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"HAY COSAS QUE UNO SIMPLEMENTE SABE MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS, COMO LODEMOSTRÓ CORTÁZAR CON SUS INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA".

Novelas e instructivos
por Roberto Merino
Diario El Mercurio, Revista de Libros,
Domingo 12 de Diciembre de 2010
http://diario.elmercurio.com/2010/12/12/al_revista_de_libros/critica/noticias/8C8781A4-1104-490A-9B3D-6BBD9A287ACA.htm?id={8C8781A4-1104-490A-9B3D-6BBD9A287ACA}
 
Nunca me ha parecido ingenuo pensar que en una novela hay un sedimento
de experiencias reales. En los años 70 nos enseñaron a escamotear este
tipo de apreciaciones, poniendo el énfasis en el trabajo, ante todo,
que el escritor realizaba sobre el lenguaje. En los círculos
literarios más o menos avezados, por lo demás, a nadie se le hubiese
ocurrido confundir al escritor con el autor ni a éste con el narrador.
Estas distinciones, que en su momento fueron quizás necesarias, hoy
parecen más bien de Pero Grullo. Muchas veces los textos teóricos, por
afán de decirlo todo, incurren en la obviedad o en el oscurantismo.
Hay cosas que uno simplemente sabe más allá de las palabras, como lo
demostró alguna vez Cortázar con sus instrucciones para subir una
escalera. Ponerlo por escrito es difícil y, de hacerlo, el resultado
es una nebulosa absurda.
A menudo me sorprendo leyendo los instructivos de los envases de
cualquier producto. En esa clase de textos las palabras adquieren una
materialidad extraña, un poco aberrante, porque me imagino que sus
redactores son gente no habituada a la escritura. Recuerdo lo que
venía impreso en un jugo de caja de tamaño individual: 1) horade con
la bombilla el dispositivo circular de seguridad del envase; 2)
introduzca la bombilla; 3) disfrute.
El último punto es, sin duda, para la risa. El hecho de que el usuario
disfrute o no del jugo que se ha empeñado en sorber está librado a su
subjetividad gustativa. El vocablo "disfrute", en este caso, sólo
podría ser equivalente a una sugerencia pero jamás a una orden.
Pero me voy del tema: estaba en los distintos modos que uno tiene a la
mano para aproximarse a una novela. Me parece que la modalidad
predominante, la que ha sobrevivido a los embates teóricos, consiste
en que uno simplemente se sumerge en el mundo representado en la obra
("representación" fue otra palabra puesta en duda años ha) y encuentra
en lo posible un personaje con el que sienta algún tipo de
identificación.
Si el narrador me lleva por el borde de un río y me dice que hay
sicomoros, abetos, muelles en desuso, niebla y que el curso de las
aguas es lento, verdoso y profundo, no quiero que acto seguido me
venga con que aquello no es real y que pertenece sólo a una
construcción del lenguaje. Cuando sobrevienen los diálogos, sé
positivamente que éstos son inventados, procesados, recreados, pero me
niego a tomar conciencia de su artificialidad.
Henry James detestaba los momentos en que las novelas mostraban
-usando una expresión muy propia suya- el revés de la trama y se
delataba el aparataje y la tramoya del novelista. Su sensibilidad
contaba con la posibilidad feliz de la representación narrativa. Cada
vez que le contaban un hecho real susceptible de ser convertido en
relato, pedía al interlocutor que no agregara muchos detalles.
Necesitaba, en un momento, desprenderse de sus modelos reales para
perderse en la lógica de la ficción.
"HAY COSAS QUE UNO SIMPLEMENTE SABE MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS, COMO LO
DEMOSTRÓ CORTÁZAR CON SUS INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA".

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