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LA BELLEZA DE UN PASE AL VACÍO...

Opinión
Maravilloso: el Pase al vacío
Gonzalo Rojas Sánchez
Historiador
Diario El Mercurio
Martes 06 de Julio de 2010 
Cuando contra Eslovaquia, Sneijder,
apenas saliendo de su propia área,
puso esa pelota a 40 metros
que Robben convirtió con zurda sutil;
cuando Felipe Melo (poco después, torpe villano)
sopló ese balón entre los centrales de la misma Holanda
para que Robinho la mandase adentro,
no estuvimos en presencia
de su majestad el contragolpe,
sino de su excelencia, el Pase al vacío.
 
¿Dónde esta el vacío?
 
En toda la cancha,
porque es la vida misma,
aparentemente pauteada,
supuestamente ocupada
por sistemas y estructuras,
pero siempre abierta
a las posibilidades
de la libertad humana.
 
Hay que saber mirar eso sí.
 
Y son dos los que deben
mirar y jugar con su imaginación:
el que tiene la pelota y el que la espera.
 
Los dos tienen que fijar la vista en el mismo lugar,
en el vacío, en el punto común futuro,
aquél donde se hace añicos la tontería ésa
de que "mi libertad comienza donde termina la tuya".
 
Porque es justamente en el vacío
donde se llena el proyecto común
del que la toca y del que la recibe.
 
Ahí las libertades se hacen plenitud. Dos en una.
 
La belleza del Pase al vacío está en la proporción:
ni tan lejos ni tan cerca; ni tanto ni tan poco.
 
Se aprecia en su ejecución la estética de todo proyecto armónico.
 
Porque el vacío se vincula con los jugadores:
en torno a cada uno de ellos,
por marcados que estén,
el vacío es de 5 a 10 metros
(la música es una túnica de aire,
decía Gabriela Mistral; algo así tienen
esos metros en torno a cada jugador:
son etéreos, virtuales, lumínicos).
 
Ahí tiene que ir la oferta del que envía el balón,
ahí se busca la libertad del que espera la proposición,
ahí tiene que ir a buscar el proyecto
quien se ha ofrecido para concretarlo.
 
Pero antes, ciertamente el posible receptor
tiene que moverse, insinuar, ofrecer:
la dimensión ética de fútbol en plenitud.
 
Es la vida misma,
en la que pedirle a los demás
un carrerón de 50 metros a ninguna parte,
es tan torpe como ofrecerles siempre
todo a la mano, a los pies,
para que bien aseguradita la pelota,
corran pocos riesgos y, de esa manera,
consoliden su mediocridad.
 
El Pase al vacío
es el riesgo, es la aventura,
es para los que entienden el fútbol,
la vida, como proyecto común.
 
Y es también,
como la vida misma,
la derrota del legítimo rival.
 
Porque nos pasamos la existencia
confrontando proyectos, ¿no?
 
La dimensión bélica del fútbol
queda como nunca demostrada
en el Pase al vacío.
 
Por eso es correcto afirmar
que la pelota se mandó “entre líneas”.
 
Los defensores pierden la marca,
quedan sorprendidos
por la audacia del proyecto
y la perfección de la ejecución
o achican el espacio,
se interponen y logran cortar la jugada,
iniciando así la gestación de un proyecto distinto,
en la otra dirección, que ojalá termine también
con un Pase al vacío.
 
Es la lucha por los ideales.
 
De ahí que el Pase al vacío
tenga siempre como objetivo
la plenitud, el gol.
 
¿Y qué es el gol,
sino colocar la pelota
en esos pocos metros cuadrados
que son un vacío-pleno,
detrás de la línea de sentencia,
esa misteriosa locación
que nunca se ocupa
pero a la que todos anhelamos?

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