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barrio yungay

Yungay guarda en sus tranquilas calles un valioso y variado patrimonio arquitectónico que incluye construcciones coloniales, Art Decó, Bauhaus y Modernistas que no tienen nada que envidiar a las de muchos suburbios europeos. Pero también, un tejido social y cultural heterogéneo que le da vida. Allí conviven en perfecta armonía ancianos y jóvenes; el almacén de la esquina y el restorán gourmet; el bazar y la tienda de diseño. Un micromundo que tiene mucho de pueblo y de gran ciudad.   
Texto, Beatriz Montero Ward | Fotografías, Carla Pinilla G.  Diario El Mercurio, VD, Sábado 25 de agosto de 2012http://diario.elmercurio.com/2012/08/25/vivienda_y_decoracion/_portada/noticias/9B0F668B-71FD-41AF-80F0-14DC2CC1329E.htm?id={9B0F668B-71FD-41AF-80F0-14DC2CC1329E}


Cruzando la avenida Ricardo Cumming hacia el poniente comienza a respirarse un aire distinto. No es que en ese sector de Santiago haya más o menos esmog que en el de Plaza de Armas o en el de los alrededores del Palacio de La Moneda, unas pocas cuadras más arriba. No. Ahí se respira un aire distinto exclusivamente porque hay más aire: se ve el cielo, la cordillera, las torres y campanarios de las iglesias, las copas de las centenarias palmeras que una vez se plantaron en patios interiores de casonas y conventos. Hay espacio, perspectiva. 
Yungay es todavía un barrio a escala humana, donde los árboles son más altos que las casas y el sol llega de todos lados. Donde la gente camina con serenidad por las calles, los vecinos se saludan y se detienen a conversar. Una zona de Santiago donde se ven gatos tomando sol entre los barrotes de una ventana, donde el panadero reparte las marraquetas y hallullas en bicicleta, y donde aún se ven puertas vidriadas con letreros que anuncian: "Modista. Se reciben hechuras". Un sector en el que la gente sale a hacer sus compras a pie a los almacenes y bazares aledaños y donde existe sólo un supermercado, pequeño. 
-La identidad está marcada aquí por la comunidad. Ésta es una zona que ha mantenido su espíritu original, de ser ante todo residencial -aclara Rosario Carvajal, presidenta de la Fundación Patrimonio Nuestro y líder de la agrupación Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay, que consiguió que este silencioso reducto de la capital fuera declarado Zona Típica en 2009 y que, por consiguiente, quedara prohibida la edificación en altura.
El barrio, delimitado al oriente por la avenida Brasil; al sur, por la Alameda; al poniente, por Matucana; y al norte, por San Pablo, fue constituido como tal por Decreto Supremo el 5 de abril de 1839. Fue el primer barrio planificado de la capital, después del área fundacional, que se originó en parte de las 350 hectáreas que formaban la propiedad rural del padre de Diego Portales. Éstas fueron divididas en hijuelas y repartidas entre sus hijos, quienes luego las vendieron a distintas empresas loteadoras. La perteneciente al ministro fue una de las primeras en subdividirse, dejándose espacio en ella para la Plaza Yungay, donde se alza el Monumento al Roto Chileno, y la parroquia San Saturnino. El Estado, por su parte, adquirió la zona más occidental del predio para crear la Quinta Normal de Agricultura.
El proceso de ventas y urbanización de estos terrenos se extendió entre 1842 y 1873, y dio origen a manzanas poligonales, rectangulares y calles regulares, además de pequeñas plazas y una suerte de paseo o bulevar (Parque Portales) que dividió el barrio en un sector norte y uno sur. Hacia 1920 las manzanas entre Libertad, Huérfanos, Herrera y Compañía, se dividieron, a su vez, en pasajes buscando una mayor rentabilidad. Surgieron así Lucrecia Valdés, Adriana Cousiño y Hurtado Rodríguez, que al igual que gran parte del barrio desarrollaron una arquitectura ecléctica que recoge elementos de diversas tendencias historicistas, como gótico, grecorromano, georgian, Tudor, barroco y morisco. 
Intervinieron entonces destacados arquitectos como Alberto Cruz Montt, Ricardo Larraín Bravo, Luciano Kulczewski, Andrés Garáfulic, Emilio Santelices, Arturo Calvo Hurtado, Downey, Mozó Celli, Smith Solar y Smith Miller, entre otros, quienes dieron origen a diseños de los más variados estilos. "Es precisamente esta riqueza la que da un sello al barrio. Porque aquí podemos encontrar casas de herencia colonial, como la que habitó el científico polaco Ignacio Domeyko, a otras de estilo Art Decó, Bauhaus y Modernistas", explica José Osorio de la agrupación Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay. "Pero además -agrega Carvajal- hay más de cincuenta cités que se levantaron como viviendas sociales entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, que también tienen un encanto especial".
Esa misma diversidad se ha dado en la trama social, desde sus orígenes. Y es que estas calles no sólo han sido habitadas por personajes de alto nivel social sino también por importantes intelectuales como Domingo Faustino Sarmiento, Eloisa Díaz, Eusebio Lillo, Pablo de Rokha, Bartolomé Mitre, Augusto D'Halmar y Joaquín Edwards Bello. "Siempre ha sido un barrio pluriclasista, donde conviven personas de distintas edades, posiciones sociales e intereses", comenta Osorio. Desde la anciana que vive en una modesta casita de un cité, hasta el joven ejecutivo exitoso instalado en uno de los tantos lofts que han surgido dentro de construcciones de gran valor patrimonial. E incluso comunidades de inmigrantes, en especial peruanos y colombianos, que viven y trabajan en el sector. 
Yungay es un barrio dinámico y en él pasan cosas. Su atractivo, especialmente el de sus 113 hectáreas que conforman la Zona Típica, ha cautivado a muchos inversionistas que han visto allí una buena posibilidad de emprendimiento. Es así que en los últimos años han surgido interesantes restoranes y cafés, como el Verde que te quiero verde, el Gazuza y el Estación Yungay, sumándose a los tradicionales Chancho Cero, Boulevard Lavaud, Zarita y El Huaso Enrique. "Con el propósito de potenciar este lugar, su historia y bondades formamos la Corporación Cultural del Barrio Yungay", cuenta Christian Lavaud, dueño de la tradicional Peluquería Francesa, del restorán que lleva su apellido, del Antiguo Almacén y de Los Coleccionistas, todos sitios que rememoran otros tiempos.
Que pasan cosas, no cabe duda. Justo en la esquina de Compañía con Libertad, aprovechando los restos que quedan del palacete que fuera construido por el primer Falabella que llegó a Chile en conjunto con el odontólogo Oscar Bezanilla, se está levantando un teatro. El proyecto, a cargo del arquitecto Smiljan Radic, estará destinado al arte contemporáneo y la danza. Asimismo, frente a ese edificio, una casona que durante largos años estuvo ocupada por una sastrería pronto albergará al restorán "La Sastrería de Manolo". 
En paralelo a la recuperación de inmuebles para destinarlos a negocios, se está dando también el rescate de viviendas con fines habitacionales, como el trabajo que hace la oficina de gestión patrimonial de la agrupación Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay, a cargo del arquitecto Nicolás Cañas. "Buscamos casas de un valor medio, que estén en abandono y las arreglamos para una familia. Porque nuestro objetivo es que las personas se instalen a vivir aquí, de manera de generar arraigo e identidad con el lugar. Ésa es, en definitiva, la mayor fortaleza del Barrio Yungay", dice Rosario Carvajal. 

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