Saint George's College
Noviembre 27 del 1971
El sitio de lanzamiento de un cohete
es de una intensa agitación.
Un aire de expectativa flota
sobre el centenar de expertos
que forman el personal de este proyecto.
Al cabo de cientos de horas de preparación
y miles de procedimientos experimentales
y millones de dólares de gasto,
llega la hora cero; se aprieta un botón;
y el cohete parte.
Muchos espectadores
lo miran remontarse al espacio.
¿Podrá el cohete mantener su dirección?,
Se desprenderá la sección propulsora en el preciso segundo?,
Se pondrá en órbita el satélite
o se precipitará a tierra, haciéndose mil pedazos?
Hoy les pongo este ejemplo porque, en cierto sentido,
hoy es el día en que ustedes se dirigen hacia una órbita.
En vuestro despegue no puede haber nada
de la confusión, inseguridad, o dudas
que caracterizan al lanzamiento de un cohete.
Yo le pediría esta tarde que llevaran consigo
algunos fragmentos de la Sagrada Escritura
sobre la cual descansa el destino del hombre,
que les recuerda la meta hacia la cual
toda vida cristiana debe dirigirse.
Los cito:
"Busquen primero el reino de Dios y su justicia";
Sean perfectos como su Padre en el cielo es perfecto;
"Tengan valor porque yo he superado al mundo".
El pensamiento contenido en estas sencillas palabras
es como una baranda a la cual nos aferramos
en momentos de confusión e inestabilidad;
estas palabras son los criterios o normas
por los cuales debemos medir
nuestros éxitos o fracasos
como criaturas que tienen un destino divino.
Se las quiero recordar esta tarde
porque hoy es un momento muy especial
en vuestro proceso de madurez.
Esta tarde ustedes cumplen una etapa
en la que se han desarrollado
intelectual y espiritualmente
pero, no es una etapa que termina.
Como todos los hombres del mundo
el proceso sigue hasta el fin de sus días.
La preparación para este día,
el día de vuestra graduación,
no comenzó este año
ni este mes ni esta semana.
Comenzó hace mucho tiempo,
antes que Dios lanzara
el mundo en movimiento
y colgara las estrellas
y fijara el sol y la luna en el espacio.
La presencia de ustedes aquí esta tarde
es un segmento del plan
que Dios les designó desde toda la eternidad.
Es una realización parcial
de la visión eterna que Dios tiene para ustedes
y, una confirmación de su amor
para con cada uno de ustedes.
Para recalcarles que ustedes
no son simplemente personas
quisiera recordarles esta tarde
como la Providencia de Dios
los ha traído hasta este momento,
momento consonante con el objetivo
de ser "perfecto como nuestro Padre
en el cielo es perfecto".
Hasta ahora, ustedes han sido,
en mayor o menos grado,
individuos dependientes.
En realidad, si lo piensan bien,
ustedes han podido escoger
por sí mismos muy pocas cosas.
Las influencias sobre sus personas,
como las que existen sobre todos nosotros,
son imperceptibles.
Quizás creyeron seleccionar
esa corbata o aquella camisa
o esa actividad o esa película
y, quizás, hasta esa idea.
Pero la verdad
es que las maniobras importantes
de vuestra vida interior
han sido dadas por la Providencia de Dios.
Vuestros padres, por ejemplo.
Ustedes no los han escogido.
Dios los escogió.
Ustedes han sentido
la protección del amor de sus padres
y conocido la sabiduría de sus consejos.
Si han crecido firmes y seguros
es porque ellos les han proporcionado confianza.
Y en el plan de Dios
ustedes conocerán más a fondo
los sacrificios que ellos hicieron
para darles una educación
cuando ustedes, en el tiempo,
hagan lo mismo por sus propios hijos.
Como ellos, ustedes trabajarán,
se privarán de muchas cosas,
porque hay un instinto en el hombre
que Dios ha puesto allí
que nos hace luchar
para que el alma y sentimientos
de nuestros hijos se desarrollen
como lo hacen su intelecto y sus cuerpos.
Ustedes han sido especialmente afortunados
en tener el profesorado que han tenido.
Esta gente dedica su vida
a un solo propósito ... preparar jóvenes.
Por supuesto que se preocuparon...
y lo demostraron...... y todo eso fue
para que ustedes aprendieran
sus Ciencias Sociales, sus Matemáticas,
sus idiomas, sus Ciencias Naturales.
Pero el objetivo último de éste gran esfuerzo
era el ver en ustedes un chispazo
de la divinidad que les fue infundido en el bautizo.
Querían asegurarse que ustedes no fueran moralmente lacios.
Querían prepararlos para que ustedes
fueran capaces de formarse juicios y tomar decisiones
en esos momentos cuando el egoísmo y la comodidad
o lo expedito entonan sus cantos de sirena.
La única satisfacción que buscaron
en su asociación con ustedes
era el ver como ustedes
iban realizando su potencial como hijos de Dios.
El diploma que recibirán esta tarde
representa la confianza en ustedes
como varones cristianos.
Los estudios que han seguido
en el Saint George los han preparado,
y, los han preparado bien,
para la vocación que han elegido.
Pero más que eso!
Ustedes han recibido un punto de vista
que los iluminará e impedirá
que, en sus asociaciones con otros seres,
sean elementos de dominación.
Ninguno de nosotros vive en un vacío.
Querámoslo o no, no podemos
aislarnos de nuestros hermanos.
Ustedes han aprendido los principios
que operan en el asociarse con personas.
En el Saint George, han aprendido
que la dignidad del hombre
no proviene de la figura,
ni de la cuenta en el banco,
ni del apellido, sino del soplo de Dios
que mantiene al hombre viviendo.
Han aprendido a respetar el Hombre Común
de un modo que no es común
porque, en verdad,
no existe el hombre puramente común.
El Hombre Común no existe...
ni las masas de hombre comunes.
Sólo individuos, notables en sí,
cada unos de ellos
profundamente distintos al otro.
Y es por esto que yo, cuando hice clases,
les hablé de mi desprecio por los clisés.
Han aprendido que el trabajar
es honorable y el honor, alcanzable,
y las realizaciones
deben ser para la gloria de Dios.
Ustedes ven en la santidad de un hogar
esa expresión de unidad que existe e Dios,
y ven a la presencia de los hijos en un hogar,
como una tutela que Dios ha confiado.
Saben que la verdad no se determina en una electoral.
La verdad no se vota, se capta.
En este momento ustedes
están equipados... y bien equipados...
con atavíos morales e intelectuales
que les permitirán enfrentar con optimismo
los desafíos y opciones del mundo.
Su educación cristiana los dirige hacia Dios,
sirviéndoles como una pantalla de radar
que esta captando las señales
de quienes los atacan
o bien, sirviéndoles
como un giroscopio que los estabiliza
en medio de la turbulencia de los conflictos
y las confusas contradicciones.
El mantener esta dirección depende de ustedes
como también, el uso que den a esta preparación
que la Providencia de Dios les ha entregado.
Ninguno de ustedes será abandonado.
Dios les acompaña
y continuará acompañándolos
mientras sigan el camino
que los lleva a un encuentro personal con Él.
Me parece muchachos,
que esta tarde ustedes experimentan
un profundo sentimiento de orgullo,
pero también deben sentir,
si ya no lo sienten,
una profunda humildad y gratitud.
Orgullo al saberse bien preparados...
humildad al sentir la realización lograda
por los grandes esfuerzos
que se han hecho a su favor,
y gratitud hacia Dios,
sus padres y profesores
por la solicitud
que de una manera u otra,
les han mostrado.
Hoy es vuestro último día
como alumnos del Saint George
han mostrado sentido de lealtad por su colegio,
un aprecio por sus compañeros y profesores.
Ellos lo saben y lo agradecen.
Pero ellos también son realistas.
Saben que antes de que pasen algunos meses,
ustedes habrán transferido su lealtad
a otras instituciones,
a otras personalidades, a otros maestros,
quizás de un magnetismo mayor,
quienes capturarán su fantasía y admiración.
Es de esperarse.
Les pido, si embargo,
recordar una práctica
que vieron en sus años como Georgians.
Comenzamos cada clase con una oración.
Eso se hizo deliberadamente
para que ustedes pudieran incluir a Dios
en todas sus actividades.
En este sentido quisiera compartir con ustedes
lo que dice un viejo poema irlandés:
"Pidió salud para que todo le resultara
"Y Dios le hizo débil para que él obedeciera;
"Pidió las riquezas para ser feliz
"Y Dios le dio pobreza para que fuera sabio.
"Pidió la fuerza para hacer cosas grandes
"Y Dios le dio fragilidad para hacer cosas mejores.
"Pidió todas las cosas para gozar de la vida
"Y Dios le dio la vida eterna para gozar de todas las cosas.
"No recibió nada de lo que pidió
"Si no que mucho más de lo que esperó
"Se escuchó su oración, Dios lo bendijo.
Mis queridos ex alumnos y amigos:
¿Qué veo yo en éste poema?
Nada más que esto.
Sin Dios ningún éxito,
por muy espectacular,
no será sino un fracaso,
por muy frustrante,
será, en verdad, un fracaso.
VAYAN EN DIOS. VIVAN CON DIOS. AMEN EN DIOS.
CLASE DEL 70 SGC
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Discurso de Father James d'Autremont, CSC,en la Graduación del Duodécimo Grado
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