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EL GUATÓN COPIÓN

El guatón copión
por Miguel Laborde
[Diario El Mercurio, Domingo 10 de julio de 2005]
 
 
Si uno mira la mitad vacía del vaso,
se puede reír de la imitación de ciudades que refleja Santiago,
de los futbolistas que a los dos o tres meses
de jugar en Argentina o España
ya están hablando con otro acento,
o del país completo que llevaría ese signo
desde su nacimiento legal y simbólico: "Copia feliz del Edén".
 
Chile tendría así la vocación de copiar, de imitar,
de mimetizarse en otra cosa diferente a lo que es.
 
Pero cabe la posibilidad de que ésa sea su identidad.
 
Que eso es lo que es.
 
Tras la muerte de Roberto Bolaño,
y en especial en relación a su novela "2666",
se ha comentado en España
su espectacular capacidad
para representar distintos lugares del mundo,
culturas diferentes, así como personajes
de las más distintas nacionalidades.
 
Roberto Bolaño hace lo mismo que los futbolistas: se mimetiza.
Curiosea, se interesa, observa y se mete en la piel del otro.
Es un don, humanista por lo demás, y muy chileno.
 
Notables son los apodos en Chile,
hijos de esa capacidad de observar
y apuntar a lo esencial del otro
y resumirlo en dos o tres palabras.
 
La lectura de diarios, las horas de radio,
de televisión, son altísimas en Chile.
 
Aunque a primera vista se opongan al bajo consumo cultural,
lo cierto es que son un modo cultural propio.
 
También le sirven para ese asomarse al otro.
 
En Europa o Estados Unidos uno puede sufrir con los medios locales.
 
Salvo dos o tres de alcance nacional,
el resto se dedica a la provincia,
la región, son autorreferentes.
 
Y ahí uno se da cuenta de que Chile
siempre está auscultando el mundo,
atento a los signos de los tiempos.
 
China, hoy por hoy, es tema obligado...
 
Uno visita pueblos de América Latina, recónditos,
donde nadie sabe el nombre del Presidente de su país.
 
En Chile, vía diarios, radio y televisión, no sucede lo mismo.
 
Por supuesto, Santiago también es reflejo
de esa capacidad de mirar otras ciudades y de ponerse en su piel.
 
Y no es que no tenga identidad o que le falte color local.
 
Por el contrario, es el mejor reflejo de las búsquedas
del mundo occidental de los últimos dos siglos y medio;
 tiene huellas, trozos de cada una de ellas.
 
Es una ciudad de rincones,
como las que hacen en Disneyworld
para recorrer el mundo en pocas cuadras.
 
No deja de ser cansador, vivir de esa manera.
Siempre alerta y atento a lo que hace el otro.
 
El santiaguino llega cansado a su casa,
luego de un largo día
que comenzó en el Metro mirando a otros.
 
Se merece un descanso,
ve algo de la teleserie, las noticias, un reality;
pero no descansa, sigue en la misma,
observando y comentando
qué hacen otros hasta quedarse dormido.

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