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Oscar Hahn: Cincuenta años de poesía


Comentario de Ignacio Valente
 
En "Sin cuenta poemas" (LOM ediciones),
selección de textos escritos desde los 17 años,
Hahn no oculta sus numerosos afluentes,
pero consigue con ellos un timbre poético personal y único.
 
Su obra es uno de los más interesantes
que se están escribiendo en Chile.
 
Hahn es una de las voces principales
de la poesía chilena del último medio siglo.
 
Se trata de cincuenta años casi exactos,
pues estos recientes Sin cuenta poemas
- una nueva selección de textos suyos,
con algunos inéditos- comienzan
por un texto fechado precisamente en 1955
(y por tanto escrito a los 16 o 17 años).
 
Cito las dos primeras estrofas de este poema precoz:
 
"Y vi que los carniceros al tercer día,/
al tercer día de la tercera noche,/
comenzaban a florecer en los cementerios/
como brumosos lirios o como líquenes.//
Y vi que los carniceros al tercer día,/
 llenos de tordos que eran ellos mismos,/
volaban persiguiéndose, persiguiéndose,/
constelados de azufres fosforescentes".
 
El contexto procede de una visión del Apocalipsis,
y con medio siglo de perspectiva nos es dado percibir
ya el tono verbal inconfundible de Hahn,
su voluntad de forma, su ritmo cuidadoso,
su adjetivación y su imaginería.
 
A poco andar nos encontramos con ese feliz soneto,
"Gladiolos junto al mar", que al talante modernista
de los comienzos ha incorporado
ya otra constante de su poesía,
la tradición castiza del Siglo de Oro español
- sobre todo el Barroco- , en lograda armonía
con las vanguardias del siglo XX:
 
"Gladiolos rojos de sangrantes plumas/
lenguas del campo llamas olorosas:/
de las olas azules amorosas/
cartas os llegan: pálidas espumas (...)".
 
Así reza el cuarteto inicial, y así el terceto final:
 
"Y en cada dulce flor de sangre inerte/
la muerte va con piel de sal entrando/
y entrando van las flores en la muerte".
 
Si a las corrientes ya mencionadas
- Siglo de Oro, modernismo, vanguardias-
se agrega el uso del habla coloquial chilena,
se tendrá idea de los muy variados afluentes
que la poesía de Hahn integra.
 
No se trata de una mera sumatoria
de recursos formales diversos:
el timbre verbal de nuestro poeta
es muy unitario y personal,
como de quien realmente
ha asimilado las voces que le eran afines,
y las ha modelado en las variadas formas del verso métrico
y del verso libre, del poema (relativamente) largo,
pero sobre todo del breve,
hasta llegar a ese tipo de epigrama
que se atreve a jugárselo todo en el último verso:
 
"No seas vanidosa, amor mío/
porque para serte franco/
tu belleza no es del otro mundo/
Pero tampoco es de éste".
 
Quiero subrayar,
dentro del poema breve,
la capacidad de Hahn
para revelar
una entera situación humana,
un instante narrativo.
 
Es el caso de este poema
que comienza con cuatro versos
de tono descriptivo y fáctico:
 
"Aquí estoy otra vez de vuelta/
en mi cuarto de Iowa City/
Tomo a sorbos mi plato de sopa Campbell/
 frente al televisor apagado".
 
En cambio, en el crescendo
de los cuatro versos que siguen
se alcanza la plenitud propiamente poética:
 
"La pantalla refleja la imagen/
de la cuchara entrando en mi boca./
Y soy el aviso comercial de mí mismo/
que anuncia nada a nadie".
 
La soledad del viajero en su cuarto
llega al clímax en la excelente metáfora
de los dos últimos versos.
 
En el otro extremo de sus posibilidades,
Hahn realiza un brillante trabajo de la imagen,
como resulta patente en ese poema superior
titulado "Meditación al atardecer":
 
"¿En qué piensa la última rosa del verano,/
mientras ve desfallecer su color/ y evaporarse su perfume?/
¿En qué piensa la última nieve del invierno/
mientras mira esos rayos de sol/
que se abren paso entre las nubes?//
 
¿Y en qué piensa ese hombre/
sentado, en una roca frente al mar?/
 
En la última rosa del verano/
En la última nieve del invierno".
 
A partir de aquella célebre rosa de Shakespeare
- T'is the last rose of summer- ,
un infinito aire crepuscular
se infunde en este poema
de lo efímero y evanescente,
en virtud de dos poderes típicos de Hahn:
por una parte, su habilidad
para las simetrías y las reiteraciones,
y por otra, su particular talento lúdico:
en este caso, la sabiduría poética
de un juego que se arriesga
a escribir en círculo,
terminando en el punto de partida,
modalidad tan fácil de estropear
y tan difícil de lograr.
 
La poesía de Armando Uribe
y la de Óscar Hahn
me parecen las más interesantes
que se están escribiendo en Chile hoy.

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