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Karen Lüderitz: la experiencia de pintar



por Edward Shaw
Santiago de Chile, 2012
[texto levemente intervenido
y compartido sin permiso
del crítico ni de la pintora aludida]


Todo comenzó con unos botones.

De niña jugaba con el arcoiris de botones
que la abuela guardaba en una caja
en su casa de Viña del Mar.

Aquel sencillo pasatiempo
definió cómo iba a sumergirse
en el universo creativo mientras crecía.

En lugar de inventar juegos
con aquellos discos diminutos,
comenzó a armar combinaciones
de color a la medida de su sensibilidad.

Y quedó hechizada por los resultados.

Nunca se olvidó del impacto
de este primer encuentro con el color
como detonante de emociones y sensaciones.

Su camino de indagación como artista pintora,
después de una fructífera carrera como diseñadora,
ha sido a través de las relaciones entre los colores
y las posibilidades de combinar y yuxtaponer distintos tonos.

Su actitud frente a la tela, sin embargo, es la de un científico;
ella se acerca a la tela para conducir experimentos.

Su taller es como un laboratorio,
despojado de referencias personales.

No hay documentación, recuerdos, fotos;
sólo un libro prestado sobre algún maestro universal.

Su desafío es consigo misma.

Hay pintores que resuelven el cuadro 
antes de aplicar la primera pincelada.

Trabajan desde un boceto o una clara imagen mental.

El desafío está en la maestría de interpretarse a sí mismo,
de trasponer tal cual lo que ven a la tela.

Hay otros artistas que se acercan a una tela vacía
con una infinidad de distintas emociones, temores, 
certezas, propuestas, sin visualizar imagen alguna.

Parten del azar, la intuición, una chispa.

Arrancan con una mancha, un trazo, 
un color, con un garabato no identificable.

Avanzan según el impulso,
siguiendo las indicaciones
del dedo del destino.

Karen se encuentra consigo misma
una vez que el pincel
comienza a bañarse en color
y se desliza sobre una superficie
carente de contenido.

La mente pierde su predominio,
y poderes más profundos
sueltan sus sustancias.

Ella comienza a veces con una "semilla",
una pequeña tabla manchada
con la savia de su visión, [una sabia visión]
esa esencia que contiene
lo más personal y valedero de uno.

Es su manera de contactarse
con la médula de la composición
que saldrá sobre la tela.

Muchos intentos de pintar
se originan en una búsqueda personal,
en cumplir con un propósito:
sea ser el mejor, 
hacerse rico,
ganar prestigio, 
o simplemente permanecer.

Algunos logran programarse
para cumplir con sus objetivos
y alcanzar sus metas.

Hay otros que encuentran 
su plenitud en vivir el proceso, 
experimentar la vivencia de pintar.

Se pierden en la acción, 
viven el trayecto
como un camino, un viaje.

La suya es una indagación
sobre la naturaleza del color,
realizada con sencillez.

No se basa en una expresión lírica,
sino en una mirada sintética
de lo más agudo de sus antenas.

Plasma sus impresiones,
las instancias que se quedan
impresas en su memoria visual.

Pasan por el filtro que dirige su mano
para llegar a la tela en sucesivas capas
de colores combinadas con cuidado y cariño.

Casi borda sus telas como costurera,
con tramas de texturas que pueden ser 
armadas de arena, por ejemplo, extracto de nogal.

El resultado asemeja el azar que define la obra
de un ceramista que juega a las escondidas
con sus esmaltes, añorando el milagro
de la perfecta fusión de colores y texturas.

Quien observa una obra de Karen
se encuentra ante un mar de color,
un mar vivo donde las tonalidades
bailan al ritmo de la marea,
y el efecto de las escasas 
intervenciones gráficas
contribuye a construir
el significado de su intención.

Es una trama aparentemente accidental
que sugiere más que informa,
que insinúa pero no asevera.

Como sucede en tantas manifestaciones
de las artes visuales, el ejercicio del arte
de pintar tiene distintos registros,
códigos, tramas y tácticas.

Puede responder a demandas 
estéticas, cromáticas o estructurales,
o a impulsos cerebrales,
mecanismos técnicos
o sentimientos espirituales.

Unos artistas se expresan
en ciertos rasgos de tonalidades,
algunos quieren tranquilizar
la mirada ajena, otros perturbarla,
otros buscan pura complicidad.

En el caso de Karen,
ella ha logrado su fórmula personal.

Consideremos, por ejemplo, la serie "Mapas".
[El poeta chileno, Carlos Trujillo,
tiene un hermoso verso al respecto:
«La esperanza es un territorio
que no aparece en los mapas».
Hay algo que nos comunica
esperanza en estos mapas
apenas sugeridos de Karen.
¿Será la alegría del color?]

Para poder armar una serie de obra,
Karen empieza con lo que ella llama
"semillas", en reconocimiento
de los embriones que dan origen a la vida.

Esta especie de boceto
concentra el destello de su idea,
su concepción de un cuadro más grande.

Mancha una tablita, con algún azul;
en seguida, agrega otro, y otro,
colocando cada tono al lado del anterior,
buscando el equilibrio que satisface a su ojo.

El procedimiento es metódico;
cada paso es un acto de devoción.

No hay brotes 
de desenfrenada espontaneidad.

No mancha como Jackson Pollock,
más bien tiñe como alguien
impregnado del espíritu de Mark Rothko.

En síntesis, el propósito de un mapa
es guiarnos de un lado al otro,
por la ruta que se nos ocurra.

Ella está en un constante viaje
en su búsqueda personal
y,  a través de la pintura,
crea el 'mapa' con que 
se puede acercar a su destino.

El término 'mapa'
es una metáfora que registra
el desarrollo de su peregrinación.

Para Karen el viaje ha sido
un motor constante en su vida.

Abre la mente a nuevas dimensiones,
el ojo a otros colores, las sensaciones
se encuentran frente a novedosos estímulos.

En su caso, está reflejado 
en la selección de títulos
para los distintos conjuntos 
de obras que realiza:
"Atacama", con marcadas
características del desierto
y del legado del mundo precolombino;
"Adriático", al mágico mar 
que revuelve los azules
como una licuadora;
y "Fisuras", que celebra
a las majestuosas rocas de Tunquén.

Cada paisaje tiene su carga emotiva y energética.

Según la receptividad de cada uno,
las antenas de Karen convierten lo incorporado
en arrebatos de color que van encontrando
su manifestación en las telas que ella pinta.

Su obra es un fiel reflejo de su intencionalidad esencial.
Su sentido de compromiso con su vocación es pleno.

Busca su norte en la pintura.

Ella cita "Itaca", un poema de Kavafis,
que dice "Pide que su camino sea largo…"
y "No apresuras el viaje / 
mejor que dure muchos años /
y viejo seas cuando a ella llegues".  

Constatamos que es el viaje 
a través de pintar que vale,
y no el anecdotario 
de los cuadros realizados.

Cada pintura es un pequeño paso
por esta "odisea" que es la vida.

Poder tener esta claridad es un paso gigante.

También cita el "Canto General" de Neruda:
una frase que se puede aplicar a su pintura
habla del "victorioso color del tiempo".

Es el color que se encuentra en sus mares,
sus desiertos, sus rocas milenarias.

Pinta un escenario atemporal,
fuera de los límites de cualquier calendario.

La paleta de la naturaleza va cambiando
constantemente y siempre se repite
en otro momento y otra circunstancia.

Captar lo perenne suele ser
la ambición más urgente del pintor.

El artista también trata de ampliar
el repertorio del color,
busca superarse en cada cuadro.

Intenta transmitir 
los hallazgos
de esta búsqueda.

De cierta manera, 
cada uno de nosotros
se busca a sí mismo
en la pintura del otro,
la relación entre un cuadro
y el que el lo mira
es incomprensible e intransferible.

Esta relación se establece
a distintos niveles 
cerebrales, intelectuales,
emocionales, intuitivos, viscerales…

Karen apunta con todas sus armas
a captar la masa, el volumen de la naturaleza,
más que sólo documentar su superficie.

A través de transparencias
que brotan de sus pinceladas,
logra concentrar la atención
en la totalidad de su propuesta
y no en los detalles que, por ejemplo,
acompaña su proceso 
en vez de fragmentarlo.

Cada una de sus series recuerda
lo incorporado en un viaje
a través de la potencia del color.

Hay reminiscencias comunes
en estos retratos 
de la furtiva presencia del color
y sus tonalidades más esquivas.

¿Quién no lleva en la memoria visual
el primer recuerdo de la inmensidad del mar,
el asombro frente a la omnipresencia del desierto?

El propósito de Karen, sin embargo, 
no es manipular nuestras memorias,
sino plantear su propia experiencia,
su vivencia ante nuestros ojos.

Nos ofrece la mirada de una persona 
sencilla en su enfoque, privada de ambición,
que no impone su proyección.

Nos deja absorber su propuesta
y sacar nuestras propias conclusiones visuales,
dejando que la pureza del color
y el azaroso éxito de sus combinaciones
impregnan nuestras retinas 
con una sensación de goce, hasta de plenitud.

Nos propone revivir el asombro 
de ese primer encuentro
con el hechizo de la naturaleza pura.

1 comentario:

  1. Between the Buttons



    Over the generous bed

    a fascinated little girl stares

    at the collection of colored buttons

    that her grandmother

    has scattered over the place.



    In the center

    of this wonderworld,

    lies a binary system:

    two wide open eyes

    surrounded

    by a cluster of buttons

    spread like planetoids

    of a yet to invent

    multiplicity of buttons' array.



    A silent music of the flattened spheres

    is playing in the back of the mind

    and a celebration of colors and textures

    is happening in the cozy house

    of the early sixties at Viña del Mar.



    Time stops while

    she observes and explore.



    Moving the disks,

    looking for new combinations,

    secret associations

    is the name of the game;

    an unthought kinship,

    never ending relations

    and permanent complicity

    guides this magical mystery tour,

    that brings continuous wonder,

    and surprises waiting to be unveiled.



    A kind of kaleidoscope patchwork on the making...

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