
la misma que, al día siguiente, 
entre carcajadas y recuerdos de noticias similares,
acaparan las conversaciones de los chuscos
que comen completos en dudosas fuentes de soda.

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