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Muchos se echaron atrás por el P. Patricio Astorquiza Fabry



Capellán del Colegio Nocedal
Diario El Mercurio, Domingo 26 de agosto de 2012

En el Evangelio de hoy,
San Juan relata un episodio
ocurrido en Cafarnaún.

Jesús ha anunciado la Eucaristía
de un modo realista que muchos
discípulos objetan su discurso:
«Este modo de hablar es duro.
¿Quién puede hacerle caso?»

Jesús los invita a ser más espirituales,
para comprender su mensaje.
Pero muchos lo abandonan.

Ofrece también a los Doce irse con ellos,
pero Pedro en nombre de todos le responde:
«Señor, ¿a quién iríamos?
Tú tienes palabras de vida eterna;
nosotros creemos y sabemos 
que tú eres el Santo consagrado por Dios».

Se nos enseña hoy, en primer lugar,
a no extrañarnos por las defecciones
entre los seguidores de Jesús.
Él no las desea, pero sí cuenta con ellas.

Dice el texto sagrado:
«Desde entonces muchos discípulos suyos
se echaron atrás y no volvieron a ir con Él».

Debemos recordar que una parte de esos discípulos
sólo lo seguían en calidad de rabino, o sea de profesor.
Otros lo seguían para compartir su creciente prestigio.
Otros más pensaban utilizarlo para sus fines políticos
de oposición a los romanos.  Y no faltarían los 
aventureros, entretenidos por los milagros que hacía.

Dice el Evangelio de San Juan:
«Pues Jesús sabía desde el principio
quiénes no creían, y quién lo iba a entregar».

Podría uno pensar: 
¿Por qué los dejó entonces seguirlo?
Probablemente entonces, como ahora,
porque a partir de ese acercamiento superficial,
Él siempre conseguía convertir a algunos
en verdaderos discípulos suyos.

Hasta hoy la Iglesia sigue el mismo camino:
se bautiza al máximo posible de los que cumplen 
con los mínimos requisitos para hacerlo.

Se educa en establecimientos de inspiración católica
al máximo de alumnas y alumnos posible.
Lo mismo se puede decir de todos los sacramentos.

Se sabe que se va a fallar 
en un cierto porcentaje de casos.
No todos los bautizados se consideran 
o viven como cristianos más adelante.
No todos los que se casan en la Iglesia
permanecen unidos para siempre.

Ni todos los que siguen una vocación 
sacerdotal o religiosa perseveran en ella.

Pero la Iglesia sigue el camino de su Maestro,
y no se desanima en su apostolado multisecular.

Jesús mismo parece tentar a los Apóstoles:
«¿También ustedes quieren marcharse?».
Pone a prueba nuestra lealtad para robustecerla.

La tentación de abandonar, de traicionar,
de transgredir los compromisos con Jesús
puede ser ocasión de fortalecer su seguimiento.

Dios concede las gracias necesarias para recapacitar:
«¿A quién vamos a acudir?
Tú tienes palabras de vida eterna».

Nos quiere Dios fieles e incansables,
pase lo que pase a nuestro alrededor.

En períodos de mayores defecciones 
o incertidumbres cuenta nuestro Maestro 
con nuestra fidelidad en su seguimiento.

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