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El Viejo Pascuero: un desafío a la física
Todos conocen las cuatro etapas
del hombre en relación
con el popular y comercializado
personaje navideño:
1. Uno cree en el Viejo Pascuero
2. Uno deja de creer en el Viejo Pascuero
3. Uno es el Viejo Pascuero
4. Uno se parece al Viejo Pascuero
Para los que se encuentran (todavía) en la etapa dos,
he aquí algunas argumentos para reforzar su rechazo,
llevando las críticas que se le hacen al mito al plano científico,
en particular haciendo énfasis a la incompatibilidad
con las leyes de la física que operan
en el ámbito cotidiano entre las fronteras
del Modelo Estándar de Partículas Elementales
que se encuentra actualmente indagando
el Colisionador de Hadrones de Ginebra
y el modelo cosmológico, conocido como Big Bang
(o variantes de éste como el modelo inflacionario)
cuya validez han confirmado
los diversos telescopios en diversas frecuencias
del espectro electromagnético (el Hubble, por ejemplo,
ha sondeado las profundidades del cosmos,
recogiendo luz de etapas muy tempranas de la historia del Universo).
Pero, vamos al análisis de las críticas que se le hacen al modelo
de Viejo Pascuero, según reza la leyenda y la tradición pascuera:
1.- Ninguna especie conocida de reno es capaz de volar,
pero existen cerca de trescientas mil especies de organismos vivos
que aún no han sido clasificados y, aunque la mayoría de estos
son bacterias, invertebrados y otros organismos diminutos,
no es posible descartar con seguridad que existan los renos voladores
y que el Viejo Pascuero haya sido el único que alguna vez los vio.
2.- La cantidad de niños en el mundo,
se puede estimar en alrededor de una cuarta parte
de la población mundial, unos mil quinientos millones.
El Viejo Pascuero no cubre (aparentemente)
a los niños musulmanes, hindúes, judíos y budistas.
Esto reduce la cantidad de niños al 15% del total,
es decir, del orden de unos 250 millones
de acuerdo a datos estimados por la UNICEF.
En una proporción promedio de 3 niños por hogar,
tenemos unas ochenta millones de casas a visitar.
Presumimos optimistamente que existan dos niños 'buenos' por casa.
3.- El Viejo Pascuero tiene poco mas de treinta horas de Navidad para realizar su tarea.
Esto se debe a las diferentes zonas horarias y a la rotación de la tierra,
suponiendo que viaja de este a oeste (lo que parece un supuesto lógico).
Esto nos da un promedio del orden de unas ochenta visitas por segundo.
Es decir, que por cada hogar cristiano que posea al menos un par de niños buenos,
Papá Noel (uno de sus numerosos seudónimos) tiene poco más
de una centésima de segundo para estacionar, saltar del trineo,
bajar por la chimenea, seleccionar de su bolsa (entre millones de regalos)
los presentes que corresponden a dicho hogar, distribuirlos bajo el arbolito navideño,
subir por la chimenea, montar su trineo y viajar hasta la próxima casa.
Presumiendo que cada una de las 80 millones de paradas
están perfectamente distribuidas alrededor del mundo
(lo que por supuesto es falso, pero que aceptaremos a los fines del cálculo),
estamos hablando de poco más de un kilómetro entre hogar y hogar
y un viaje total de algo más que un centenar de millones de kilómetros.
Esto, por supuesto, sin contar las paradas que
uno necesita hacer al menos una vez cada treintena de horas,
además de comer, ir al baño, etc.
Entonces el trineo del señor con barba blanca debe desplazarse
a más de mil km/seg, unas tres mil veces la velocidad del sonido.
Sólo para los efectos de comparar, el vehículo fabricado por el hombre
más rápido que existe es la sonda espacial Ulysses, que se desplaza
a una velocidad de 44 km/seg (sin olvidar que un reno
convencional puede correr, como máximo, a 15 km/hora).
4.- La carga que transporta el trineo agrega es otro elemento interesante.
Supongamos que cada niño recibe por lo menos un Lego mediano (500 grs. aprox),
entonces el trineo debe transportar centenares de miles de toneladas,
sin contar al Viejo Pascuero, que es invariablemente descrito
como un personaje que exhibe una despreocupada y alegre obesidad.
En tierra, un reno convencional puede tirar cerca de 140 kilos.
Aún garantizando que el "reno volador" pueda tirar
10 veces más peso que el reno convencional, no
podríamos realizar la tarea con 8, o incluso 9 renos.
Se necesitaría centenares de miles de renos.
Esto incrementa el peso total (sin contar el trineo)
a centenares de miles de toneladas, es decir,
varias veces el peso del transatlántico Queen Elizabeth.
5.- Centenares de miles toneladas
viajando a más de mil km/seg
generan una gran resistencia al aire.
Esta resistencia elevará la temperatura del reno
casi en la misma proporción que el transbordador espacial
ingresando en la atmósfera.
El primer par de renos al cabo de un segundo
habrán absorbido unas pocas decenas de trillones de Joules de energía,
lo que los convertiría instantáneamente en una bola de fuego,
carbonizándolos y desintegrándolos, dejando así
expuestos al segundo par de renos, y así sucesivamente
de modo que en un lapso muy breve de tiempo una fracción de segundo
Mientras tanto, el Viejo Pascuero estaría siendo sometido
a fuerzas centrífugas decenas de veces mayores a la fuerza de gravedad.
Un Papá Noel de, digamos, cien kilos , siendo bastante conservadore (o discreto)
a la hora de estimar su peso, sería impulsado hacia la parte trasera del trineo
con una fuerza de unas pocos miles de toneladas, lo que hace suponer
que difícilmente podría sobrevivir (suponiendo que Papá Noel
comparte las características humanas que la tradición pascuera le asigna)
una empresa de esta naturaleza.
Pero, qué son todas estas estimaciones,
ante la imaginación, deseos y fantasía maravillosa
de los niños. ¿Qué puede hacer la física
ante esa fuerza inocente, que al igual
que el de las lágrimas de las mujeres,
toda la energía hidroeléctrica
generada por todas las represas
y centrales de paso del mundo,
le pueden hacer el peso
a esa otra energía hidromotriz
que mueve el mundo sentimental y familiar.
____
Nota: El vértigo que produce el sólo imaginar este escenario hipotético,
más el exceso de pan de pascua y cola de mono, conspiraron
con la precisión de los cálculos. Por lo que se esperará a que pase
el período de Navidad, para aguardar el momento epifánico
del día de Reyes, para retomar los cálculos de forma más seria y rigurosa.
En todo caso, la precisión de los resultados
no parecieran ser determinantes para alterar
en su esencia las conclusiones -grosso modo-
arriba expuestas.
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