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PRIMER DIA DE CLASES Y OTROS RECUERDOS

FIRST DAY

Cuando abrí los ojos,
la mañana del primer día de clases,
la pieza estaba oscura todavía,
con las persianas y las cortinas cerradas,
aunque entraba luz desde el pasillo
por la puerta entreabierta, iluminando la silla
donde me esperaba el flamante uniforme
con una vistosa insignia y su enigmático dragón.
No es literatura, de verdad me acuerdo de eso.

Después hablaremos un poco más del uniforme;
Ahora no se puede porque tenemos que partir al colegio.

Esa mañana del 11 de marzo de 1959,
- dato proporcionado por Fernando Léniz
que lo recuerda porque estaba de cumpleaños ese día-
partimos todos, para graficarlo de algún modo
-de etiqueta- con nuestras mejor pinta
-con el uniforme más encachado
de todos los colegios de Chile-
a reunirnos por primera vez.

Lo siguiente que recuerdo,
son las cuatro filas
con sus respectivas misses:
Marion James (A), Carmen Debesa (B),
Sonia Cheviakoff (C) y Lucía Fernández (D)
frente a esta casa como de cuento,
gloriosamente iluminada esa memorable mañana.

Comenzamos a entrar por orden alfabético,
A, B,... cuando Nicolás Cruz -de la B-
el hoy connotado historiador y académico
de la Pontificia Universidad Católica,
se chantó y comenzaron unos, al principio,
suaves empujoncitos de la miss,
para que avanzara con la fila de su curso
hasta que, ya en la terraza se negó
rotundamente a entrar a la hermosa casona.

Cuando intervino
el colorín sacerdote de sotana negra,
la pataleta del Nico estaba desatada,
y se aferraba del marco de la puerta
dando arañazos al pobre Father Wilcox,
hasta que desapareció en la oscuridad
del interior de ese incipiente templo del saber.

El resto mirábamos asombrados como la casa
parecía cambiar su primitivo encanto
por el de una posible mansión embrujada.

Hay que considerar, en descargo del Nico,
que en esa época una proporción significativa
del contingente no había pisado jamás
un establecimiento educacional
y el Kindergarten de la época,
precursor de los actuales jardines infantiles
se encontraba en estado germinal.

Yo tuve unas clases en el comedor de mi casa
con una encantadora señora muy canosa,
conocida como la señorita Ika.
Recuerdo un ábaco, un modelo de reloj de madera
con sus punteros y números de vivos colores
y supongo que aprendí nociones básicas:
las letras y algo de aritmética.

Ya en la sala -yo estaba en la C-
la que quedaba al centro,
bajando uno o dos peldaños,
con sus ventanas dando a la cancha de tenis.
nos sentamos y antes de comenzar
las presentaciones y las actividades
formales propias del primera clase,
empezamos a explorar el lugar
y la primera sorpresa se produjo
al abrir la tapa del banco
y encontrarnos con los textos,
cuadernos y el resto de los útiles,
todo nuevo e impecable.

My First Dictionary:
Airplane, Alligator, Ant, Apple...
y los coloridos dibujos respectivos.

Había entre otras cosas
una libreta de assignment
donde se enviaban comunicaciones
y un Report Card.

Conservé por muchos años un par de ellas,
hasta que en 1990, para la celebración
'Twenty Years After', el Father Dorsey
que estaba a cargo del archivo en aquella
época y no contaba con ningún ejemplar
de esta libreta, "la miró con ojos largos"
y consideré un honor
regalarle una de las mías.

Después se me extravió la otra,
pero alcancé a anotar, un poco antes,
los datos básicos que contenía
(y que quedaron estampados también
en nuestro Georgian).

Saint George's College Preparatory School
Av. Pedro de Valdivia 1423, Santiago
Weekly Report: Conduct-Application-Order
Half-Days Absent  Times Late
Signature of Parent (or Guardian)
Observations

Scholastic Reports
Religion
English: Reading
       Translation
       Dictation
       Composition
       Grammar
       Poetry
       Conversation
       Spelling
Spanish: Dictation
       Grammar
Arithmetic
Metric System (Que nos tocó  después en sexto
             con la inolvidable "Chancha" Henríquez)
History
Geography
Science
Writing
Drawing
Singing
Drill
Sports
Honor Roll


La Miss Sonia Cheviakoff
fue muy gentil con todos nosotros
disipando los temores despertados
por el incidente Cruz-Wilcox...

Debe haber sido muy muy joven,
en aquella época,
porque la he visto (y saludado)
varias veces durante la última década
en la misa de los benedictinos
y se conserva bastante bien.

Recuerdo también que se forraba
todo con género -en mi caso escosés-
a los que mi madre estampaba,
utilizando una lapicera Parker,
su hermosa letra
en unos adhesivos de papel blanco
con bordes azules.

El resto del género se utilizaba
para la bolsa de gimnasia
y otra más pequeña
para los lápices de colores
que la miss guardaba en un closet.


PATIO SEGUNDA PREPARATORIA (CANCHA DE TENIS)

Pedro Darraidou se acordaba, con alguien más,
que en un rincón del patio de las segundas,
o si prefieren, la cancha de tenis
donde se realizaba la repartición de premios,
había un lugar con arena con algo
que operaba como barra de equilibrio
donde se hacían competencias
entre equipos que hacían fila a cada lado,
en que había que derribar al otro
y al que botaban,tenía éste que dirigirse
a la cola de su grupo, mientras el triunfador
tenía que enfrentar al contrincante siguiente
que venía decidido a desequilibrarlo,
especialemente si lo veía en  situación inestable
producto del enfrentamiento anterior.

Jorge Bande escribó acerca de ese orificio
claustrofóbico que había en la escala
que enfrentaba dicha cancha de tenis,
escala que remataba en una terraza techada
rodeada de una especia de malla de gallinero
para que los pequeños georgians
no se vinieran abajo en sus juegos y peleas.

Carlos Cabezón se refirió a la sala de clases
que ocupamos en segunda preparatoria
los que estuvimos en la C, únicos de ese año
que no subíamos a clases al segundo piso.

Entiendo que la Miss Ethel Nelson
nos tocó en segunda, año en que se incorporó
Fernando Figueroa a nuestro curso.
(Carlos Cabezón describió la llegada
del flaco a nuestro curso. Yo también
escribí algo de ese día en su biografía del Georgian).

En una foto que aparece en un libro publicado
con la obra de los arquitectos Josué Smith (padre e hijo),
aparece una foto de la fachada norte de esa casa
y no aparece ese especie de invernadero que era nuestra sala.

Originalmente, era una luminosa terraza.
Obviamente, tampoco estaba el garage de las "school buses".
[¿Se acuerdan de los choferes Ismael, Juanito,
Arturo y el flaco Navarro? Eran muy diestros para maniobrar
en la estrecha calle sin salida, Los Estanques, y se lo pasaban
operando esa característica manilla para abrir y cerrar las puertas
de las famosas micros todas ellas con el escudo del colegio.
Había una de color té con leche que manejaba Ismael,
y durante un año o dos me pasó a buscar. Llevaban a una Miss
consigo -en la micro del recorrido que me tocó, era Dorothy Barr-
para controlar posibles desbandes que pudieran desbordar
al chofer ocupado de las actividades propias de su oficio.

Jorge Bande habló también de las cuatro banderas
que se colocaban en las reparticiones de premios.
Me acordaba de tres de ellas (Chile, USA, Vaticano),
sabía que eran cuatro, pero no me acuerdo cómo era
la bandera del colegio que se colgaba en aquellas ocasiones.

Recuerdo las escaleras blancas con baranda de bronce
y escalones muy angostos. Unas bases blancas donde
se colocaban floreros con gladiolos y la mesa con los premios.

Siempre me quedó grabada la imagen de don Jorge Bande (senior)
llegando algo tarde, pero justo en una pausa que se produjo
durante la ceremonia, vacío que espontáneamente fue ocupado
por la gran personalidad del notable padre de nuestro compañero;
saludó a la concurrencia lanzando besos al aire
la que lo recibió expectante y con aplausos.

Después procedió a saludar cariñosamente a su hijo
y le entregó un regalo, que entiendo era un fino diccionario.
Excelente obsequio de carácter cultural,
que posiblemente no sería muy apreciado por la mayoría,
pero que me mostró, al menos a mí, la cultura como regalo
y la palabra como una de las más finas y completas
formas de expresión del espíritu.

Por último, el negro Gálvez se ha referido
a la camioneta GMC (?) del año 1956, con cromos,
que manejaba Manuelito.
Rodrigo Rojas, notaba también el tipo
de herramientas que se utilizaban en dicho taller,
probablemente todo traído de U.S.A., con su culto
al 'Do it yourself'.

Este patio era también, como recordaba Eduardo Donoso,
el lugar preferido por los más grandes, para fugarse
del colegio, ya que la discreta calle Los Estanques
contribuía a facilitar la clandestinidad de dichas escapadas.

En una próxima oportunidad (si me aguantan)
continuaremos con una o dos entregas más,
para concluir con estos recuerdos del colegio.

SPANGLISH FEMENINO

Quizás siguiendo antiguas tradiciones familiares,
la primera comunión en el Saint George
la hicimos con "Coné" Valdés, en primera preparatoria,
en lugar de en segunda como correspondía a nuestra generación.

Ese mismo día me confirmaron en la parroquia de San Ramón,
vecina a mi casa de avenida Los Leones.
Recuerdo que a la fiesta que se hizo después
estuvieron entre otros, Felipe Lira
y otro Lira, Enrique -el Quique-
mi mejor amigo de aquella época
(y lamentablemente fallecido
hace unos pocos meses)
hijo de Juan Enrique Lira
el legendario campeón mundial de tiro al vuelo
y ex editor fotográfico del Mercurio,
que estuvo en el Saint George, en la C,
hasta por ahí por cuarta preparatoria,
y que vivía a media cuadra de mi casa,
en Pío X (¿recuerdan la Escuela Moderna de Música?)
casi al frente de la casa del "Pollo" Guilisasti.

Previo a la primera comunión
no llevaron a unas charlas de preparación
que se hacían en la oficina de la Mrs. Chaparro,
donde nos sentábamos en el suelo
porque no había más espacio y mobiliario.

Esta oficina, era de paso,
el lugar en que por antonomasia
se practicaba el mejor
y más encantador spanglish
que he escuchado en toda mi vida.

Era el reducto femenino
del colegio de aquellos tiempos,
donde las misses y secretarias
hablaban de sus cosas, "pelaban"
y arreglaban o se quejaban del mundo.

Ni siquiera el continuo ir y venir
de niñitos a dicha oficina,
por los más diversos motivos
(porque se había caído y tenía una herida,
porque lo habían castigado y tenía que
presentarse ante el Father Huard,
o porque se sentía mal y alguien de la casa
lo tenía que pasar a buscar, etc.)
interrumpía mayormente la conversación
realizada a varias voces simultáneamente.

En una ocasión, poco antes de la
ceremonia anual de repartición de premios,
en sexta preparatoria,
llegué vendado al colegio
producto de una herida
más o menos profunda que me hice
jugando en mi casa al pasar corriendo
cerca de un vidrio quebrado que se asomaba
desde un conjunto de desperdicios.
Terminé en el Hospital Militar
con unos puntos porque la herida sangraba mucho.

Me llevaron a la oficina de la Mrs. Chaparro
(probablemente para que no la revolviera mucho
porque estaba con la mano recién curada)
ya que aquella vez excepcionalmente
por causa de una intempestiva lluvia,
la repartición de premios iba a realizarse
al frente, en el patio de las columnas de Humanidades.

Había un conjunto de  misses reunidas
y al verte "herido" y además "futuro" premiado
despertaba el instinto maternal de todas ellas
y te trataban con gran ternura.

En otros casos, -las más de las veces-
cuando se iba por asuntos de cotidiana trascendencia
los alumnos eran prácticamente invisibles
siendo despachados con el problema solucionado
sin alterar mayormente el discurso de las misses;
eran perturbaciones mínimas -dentro de lo previsible-
que no alteraba en lo más mínimo la comunicación entre ellas.

EL "BLOCK"

¿Se acuerdan de la institución del "block"?
Ese paralelepípedo de madera
con un orificio que lo atravesaba
por el centro de lado a lado
por donde pasaba un cordel,
el que debía ser llevado colgado al cuello
para el que había sido sorprendido hablando castellano.

Al finalizar la jornada,
el que conservaba el block
debía quedarse a castigo,
penalización que tenía por objeto
motivar la práctica angloparlante
entre los estudiantes georgianos,
al menos, dentro del recinto del colegio.

Tenía marcado el curso al que cada cual pertenecía
y estaba profusamente rayado
con todo tipo de firmas y mensajes extraños.

Por supuesto, mal que mal estamos en Chile,
el sistema había degenerado a tal punto
de desvirtuar su propósito
y había muchos que conversaban
prácticamente todo el día en castellano
portando el block y eran expertos
para pasar dicho elemento a otro compañero
en los últimos instantes del último recreo.

Además nadie portaba el block colgado al cuello
porque era ton notorio que se distinguía a la legua,
lo que hacía imposible traspasarlo a no ser
que se cumplieran dos requerimientos
1. sorprender al incauto hablando desaprensivamente el castellano
2. encontrarse el portador del block fuera de su rango de visión.

Como la conjunción de estos dos factores claves
constituían una excepción, normalmente el block
iba escondido bajo el overol (over all).

Entre las técnicas más socorridas
estaba la de hablar en castellano
para invitar a otros a hacer lo mismo
y una vez que la víctima potencial
pisaba el palito, se le pasaba
el otro fatídico palito colgante.

Se recurría a todo, incluso amenazando
al otro de cobarde o poco hombre
por no atreverse a transgredir las reglas.

Si no se lograba pasar el block en el último recreo,
en las clases que quedaban era muchísimo más difícil,
porque en las pocas oportunidades que había de conversar
todos andaban muy cautos y ansiosos de irse
a jugar a la pelota o irse a la casa
a tomar onces apenas sonara la campana.

Una vez, en preparatorias,
me tocó pasar buena parte de la tarde
en una pieza que había en el subterráneo
del edificio de humanidades
ayudando con unas copias que estaban realizando
en esas antiguas máquinas de roneo
antes de la era de las fotocopiadoras
con su tinta de olor y color característico.

Lamentablemente, cuando me asignaron dicha labor
me encontraba en posesión del block
y tuve que quedarme con éste hasta el final
de la jornada escolar con el consiguiente castigo:
el tener que escribir durante una hora
unas cuantas líneas de algo así como:
"I shall speak English..."

En Humanidades se utilizaba un artefacto plano
de madera, pero más discreto denominado "carnet",
que se podía guardar fácilmente en el bolsillo
interior de la chaqueta del uniforme.

No estoy seguro si lo alcanzamos a usar,
porque la obligatoriedad del uso del inglés
en los recreos fue derogada junto con nuestro
paso a humanidades o al poco andar.
Recuerdo como era porque lo tuve alguna vez en mis manos
y a mis hermanos mayores ciertamente les tocó usarlo.

UNIFORMS

Hasta hace poco, no me había percatado
de que los colores de las camisetas de gimnasia
que utilizábamos en preparatorias:
blanco (A), rojo (B), azul (C) y amarillo (D),
provenían de los cuatro colores
que aparecen en la insignia del colegio.

El cuerpo del dragón y el borde de la insignia en azul,
las alas semiplegadas bajo el vientre del dragón
y su lengua de fuego en rojo; la espada de san Jorge
atravesando en diagonal al dragón era de color blanco,
y el fondo amarillo que hacía resaltar tanto al conjunto
de ese vistoso escudo creado por el genial Raimundo Arancibia,
a pedido de don Charles Hamilton en los inicios del colegio,
antes de que llegaran los sacerdotes de la Holy Cross
a hacerse cargo de éste.

O sea, que toda esa rivalidad en preparatorias
entre los cursos de las cuatro letras y sus respectivos colores,
que impedían una mayor interacción entre los cursos,
excepto para competir, provenía de nuestra ignorancia
de que formábamos parte de una intrincada pero sólida unidad
que quedaba manifiesta en nuestra insignia
cobrando vida solamente en ocasiones muy especiales
como los interescolares donde la identificación
con el colegio era lo relevante.

Probablemente, esta diferenciación era preferida
en un comienzo porque a escala "micro"
era difícil identificarse cotidiana y personalmente
con un contigente generacional de más de 200 alumnos.

El muy británico uniforme gris con borde y franja azul en las mangas,
era otra influncia de Mr. Hamilton que se perdió por ahí por
tercera o cuarta preparatoria cuando por disposición del
Ministerio de Educación, todos los colegios de hombres
debieron usar chaqueta azul y pantalón gris.
(Incluso apareció esa variante, no muy estética, de chaqueta sin solapa).

Por aquella época la propia insignia se "agringó",
o modenizó si prefieren, cambiando sus colores
hacia una tendencia más liviana: el azul marino oscuro
del dragón se hizo mucho más claro y fluorescente
y del intenso amarillo yema de huevo de la insignia original
se pasó a un color mayonesa light de consumo rápido.

En esos años hizo su aparición también
el uniforme de verano - del tipo que utilizaba el Afrika Korps-
como observara Rodrigo Rojas Krause,
muy apropiado para el implacable clima de corte desértico,
casi desprovisto de sombras que imperaba en los meses estivales.

Desapareció también en aquel tiempo de cambios de indumentaria,
la camisa gris que tan bien combinaba con la corbata listada de lana
con sus alternados colores azul y amarillo.

Nuevos materiales sintéticos de diverso tipo
fueron reemplazando esta corbata con sutiles
pero distinguibles cambios en sus diseños y colores.

Así fue como también desapareció el chaleco gris con borde azul
en el cuello y mangas, así como el calcetín gris con franja
azul más ancha flanqueada por finas líneas azules
brevemente separadas a cada costado.

Otras variantes en la vestimenta
eran los apreciados chalecos que utilizaban los atletas
con las letras SG o SGC superpuestas,
más las franjas amarillas en el brazo
que éstos iban acumulando
por participaciones en los campeonatos interescolares.

(No estoy seguro si dichas franjas
correspondían a los años en que el atleta
había formado parte del equipo de atletismo
del colegio, o dicha franja testimoniaba
además el hecho de haber salido campeón.)

No siempre nuestros atletas y deportistas
utilizaron la camiseta amarilla con borde y pantalón azul.
Originalmente (y posiblemente cuando éramos muy chicos)
la camiseta era de color blanco con una franja roja cruzada
(como River Plate, pero más delgada) con un escudo al centro,
sobre la franja, con una fina cruz por todo símbolo.

Ya mayores, en época de interescolares,
se mandaban a hacer las famosas "sweatshirts" o polerones
con el nombre, sigla o escudo del colegio al frente
y una especie de caricatura festiva del dragón en la espalda.

Finalmente, estaban las variantes que utilizaban los seniors.
En la generación del 63, año en que egresó mi hermano Hugo,
y estaba el Fr. D'Autremont de rector, usaban humitas en lugar de corbatas.

Nosotros, al parecer optamos por intercambiar
los colores de la insignia, el cuerpo del dragón en amarillo
y el fondo azul con una previsible leyenda: 'Seniors 70'.
No recuerdo si conservamos la corbata o hicimos algún cambio.
Probablemente nadie usaba corbata el año 70.

¿Se acuerdan del uniforme que se confeccionó especialmente
para una presentación gimnástica en el Estadio Nacional,
de color azul con una especie de escudo georgiano circular
en el pecho y el nombre de cada uno tanto en la polera
como en el pantalón?  Recuerdo especialmente ese detalle
porque era el único caso que conocí en que se equivocaran
tan notoriamente en el apellido: Rafael Rosewae.

JOSE MIGUEL

Tengo unos pocos recuerdos de José Miguel García,
casi todos corresponden al año de su partida.

Nos tocaron bancos vecinos
y conversando nos hicimos amigos.

Después lo veo en su bicicleta,
pedaleando duro por Pocuro hacia arriba.
Generosamente me llevaba en la parrilla,
pero el esfuerzo no le impedía
continuar con  la conversación
y que ésta fluyera naturalmente.

Y  seguimos conversamos hasta el último día.
Por alguna razón misteriosa,
porque era de carácter tranquilo
-aunque tenía su genio-
lo suspendieron y se tuvo que ir para la casa.

Volvió aquella tarde al colegio,
cuando ya habían terminado las clases.
Recuerdo que estaba yo de arquero,
en una informal pichanga
en una de las canchas de atrás,
bajo el arco que daba la espalda
a la terraza techada,
que colinda con el teatro del colegio.

Se quedó mirando el partido
a un costado del arco.
No recuerdo de qué hablamos,
pero sí me quedó grabado
esa maravillosa cualidad de la amistad:
que se puede practicar casi en cualquier circunstancia,
incluso a través de una conversación que se desarrolla
en medio de un partido de fútbol.

Al día siguiente, ya no estaba con nosotros.
Cuando lo vi en la capilla del colegio,
muy pálido en la urna  -sin sus anteojos-
bruscamente comprendí que el tono
de nuestra conversación había cambiado.

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