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Myriam Hernández revisa su vida y carrera

 
Son millones de personas quienes, desde hace un cuarto de siglo, siguen su carrera, la quieren, corean sus canciones. Myriam se convirtió en un producto latinoamericano. Ahora, de vuelta en la televisión, la cantante chilena mejor posicionada internacionalmente evoca la infancia que no tuvo, sus renuncias y su arduo camino hacia el éxito.   

Por María Cristina Jurado. Fotografías: Javiera Eyzaguirre.  
Diario El Mercurio, Revista Ya, martes 28 de agosto de 2012
¿Ydespués de casi un cuarto de siglo, ¿cuál considera que es el peak de su carrera?
Se acomoda el brillante pelo, que hace una hora le dejó a punto su peinadora personal, agranda los ojos y toma aire. Después, dice:
-Para serte franca, el peak de mi carrera ha sido toda mi carrera. Veintidós o veintitrés años de éxito permanente, ese es mi peak. Todos mis discos han sido exitosos, tal vez sólo "Más y Más" no fue trabajado como a mí me gusta. Pero he tenido un nivel de fama parejo desde 1989. Sigo llenando estadios, plazas de toros, teatros y coliseos. Y sonríe.
1 MYRIAM DE CHILE
A Myriam Hernández, quien pronto cumplirá 25 años sobre los escenarios de Chile y la América de habla hispana -no hizo ni hará el crossover, no le interesa, dice- no se le ha olvidado la infancia que no tuvo:
-Nunca anduve en bicicletas ni en patines, nunca jugué con muñecas. Mi vida no fue como la de cualquier niña, ya a los diez años cantaba y me paseaban de un festival a otro. Creo que me faltaron cosas, pero las reemplacé por otras, porque siempre amé cantar. A los diez años salía al escenario y me anunciaban como "la Lolita Myriam", y es que cantaba canciones de Lolita, la hija de Lola Flores. A los once me llamaron de la televisión y ahí sí se acabó mi infancia.
Era mediados de los 70 y la familia Hernández Navarro no tenía auto. Su madre, Pilar Navarro, miraba este torbellino angustiada: el canto no la convencía, soñaba con la universidad para su niña. Pero eran tiempos difíciles para esta familia ñuñoína. Myriam, descubierta en un festival del Liceo Manuel de Salas, iba de un escenario a otro, sin jamás recibir paga, "sólo para el bus y eso", recuerda. Se acostumbró a llegar cada día de su Escuela No. 47, en el barrio Ramón Cruz, a estudiar, concentrada. "Estaba sentenciada: al primer rojo, no podía seguir cantando y eso para mí era la muerte". A los doce años la llamaron para el programa "Generación Joven". Lo hacía Pepito TV.
-Era todos los días. Me iba sola desde el colegio directo al canal. Mi mamá me iba a buscar en las noches, salía a las doce en punto. Nos volvíamos de madrugada a la casa en taxi. Esa era mi vida.
Su papá, Jaime Hernández, trabajador de Enami, la apoyaba. También el resto de la familia, sus tíos y sus abuelos: Myriam fue, hasta los cuatro, hija única. Años después nacieron sus hermanos Pamela y Jaime.
-Siempre me sentí el centro de mi familia, crecí rodeada de amor. Fui la primera hija, la primera nieta, la primera sobrina. Mis papás se casaron muy jóvenes. Miro hacia atrás y veo el tremendo sacrificio de mi mamá, ir a buscarme a pie todos los días en la medianoche... Y es que mi infancia fue muy sacrificada. Pero en ese tiempo no me daba cuenta. Es una reflexión que hice cuando nacieron mis niños.
Alguien le dijo a la familia Hernández Navarro que si Myriam no tomaba lecciones de canto, ponía en peligro sus cuerdas vocales. Se lo tomaron en serio. Durante cinco años, con el correspondiente sacrificio económico y práctico, la niña viajó con su madre o con su abuelo a la academia de canto lírico de María Isabel Maureira en Cienfuegos. El día parecía tener treinta horas cuando, con disciplina y uniforme escolar, Myriam aprendía a frasear ópera:
-Aprendí las dos técnicas, la lírica y la popular, y es lo mejor que me ha pasado. Hasta hoy mis cuerdas vocales están intactas, me las reviso con un médico anualmente. Nunca en mi vida he tenido nódulos y eso se lo debo a esos años de lírica. Pero yo soñaba con el canto popular y viajar mucho. La lírica no me inspiraba pasión y yo, para funcionar, tengo que sentir pasión. Quería cantar lo que escuchaba en la radio. A los cuatro años ya usaba una escobilla de dientes como micrófono, mi único juego.
-¿Qué le dejó la ópera?
-He visto y escuchado poquísima ópera en mi vida. Pero, aunque empecé en festivales de pueblo y me recorrí medio Chile cuando niña, creo que hay algo mío que viene de la lírica: mi pasión por interpretar. Yo soy una intérprete. En una actuación de tres minutos soy capaz de transmitir sentimientos, emociones profundas, me conecto de verdad. Cantantes hay muchas en el mundo; intérpretes, muy pocas.
Que una actuación de Myriam Hernández tiene mucho de performance -se desdobla, gesticula, lanza su pelo al viento, curva su torso con elegancia, eleva las manos con dramatismo- es tal vez el secreto de su conexión con el público, que desde hace más de 20 años, la quiere y la sigue.
-Yo tengo algo de teatral y es instintivo. Cada vez que piso un estudio de grabación es una emoción difícil de explicar. Tengo rituales: grabo a oscuras, sólo con la luz de velas, llevo mi aroma de vainilla con durazno y lo esfumo. Canto en la oscuridad total, sólo un haz de luz ilumina al ingeniero de sonido. Así alcanzo mi máxima inspiración. También hago rituales en mi camarín.
Ahora que ya es una artista consagrada y que sus días de la infancia que no tuvo quedaron atrás, Myriam Hernández dice:
-Durante toda mi formación musical, mi mamá sufrió mucho. Cuando entré a estudiar canto lírico fue peor, tenía mucho miedo. Ella sabía que si yo me tomaba mi carrera en serio iba a llegar el día en que sólo sabría de mí por los diarios. Tenía miedo de perderme. Ahora, con mis hijos grandes, la entiendo. No me gustaría que ellos cantaran. Quiero que estudien en la universidad. A mí me hizo falta. Durante años tuve un sueño recurrente: me daba cuenta, con mucha angustia, de que no había alcanzado a ir a dar la Prueba de Aptitud Académica, me había quedado dormida. Y es que a mí siempre me ha penado no tener estudios universitarios, me hubiera encantado estudiar psicología porque tengo inteligencia emocional, me lo han dicho. Soy una psicóloga frustrada.

2 MYRIAM, NO MYRIAMÉ
A los 47 años evoca su pasado y se siente orgullosa de haber tenido cierta terquedad:
-A los 18 -imagínate, había empezado a los diez- ya llevaba años en televisión haciendo de todo, desde sketches de humor hasta cantar La Carmela, porque así parte uno. Un día me dicen en el sello discográfico EMI que tenía que cambiarme el nombre, desde ahora tendría que llamarme Myriamé. Me dijeron que era más comercial. Rechacé la propuesta. Sentía que la gente tenía que conocerme por Myriam Hernández y encontraba que Myriamé era horrible. Si mi música era buena, se impondría, ¡me daba lo mismo que mi nombre fuera menos comercial!. Imagínate, tenía apenas 18 años, otra habría aceptado en mi lugar. Yo no, fui terca como buena Tauro.
No fue su única negativa. En esos días le dijeron que lo mejor para su carrera era que se dedicara al rock.  Pero ella quería cantarle al amor.
-Ya me había negado a cambiarme el nombre. Para no quedar como una pesada, me vestí de rockera y canté una sola vez, un tema de Celeste Carvallo. Volví a lo mío, contra viento y marea. Otro día me tocó ponerme terca con la televisión. Tenía 18 o 19 cuando me llamaron de un canal para participar en el Festival de Viña con mi grupo de "Ranking Juvenil", una franja de Sábados Gigantes que yo hacía. No acepté, les dije que, si algún día llegaba a Viña, sería con mi propio sello y una personalidad definida. No estaba lista. Años después llegué a la Quinta Vergara con mucho éxito.
Era 1983 y, desde entonces, la televisión y los estudios de grabación fueron recurrentes en su vida profesional. Pero, lo dice con voz segura, la columna vertebral de su carrera ha sido su contacto con el público:
-No puedo decir que mi carrera ha tenido bajones. Llevo 23 años a concierto lleno. Donde me presento la gente repleta los coliseos, los estadios, los teatros y corea mis canciones, todos se las saben. Hace poco fui a Colombia y llené la Plaza de Toros de la Macarena. Veintidós mil personas corearon mis temas. Yo pensaba: "¿Por qué en Chile no se sabe esto?".
-¿Usted se siente más profeta en tierra ajena que en Chile?
-Hasta "El Mejor de Chile" de TVN, que recién inicio, llevaba seis años fuera de la televisión en Chile, pero mi carrera nunca se ha basado en ella. Para mí, lo central siempre han sido los discos, así partí yo. Lo que un artista necesita en verdad es la radio.
-Tampoco está en los principales escenarios. La llaman de festivales como el de Iquique y la Medialuna de Barnechea. O la Vendimia de Curicó...
-No puedes estar haciendo el Teatro Municipal de Las Condes todos los meses. Yo organizo dos o tres conciertos al año con venta de tickets, no se puede más. Si me proponen el Festival de Dichato, claro que voy: es una buena instancia para cantar, porque esos festivales los televisan y yo he estado mucho tiempo fuera de la televisión.
Myriam echa de menos una pantalla más conversada. Añora programas como "Martes 13" o "Viva el Lunes", donde, además de dialogar, un artista chileno podía cantar. Para ella, que no ha llenado páginas con escándalos y noticias de farándula, dice, es más duro.
-Sin afán de polemizar, creo que hemos perdido los espacios de conversación que eran tan valiosos y una buena fuente de trabajo. Sólo quedan los programas de talentos, donde se busca a gente que cante e imite bien. Eso me prueba que el público quiere escuchar música en la pantalla.
Declinó varias veces formar parte de jurados en programas de talentos. No se sentía cómoda juzgando a otros que se ilusionaban por cantar. Por eso, su reciente participación en "El Mejor de Chile", de Televisión Nacional, es un desafío que la tiene contenta. No es lo mismo, asegura Myriam, cumplir un rol de profesora y enseñar, ser una coach de canto, que enjuiciar -y muchas veces demoler- los dotes de los participantes.
Por eso esta vez aceptó, feliz, el reto. Junto a Américo y Marcos Llunas, volvió en gloria y majestad a la pantalla chica. Si antes rechazó ser jurado es porque temió alguna vez ser injusta: los nervios, dice con conocimiento de causa, pueden hacer una muy mala jugada cuando menos se espera.
-"El Mejor de Chile" me acomoda perfecto. Mi rol es de coach, entrego mi experiencia, oriento a los participantes, les enseño lo que sé. Me encanta. Yo también tuve que aprender alguna vez y tengo paciencia. Es una oportunidad para quienes tienen la ilusión de cantar algún día.
-¿Cree que alguno puede abrirse a un futuro musical, grabar un disco?
-Nunca se sabe, porque la industria discográfica está en crisis en todo el mundo. Cada día hay menos consumo de discos y es un hecho. Internet y, sobre todo, la piratería, han afectado tremendamente las cifras. Para tener éxito, hay que tener mucha autocrítica. Muchas veces hago un análisis de mí misma y puedo ser muy dura. Digo: "¿Qué le falta a Myriam Hernández?". Soy capaz de hacer eso, de mirarme desde afuera y corregirme. Es algo que me ha ayudado mucho en mi carrera, pero hay que tener coraje. A veces duele.

3  LAS RENUNCIAS DE HOY
Pero Myriam Hernández no sólo conoció las renuncias en su infancia. En estos años, entre tanta presentación y concierto, se ha dado poco tiempo para viajes personales. Por ejemplo, recién conoció Europa el año pasado.
La vida la ha llevado a tomar opciones que, desde afuera, no siempre se comprenden. Por ejemplo, vivió diez años en Miami con su familia -una decisión que la acercó a su público de habla hispana e internacionalizó su carrera- y, sin embargo, hasta hoy no habla inglés.
Nunca lo aprendió. Sus dos niños que, por su escolaridad, se convirtieron en bilingües en estos diez años, le hacen "bullying", confiesa, porque ella sólo es capaz de mantener una conversación en castellano.
Entre risas, dice:
-Lo óptimo hubiese sido entrar a la universidad a aprender el idioma, como hicieron amigas mías. Era la oportunidad, pero no tuve tiempo. Me hubiera exigido muchas horas y en Miami siempre estuve con mucho viaje, trabajando. Allá la vida es infinitamente más rápida que aquí. Además, tenía a mi casa y a mis hijos y eso era prioridad. Nunca quise hacer el crossover ni cantar en inglés. Y no sé si estaría dispuesta a estas alturas.
Dice que, más que grabar en otros idiomas, su sueño siempre fue casarse y tener niños. Dedicarse a su familia. Y no quiere arriesgar. Con lo que tiene le basta.
-He logrado un equilibrio entre carrera y vida. Tal vez alguien más joven, soltero, intentaría hacer el crossover. Pero para mí sería una aventura a la que no estoy dispuesta.
-Viviendo en Estados Unidos lo tenía a la mano.
-No es tan sencillo como parece. Preferí concentrarme en mi público hispano, que me conoce y me sigue desde siempre. Ya te decía que la industria discográfica está en profunda crisis desde hace unos diez años, no se venden discos y las compañías no invierten en nuevos artistas ni en álbumes nuevos. Por eso, a los cantantes nos queda la única instancia de los conciertos en vivo. Ahí está hoy el negocio. Yo me considero una excepción: mi álbum "Seducción" obtuvo Disco de Oro a las 48 horas de salir a la venta.
Jorge Ignacio, de 18 años, y Myriam Isidora, de 15, sus hijos junto al productor Jorge Saint Jean -con quien cumplió hace dos semanas 20 años de matrimonio- son lo central de su vida. Saint Jean es, además, el manager de su carrera.
-Yo no habría durado jamás veinte años con un ingeniero o un médico, creo que habría terminado separada o frustrada. Que Jorge trabaje conmigo es un plus. Me entiende perfectamente como artista, sabe lo que necesito y cuándo hacer virajes. Por ejemplo, nunca me ha impuesto reglas, sabe que jamás he aceptado reglas de nadie, ni siquiera de los sellos discográficos.
Pero en el nuevo milenio, cuando ya vivían en Miami, Myriam y su manager decidieron separar aguas profesionales. Estaban sobrepasados con compromisos y él, recuerda ella, necesitaba desarrollar su propia carrera.
-Quisimos probar. Yo sentía que le estaba quitando a él la posibilidad para que se ampliara y creciera. Y él sentía que ya no me estaba dando el tiempo exacto que yo requería como artista internacional. Pero no nos resultó, no duramos ni seis meses. Yo lo echaba demasiado de menos y nunca encontré un reemplazante a su altura. Nadie me conoce mejor.
Entre los dos tienen cuatro hijos, Saint Jean fue casado antes. Dice la cantante que con Paula y Javier, los niños de su marido, tuvieron muy buena relación desde el principio:
-Nos queremos mucho. Hace poco estuvimos en el matrimonio de Paula, antes nos iban a ver a Miami. Jorge es un tremendo papá. Puede que no se note, pero es un hombre muy cariñoso. Lamentablemente, él no pudo criar a sus dos mayores como hubiera querido, porque no estuvo presente. Se separó cuando ellos tenían menos de seis años.
Myriam dice que, desde la muerte de Felipe Camiroaga, ella se replanteó cosas. Con el desaparecido animador, que era su amigo, trabajó en "La noche del Mundial" en 2006 y tenían mucha afinidad. Todavía le cuesta hablar de él. Sólo dice que el accidente la hizo reflexionar. Por ejemplo, tiene claro por qué volvió de Estados Unidos con su familia:
-En Miami yo pasé a ser la mamá de los niñitos Saint Jean y ellos dejaron de ser los hijos de Myriam Hernández. Volvimos porque no estaba dispuesta a entregarles una tarjeta de crédito y un auto a los 16 años. Porque no quise que siguieran el ejemplo de los adolescentes que yo veía estacionarse todos los días.
En estos días, Myriam Hernández le canta al público argentino. Recorre el país con diversos conciertos; de todas partes la requieren, la llaman. Pero detrás de los shows, en las noches, se enfrenta a sí misma y vuelve a su infancia, cuando no jugaba con muñecas ni andaba en patines porque su sueño estaba en la música. 

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