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La peligrosa ilusión del salto al vacío


Diario El Mercurio, Editorial, Domingo 26 de Agosto de 2012
http://blogs.elmercurio.com/editorial/2012/08/26/la-peligrosa-ilusion-del-salto.asp
Grupos en general carente de apoyo, pero nutridos de audacia y fanatismo, aprovechan las estrategias asambleístas para imponer sus postulados a la mayoría a menudo dispersa, saltándose así la necesidad de alcanzar consensos.
La clase política debe retomar la senda de los grandes acuerdos.  No fue esa línea la que desprestigió a los parlamentarios.
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Los dichos del presidente del PDC en favor de “una asamblea constituyente” —aunque luego matizados— y su acogida por algunos personeros políticos validan la crisis de credibilidad de la clase política que acusa la encuesta del CEP.
Por de pronto, se trata de un procedimiento de reforma constitucional no considerado en la Constitución, por lo que es jurídicamente inviable. Pero, más allá de eso, a la luz de las experiencias de recientes asambleas constituyentes en el vecindario latinoamericano y de lo que ha sido la trayectoria política de Chile, es difícil representarse los beneficios que podría traer algo así a nuestro país. Es éste un mecanismo propio de países que atraviesan una profunda crisis institucional, lo que obliga a un ejercicio de refundación del Estado. La realidad de Chile dista de ese cuadro, salvo en algunas miradas populistas o ideologizadas, y muy minoritarias. Y son esos grupos los que, en general carentes de apoyo pero nutridos de audacia y fanatismo, aprovechan las estrategias asambleístas para imponer sus postulados a la mayoría a menudo dispersa, saltándose así la necesidad de alcanzar consensos.
En los últimos años se han introducido cambios sustanciales a nuestro régimen institucional, como la amplia reforma constitucional de 2005 por Ricardo Lagos o la reciente aprobación del voto voluntario. Algunos —el nuevo Tribunal Constitucional— están en consolidación; la valoración negativa de otros —el sistema de reemplazo de los parlamentarios— ya es un hecho. Ese tránsito consensuado y maduro —tras las duras experiencias del siglo XX— ha permitido alcanzar niveles inéditos de bienestar y progreso. Por sobre cualquier campaña comunicacional o de grupos de presión, resulta clarificador que el último informe del PNUD constate un sostenido aumento del nivel de satisfacción general de los chilenos con su vida, pese a la actitud crítica que se expresa al funcionamiento de la sociedad que los rodea —lo que también es coherente con lo que muestra la encuesta CEP.
La sensatez de la calle
En lo institucional, hay mucho por avanzar, como la ley de primarias para seleccionar los candidatos al Congreso y La Moneda. Ella introducirá mayor competencia y posibilidades de desafiar a los incumbentes, siendo un buen camino para revitalizar la participación ciudadana sin poner en riesgo la estabilidad alcanzada con el sistema binominal.
La clase política debe retomar la senda de los grandes acuerdos. No fue esa línea la que desprestigió a los parlamentarios, como lo afirman interesadamente quienes acusan que se legisló de espaldas a la opinión pública. Son episodios como el bono de los senadores o el pretendido accidente laboral del senador Navarro y las muestras de solidaridad de algunos pares los que acarrean descrédito. La crítica de la gente hacia las instituciones es por el incumplimiento de sus responsabilidades específicas. Las personas rechazan el comportamiento desajustado de sus integrantes —sean jueces, sacerdotes, parlamentarios, periodistas o dirigentes políticos— frente a la expectativa social de cómo ellos deben actuar. Es un reproche a la desinstitucionalización, y así lo prueban el respaldo que registra Carabineros o el respeto que suscita la Contraloría.
La sensatez y moderación política que reflejan los índices del estudio del CEP —coherente con la satisfacción personal que denota el PNUD— se condicen con las preferencias políticas que expresan espontáneamente los chilenos, ya que los principales liderazgos que afloran son inclusivos y alejados del conflicto.
La preeminencia en las encuestas que parece rodear a la ex Presidenta Bachelet se asienta en el recuerdo de su gobierno con un manejo económico cauto y una Presidencia protectora, no en un liderazgo futuro carismático y confrontacional al estilo kirchnerista o chavista.
Esa realidad, construida por sucesivos gobiernos, es la que sitúa a nuestro país como ejemplo de desarrollo y estabilidad en el continente, y hace tan excesivas las expresiones que buscan sumir al país en el vértigo de un estado de asamblea. Y es en ese contexto que el Estado chileno puede llevar adelante una negociación como la que culminó esta semana entre Codelco y la transnacional Anglo, que generan a la minera estatal y al fisco un ingreso de 5.400 millones de dólares. Eso es posible por el Estado de Derecho imperante, que permite una defensa efectiva de sus derechos por ambas partes y llegar a una transacción fruto de la capacidad de gestión de los ejecutivos estatales y no de las amenazas veladas de funcionarios públicos omnipotentes y discrecionales, como en otros países de la región.
Alianza y Gobierno en su proyección electoral
La encuesta del CEP también muestra distintos niveles de identificación y aprobación pa-ra las coaliciones gobiernista y opositora, liderando la Concertación en el primer aspecto y la Alianza en el segundo, siendo el total más bien bajo. Con todo, la trayectoria electoral de ambas agrupaciones ha sido convergente a lo largo de los últimos 20 años, y se empare-ja mucho en la intención de voto. En los últimos comicios, la disputa ha estado en la franja de decisión. Por eso, es difícil que la fortaleza de Bachelet en las encuestas pueda traspasarse a una lista parlamentaria.
Para compensar ese factor, las figuras del Gobierno y la Alianza deberán proyectarse electoralmente en la próxima campaña parlamentaria —cuando la obra del actual mandato ya estará trazada— y revertir la minoría en el Senado, de modo que en un eventual segundo período tenga una relación más fluida con el Congreso.

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